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Ester 8:3 - Nueva Biblia Española (1975)

3 Ester volvió a hablar al rey. Cayó a sus pies llorando y suplicándole que anulara los planes perversos que Aman había tramado contra los judíos.

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Biblia Reina Valera 1960

3 Volvió luego Ester a hablar delante del rey, y se echó a sus pies, llorando y rogándole que hiciese nula la maldad de Amán agagueo y su designio que había tramado contra los judíos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 Luego Ester volvió a presentarse ante el rey, cayó a sus pies y le suplicó con lágrimas que detuviera el plan siniestro que Amán, el agagueo, había conspirado contra los judíos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 Una vez más, Ester habló con el rey, cayó de rodillas a sus pies y le suplicó que dejara sin efecto la malvada idea de Amán, descendiente de Agag, y los proyectos que había tramado contra los judíos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 Ester habló nuevamente ante el rey, y cayó ante sus pies, y con lágrimas en los ojos le rogó que impidiera la perversidad de Amán agagueo y el plan que había tramado contra los judíos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 Ester volvió para hablar en presencia del rey: cayó a sus pies, se echó a llorar y le suplicó que apartara la maldad y el proyecto que Amán, el de Agag, había concebido contra los judíos.

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Ester 8:3
10 Tagairtí Cros  

Pero al llegar junto al profeta, en lo alto del monte, se abrazó a sus pies. Guejazí se acercó para apartarla, pero el profeta le dijo: Déjala, que está apenada, y el Señor me lo tenía oculto sin revelármelo.


Pasado algún tiempo, el rey Asuero ascendió a Aman, hijo de Hamdatá, de Agag. Le asignó un trono más alto que el de los ministros colegas suyos.


Porque mi pueblo y yo hemos sido vendidos para el exterminio, la matanza y la destrucción. Si nos hubieran vendido para ser esclavos o esclavas, me habría callado, ya que esa desgracia no supondría daño para el rey.


El rey se quitó el anillo que había recuperado de Aman y se lo entregó a Mardoqueo. Ester confió a Mardoqueo la administración de la casa de Aman.


Cuando el rey extendió hacia Ester el cetro de oro, ella se levantó y quedó en pie ante el rey.


Entonces, Ezequías volvió la cara a la pared y oró al Señor:


luchó con un ángel y lo venció. Lloró y alcanzó misericordia; en Betel lo encontró y allí habló con él:


El, en los días de su vida mortal, ofreció oraciones y súplicas, a gritos y con lágrimas, al que podía salvarlo de la muerte; y Dios lo escuchó, pero después de aquella angustia,


Postrada a sus pies, le dijo: La culpa es mía, señor. Pero deja que hable tu servidora, escucha las palabras de tu servidora.


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