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Juan 11:2 - Biblia Martin Nieto

María era la que ungió con perfume al Señor y le enjugó los pies con sus cabellos; su hermano estaba enfermo.

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Biblia Reina Valera 1960

(María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.)

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Biblia Nueva Traducción Viviente

María era la misma mujer que tiempo después derramó el perfume costoso sobre los pies del Señor y los secó con su cabello. Su hermano, Lázaro, estaba enfermo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Esta María era la misma que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el enfermo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

(Y Miriam, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, era aquella que había ungido al Señor con perfume, y enjugado los pies con sus cabellos.)°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con sus cabellos. Lázaro, el que había caído enfermo, era su hermano.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

(María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, era la que ungió al Señor con ungüento, y enjugó sus pies con sus cabellos.)

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Juan 11:2
11 Tagairtí Cros  

Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y puesto a la mesa, llegó una mujer llevando un frasco de alabastro con perfume de nardo auténtico, de mucho valor; rompió el alabastro y lo derramó sobre su cabeza.


El Señor, al verla, se compadeció de ella y le dijo: 'No llores'.


los mandó al Señor a preguntarle: '¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?'.


Marta dijo a Jesús: 'Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.


Las hermanas mandaron a decir al Señor: 'Tu amigo está enfermo'.


Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verlo, se echó a sus pies, diciendo: 'Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto'.


María, por su parte, tomó una libra de perfume de nardo puro, de gran precio, y ungió los pies de Jesús, enjugándolos luego con sus cabellos, por lo que la casa se llenó del olor del perfume.


Vosotros me llamáis el maestro y el señor; y decís bien, porque lo soy.


Pues si yo, el señor y el maestro, os he lavado los pies, también vosotros os los debéis lavar unos a otros.