Y en efecto, uno de ellos hirió al siervo del sumo sacerdote, y le quitó la oreja derecha.
Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.
Y uno de ellos hirió al esclavo del sumo sacerdote cortándole la oreja derecha.
Y uno de ellos hirió al servidor del sumo sacerdote cortándole la oreja derecha.
Y uno de ellos hirió al siervo del sumo sacerdote y le quitó su oreja derecha.
Y uno de ellos hirió a un criado del sumo sacerdote y le amputó la oreja derecha.
Mas uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote, y le quitó la oreja.
Viendo entonces los de en derredor de él lo que iba a suceder, dijeron: Señor, ¿heriremos con la espada?
Mas Jesús respondiendo, dijo: Sufrid aún esto. Y tocándole la oreja, le sanó.
No os venguéis, amados míos, sino dad lugar a la ira de Dios, pues que escrito está: ¡Mía es la venganza; yo daré la recompensa! dice el Señor.
(porque las armas de nuestra milicia no son carnales, mas son poderosas en Dios para demoler fortalezas,)