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Marcos 6:56 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

56 Y dondequiera que iba, en pueblos, ciudades o caseríos, colocaban a los enfermos en las plazas. Le suplicaban que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto. Y quienes lo tocaban quedaban sanos.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

56 Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos, y le rogaban que les dejase tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

56 Por donde iba —fueran aldeas, ciudades o granjas— le llevaban enfermos a las plazas. Le suplicaban que permitiera a los enfermos tocar al menos el fleco de su túnica, y todos los que tocaban a Jesús eran sanados.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

56 y en todos los lugares adonde iba, pueblos, ciudades o aldeas, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que les dejara tocar al menos el fleco de su manto. Y todos los que lo tocaban quedaban sanos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

56 Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o alquerías, colocaban a los enfermos en las plazas, y le rogaban que al menos pudieran tocar° el borde de su manto; y cuantos lo tocaban eran sanados.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

56 Y adondequiera que llegaba, aldeas o ciudades o caseríos, colocaban a los enfermos en las plazas, y le rogaban que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto; y cuantos lograban tocarlo, todos sanaban.

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Marcos 6:56
15 Referencias Cruzadas  

y le suplicaban que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto. Y quienes lo tocaban quedaban sanos.


En esto, una mujer que hacía doce años que sufría de constantes derrames de sangre se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto.


Como había sanado a muchos, todos los que sufrían dolores se abalanzaban sobre él para tocarlo.


Lo siguieron por toda aquella región. Adonde oían que él estaba, le llevaban en camillas a los que tenían enfermedades.


―¡Déjenlos! —ordenó Jesús. Entonces le tocó la oreja al hombre y lo sanó.


Por eso, toda la gente procuraba tocarlo, porque de él salía poder que sanaba a todos.


Ella se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, y al instante paró su hemorragia.


De hecho, en ningún otro hay salvación. No hay bajo el cielo otro nombre dado a las personas mediante el cual podamos ser salvos».


Hoy se nos interroga por haber favorecido a un inválido. ¡Y se nos pregunta cómo fue sanado!


Era tal la cantidad de hombres y mujeres que hasta sacaban a los enfermos a las plazas y los ponían en camillas. Esperaban que, al pasar Pedro, por lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos.


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