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Lucas 7:39 - Biblia Traducción en Lenguaje Actual

39 Al ver esto, Simón pensó: «Si de veras este hombre fuera profeta, sabría que lo está tocando una mujer de mala fama.»

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Dugang nga mga bersyon

Biblia Reina Valera 1960

39 Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

39 Cuando el fariseo que lo había invitado vio esto, dijo para sí: «Si este hombre fuera profeta, sabría qué tipo de mujer lo está tocando. ¡Es una pecadora!».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

39 Al ver esto el fariseo que lo había invitado, se dijo interiormente: 'Si este hombre fuera profeta, sabría que la mujer que lo está tocando es una pecadora, conocería a la mujer y lo que vale.

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La Biblia Textual 3a Edicion

39 Viéndolo el fariseo que lo había invitado,° se decía:° Éste, si fuera profeta, conocería° quién y qué clase de mujer es la que lo toca, que es una pecadora.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

39 Viendo esto el fariseo que lo había invitado, se decía para sí: 'Si éste fuera [el] profeta, sabría quién y qué clase de mujer es ésta que le está tocando: ¡es una pecadora!'.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

39 Y cuando vio esto el fariseo que le había invitado, habló entre sí, diciendo: Éste, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.

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Lucas 7:39
25 Cross References  

Guehazí, el sirviente de Eliseo, pensó: «El profeta Eliseo ha dejado ir a Naamán sin aceptar ningún regalo. Voy a correr detrás de él para conseguir algo. Lo juro por Dios».


Esa gente te invita a comer, pero su invitación no es sincera; esa gente es tan tacaña que se fija en cuánto comes.


»Este pueblo anda diciendo: “No se metan con nosotros; somos un pueblo elegido por Dios”. »Pero son un pueblo tan molesto como el humo en las narices, como un fuego que arde todo el día.


Jesús terminó diciendo: «Así, los que ahora son los primeros, serán los últimos; y los que ahora son los últimos, serán los primeros.»


Y los que venían con Jesús contestaban: —¡Es Jesús, el profeta! Él es de Nazaret, el pueblo de Galilea.


Porque si alguien dice cosas malas, es porque es malo y siempre está pensando en el mal, y en cómo hacer cosas indecentes, o robar, o matar a otros, o ser infiel en el matrimonio. Esa gente vive pensando solamente en cómo hacerse rica, o en hacer maldades, engañar, ser envidiosa, insultar y maldecir a otros, o en ser necia y orgullosa.»


Era tanto lo que se había recogido, que el rico no sabía dónde guardar los granos.


Al ver esto, los fariseos y los maestros de la Ley comenzaron a criticar a Jesús, y decían: «Este hombre es amigo de los pecadores, y hasta come con ellos.»


»El empleado pensó: “Ahora que mi patrón me despide del trabajo, ¿qué voy a hacer? No soy fuerte para hacer zanjas, y me da vergüenza pedir limosna.


Al principio, el juez no quería atender a la viuda. Pero luego pensó: “Esta viuda molesta mucho. Aunque no le tengo miedo a Dios, ni me importa la gente, la voy a ayudar. Si no lo hago, nunca dejará de molestarme.”»


Muestren con su conducta que realmente han dejado de pecar. No piensen que van a salvarse solo por ser descendientes de Abraham. Si Dios así lo quiere, hasta estas piedras las puede convertir en familiares de Abraham.


Al ver eso, la gente tuvo mucho miedo y comenzó a alabar a Dios. Todos decían: «¡Hay un profeta entre nosotros! ¡Ahora Dios va a ayudarnos!»


Una mujer de mala fama, que vivía en aquel pueblo, supo que Jesús estaba comiendo en casa de Simón. Tomó entonces un frasco de perfume muy fino, y fue a ver a Jesús.


La mujer entró y se arrodilló detrás de Jesús, y tanto lloraba que sus lágrimas caían sobre los pies de Jesús. Después le secó los pies con sus propios cabellos, se los besó y les puso el perfume que llevaba.


Jesús dijo: —Simón, tengo algo que decirte. —Te escucho, Maestro —dijo él.


Al oír esto, la mujer le dijo: —Señor, me parece que usted es un profeta.


La gente hablaba mucho de él, y algunos decían: «Jesús es un buen hombre». Pero otros decían: «De bueno no tiene nada; es un embustero.»


Los jefes judíos volvieron a llamar al que había sido ciego, y le dijeron: —Júranos por Dios que nos vas a decir la verdad. Nosotros sabemos que el hombre que te sanó es un pecador.


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