a los cuales el jefe de los eunucos les cambió los nombres, llamando a Daniel, Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac, y a Azarías, Abed-nego.
Daniel 3:20 - La Biblia Textual 3a Edicion Y mandó a algunos de los hombres más fornidos de su ejército que ataran a Sadrac, Mesac y Abed-nego, y los arrojaran al horno en llamas. Περισσότερες εκδόσειςBiblia Reina Valera 1960 Y mandó a hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que atasen a Sadrac, Mesac y Abed-nego, para echarlos en el horno de fuego ardiendo. Biblia Nueva Traducción Viviente Entonces ordenó que algunos de los hombres más fuertes de su ejército ataran a Sadrac, Mesac y Abed-nego y los arrojaran al horno ardiente. Biblia Católica (Latinoamericana) Luego dio orden a los hombres más forzudos de su ejército que ataran a Sidrac, Misac y Abdénago para echarlos al horno ardiente. Biblia Serafín de Ausejo 1975 y mandó a algunos de los hombres más robustos de su ejército que ataran a Sidrac, Misac y Abdénago y los arrojaran al horno de fuego ardiente. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y mandó a los hombres más vigorosos que tenía en su ejército, que atasen a Sadrac, Mesac y Abed-nego, y que los echasen en el horno de fuego ardiendo. Biblia Traducción en Lenguaje Actual Luego ordenó que sus hombres más fuertes ataran a los jóvenes y los echaran al fuego. |
a los cuales el jefe de los eunucos les cambió los nombres, llamando a Daniel, Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac, y a Azarías, Abed-nego.
Ahora pues, si al oír el son de la corneta y del silbato, del tamboril, del arpa y del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, estáis dispuestos a postraros en adoración ante la estatua que he hecho, os irá bien;° pero si no la adoráis, en la misma hora seréis echados en medio del horno de fuego abrasador, ¿y qué dios os podrá librar de mis manos?
Nabucodonosor entonces, lleno de furia contra Sadrac, Mesac y Abed-nego, y con el rostro desencajado ordenó que el horno fuera calentado siete veces más de lo acostumbrado.
Así estos varones fueron atados con sus zaragüelles, sus túnicas, sus turbantes y sus vestidos, y fueron echados dentro del horno de fuego abrasador.
Después de propinarles muchos azotes, los echaron en la cárcel, ordenando al carcelero que los custodiara con seguridad.
Pero hacia la medianoche, Pablo y Silas estaban orando y cantando himnos a Dios, y los presos escuchaban.