Muchos dicen que tú, Señor, jamás nos auxiliarás. Haz que la luz de tu rostro resplandezca sobre nosotros.
Éxodo 33:18 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008 Moisés, entonces, le dijo: ―¡Permíteme contemplar tu gloria! Tuilleadh leaganachaBiblia Reina Valera 1960 Él entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria. Biblia Nueva Traducción Viviente Moisés respondió: —Te suplico que me muestres tu gloriosa presencia. Biblia Católica (Latinoamericana) Moisés dijo a Yavé: 'Por favor, déjame ver tu Gloria. La Biblia Textual 3a Edicion Entonces él dijo: ¡Te ruego que me permitas ver tu gloria! Biblia Serafín de Ausejo 1975 Dijo Moisés: 'Muéstrame tu gloria'. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Él entonces dijo: Te ruego: Muéstrame tu gloria. |
Muchos dicen que tú, Señor, jamás nos auxiliarás. Haz que la luz de tu rostro resplandezca sobre nosotros.
porque tu amor y bondad son para mí mejor que la vida misma! ¡Cuánto te alabo!
Pero no podrás ver mi rostro, porque ningún hombre podrá verme y seguir viviendo.
A Dios nadie lo ha visto nunca; pero el Hijo único, que es Dios mismo y siempre está en unión con el Padre, nos ha enseñado cómo es, para que así lo podamos conocer.
El que hace suyos mis mandamientos y los obedece, ese es el que me ama. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me mostraré a él».
Así que todos nosotros, con el rostro descubierto, reflejamos la gloria del Señor como si fuéramos espejos. Y el Espíritu del Señor nos va transformando de gloria en gloria, y cada vez nos parecemos más a él.
Porque Dios, que dijo: «Resplandezca la luz en las tinieblas», hizo brillar su luz en nuestros corazones y nos ha hecho comprender que es el resplandor de su gloria lo que brilla en el rostro de Cristo.
al único inmortal, el que habita en luz tan deslumbrante que ningún humano puede acercársele, y a quien nadie ha visto ni verá jamás. A él sea la honra y el poder para siempre. Amén.
con la mirada puesta en el día en que se cumpla la bendita promesa de su venida y se manifieste la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.
La ciudad no necesita que el sol ni la luna la alumbren, porque la gloria de Dios la ilumina y el Cordero es su lumbrera.