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Apocalipsis 9:17 - Versión Biblia Libre

17 Y en mi visión vi a los caballos y a sus jinetes, que usaban pectorales rojos como el fuego, también azul oscuro y amarillo. Las cabezas de los caballos parecían de leones, y de sus bocas salía fuego, humo y azufre.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

17 Así vi en visión los caballos y a sus jinetes, los cuales tenían corazas de fuego, de zafiro y de azufre. Y las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones; y de su boca salían fuego, humo y azufre.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

17 Así en mi visión, vi los caballos y a los jinetes montados sobre ellos. Los jinetes llevaban puesta una armadura de color rojo fuego, azul oscuro y amarillo. La cabeza de los caballos era como la de un león, y de la boca les salía fuego, humo y azufre ardiente.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

17 Así vi a los caballos y a los que los montaban: tenían corazas color fuego, jacinto y azufre; las cabezas de los caballos son como cabezas de leones y de sus bocas sale fuego, humo y azufre.

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La Biblia Textual 3a Edicion

17 Y en la visión vi a los caballos y a los que los montaban, que tenían corazas de fuego, de jacinto° y de azufre; y las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones, y de sus bocas salía fuego, humo y azufre.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

17 Vi en la visión a los caballos y a sus jinetes, que tenían corazas de color de fuego, de jacinto y de azufre. Las cabezas de los caballos eran como cabezas de león y de sus fauces brotaba fuego, humo y azufre.

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Apocalipsis 9:17
16 Referencias Cruzadas  

Entonces el Señor hizo llover desde el cielo fuego y azufre sobre Sodomay Gomorra.


Algunos guerreros de la tribu de Gad se pasaron al lado de David cuando éste estaba en la fortaleza del desierto. Eran guerreros fuertes y experimentados, curtidos en la batalla, expertos en el uso de escudos y lanzas. Sus rostros parecían tan fieros como los de los leones, y corrían tan rápido como las gacelas en las montañas.


Él preparará carbones ardientes, y azufre caerá sobre los malvados. Un viento abrasador vendrá sobre ellos.


El lugar de incineración ha sido preparado hace mucho tiempo, listo para el rey. Su pira fúnebre es profunda y ancha, y tiene mucho fuego y leña. El soplo del Señor le prende fugo, como un torrente de azufre ardiente.


La noche anterior, antes de que llegara el mensajero, el Señor me había tocado para que pudiera volver a hablar. Esto fue antes de que el hombre viniera a verme por la mañana. Ya no estaba mudo; podía volver a hablar.


En mi visión miré a mi alrededor y vi que estaba en el castillo de Susa, en la provincia de Elam. En la visión me encontraba junto al río Ulai.


Mientras seguía orando, Gabriel, a quien había visto anteriormente cuando tuve la visión, vino volando rápidamente hacia mí a la hora del sacrificio vespertino.


Si alguno intenta hacerles daño, saldrá fuego de sus bocas y quemarán a sus enemigos. Así morirá cualquiera que intente herirlos.


beberá también del vino del aborrecimiento de Dios que se derrama puro en la copa de su ira, y sufrirán angustia en fuego y azufre ardiente ante los ángeles santos y el Cordero.


Y capturaron a la bestia, junto al falso profeta que hacía milagros en su presencia (por medio de los cuales engañaba a los que habían recibido la marca de la bestia y los que adoraban su imagen). Ambos fueron lanzados vivos en el lago de fuego que arde con azufre.


Entonces el diablo, que los había engañado, fue lanzado en un lago de fuego y azufre, donde habían sido lanzados la bestia y el falso profeta, y sufrirán con agonía día y noche, por siempre y para siempre.


el quinto de sardónice, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno de topacio, el décimo de crisópraso, el undécimo de jacinto, y el duodécimo de amatista.


Pero los cobardes, los que no confían en mí, los que hacen cosas aborrecibles, los asesinos, los que comenten inmoralidad sexual, los que practican hechicería, los que adoran ídolos, los mentirosos, tienen su lugar escogido en el lago que arde con fuego y azufre. Esta es la segunda muerte”.


Y por estas tres plagas murió una tercera parte de la humanidad, por el fuego, humo y azufre que salían de sus bocas.


Sus pectorales parecían haber sido hechos de hierro, y el ruido que hacían con sus alas era como el sonido de muchos caballos y carruajes que corrían hacia la batalla.


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