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Hechos 28:8 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

8 El padre de Publio estaba en cama, enfermo con fiebre y disentería. Pablo entró a verlo y, después de orar, puso sus manos sobre él y lo sanó.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

8 Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

8 Dio la casualidad de que el padre de Publio estaba enfermo con fiebre y disentería. Pablo entró a verlo, oró por él, puso sus manos sobre él y lo sanó.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

8 Precisamente el padre de Publio estaba en cama con fiebre y disentería. Pablo entró a verlo, oró, le impuso las manos y lo sanó.

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La Biblia Textual 3a Edicion

8 Y aconteció que el padre de Publio yacía° en cama, enfermo de fiebre y disentería; y entrando Pablo a verlo, después de orar, le impuso las manos y lo sanó.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 Estaba el padre de Publio en cama, aquejado de fiebres y disentería. Pablo entró a verle, oró, le impuso las manos y lo curó.

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Hechos 28:8
22 Referencias Cruzadas  

Reunió a sus doce discípulos y les dio autoridad para echar fuera a los espíritus malignos y sanar toda enfermedad y todo dolor.


Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, sanen de su enfermedad a los que tienen lepra, echen fuera a los demonios. Lo que ustedes recibieron gratis denlo gratuitamente.


Entonces le dijo al hombre: ―Extiende la mano. Así que la extendió y le quedó curada, tan sana como la otra.


Mientras él les decía esto, un dirigente judío llegó, se arrodilló delante de él y le dijo: ―Mi hija acaba de morir. Pero ven y pon tu mano sobre ella y vivirá.


Tomarán en sus manos serpientes; y, cuando beban algo venenoso, no les hará daño alguno. Pondrán las manos sobre los enfermos y estos recobrarán la salud.


y le suplicaba con insistencia: ―Mi hijita se está muriendo. Ven y pon tus manos sobre ella para que se sane y viva.


En efecto, no pudo hacer allí ningún milagro, excepto sanar a unos pocos enfermos al imponerles las manos.


Allí le llevaron uno que era sordo y tartamudo, y le suplicaban que pusiera la mano sobre él.


Al mismo tiempo, puso las manos sobre ella, y al instante la mujer se enderezó y empezó a alabar a Dios.


Al ponerse el sol, la gente le llevó a Jesús todos los que sufrían diversas enfermedades. Él puso las manos sobre cada uno de ellos y los sanó.


Cerca de allí había una finca que pertenecía a Publio, el funcionario principal de la isla. Este nos recibió en su casa con amabilidad y nos hospedó durante tres días.


Cuando esto se supo, los demás enfermos de la isla también venían y eran sanados.


Pedro hizo que todos salieran del cuarto; luego se puso de rodillas y oró. Volviéndose hacia la muerta, dijo: «Tabita, levántate». Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó.


En la iglesia Dios ha puesto, en primer lugar, apóstoles; en segundo lugar, profetas; en tercer lugar, maestros. Luego ha puesto los que hacen milagros; después los que tienen dones para sanar enfermos, los que ayudan a otros, los que administran y los que hablan en diferentes lenguas.


A otros les da fe, por medio del mismo Espíritu; a otros, y por ese mismo Espíritu, dones para sanar enfermos.


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