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Hechos 17:28 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

28 Pues “en él vivimos, nos movemos y existimos”. Como algunos de sus propios poetas griegos han dicho: “De él somos descendientes”.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

28 Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

28 Pues en él vivimos, nos movemos y existimos. Como dijeron algunos de sus propios poetas: “Nosotros somos su descendencia”.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

28 En realidad no está lejos de cada uno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos, como dijeron algunos poetas suyos: 'Somos también del linaje de Dios.

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La Biblia Textual 3a Edicion

28 Porque en Él vivimos, nos movemos y existimos, como incluso algunos de vuestros poetas° han dicho: Porque linaje suyo somos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

28 Porque en él vivimos y nos movemos y somos, como ya dijeron algunos de vuestros poetas: 'Porque de su mismo linaje somos'.

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Hechos 17:28
16 Referencias Cruzadas  

Y él no es Dios de muertos, sino de vivos. Así que para él todos ellos viven.


Entonces Jesús le dijo: ―Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá.


Pues así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo el poder de tener vida en sí mismo.


Él existía antes que todas las cosas, y por medio de él todas las cosas se mantienen en orden.


Fue precisamente uno de sus propios profetas el que dijo: «Los de Creta son siempre mentirosos, salvajes como bestias, glotones y perezosos».


El Hijo refleja el brillo de la gloria de Dios. Es la fiel imagen de lo que Dios es. Él es quien mantiene el universo en existencia, por medio del poder de su palabra. Después de morir para perdonarnos nuestros pecados, subió al cielo y se sentó a la derecha del trono majestuoso de Dios.


Después de todo, nuestros padres humanos nos disciplinaban, y los respetábamos. Pues con mayor razón aceptemos la disciplina de nuestro Padre espiritual para que vivamos.


Cristo nos hace santos ante Dios, y tanto él como nosotros tenemos un mismo Padre. Por eso, Cristo no se avergüenza de llamarnos hermanos


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