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Filipenses 2:8 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

8 Al hacerse hombre, se humilló a sí mismo y fue obediente hasta la muerte, ¡y muerte en una cruz!

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

8 se humilló a sí mismo en obediencia a Dios y murió en una cruz como morían los criminales.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

8 se rebajó a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte en una cruz.

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La Biblia Textual 3a Edicion

8 y hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo al hacerse obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

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Filipenses 2:8
26 Referencias Cruzadas  

Allí cambió su apariencia en presencia de ellos; su rostro resplandeció como el sol, y su ropa se volvió blanca como la luz.


Yendo un poco más allá, se arrodilló, se inclinó hasta tocar el suelo con su rostro, y oró: «Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú».


Por segunda vez se retiró y oró: «Padre mío, si no es posible evitar que yo beba este trago amargo, hágase tu voluntad».


Mientras oraba, su rostro se transformó, y su ropa se volvió blanca y radiante.


Nadie me la arrebata, sino que yo la entrego por mi propia voluntad. Tengo autoridad para entregarla, y tengo también autoridad para volver a recibirla. Este es el mandamiento que recibí de mi Padre».


Pero el mundo tiene que saber que amo al Padre, y que hago exactamente lo que él me ha ordenado que haga. »¡Levántense, vámonos de aquí!


Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor. Yo he obedecido los mandamientos de mi Padre, por eso permanezco en su amor.


―Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y terminar su obra —les dijo Jesús—.


Lo humillaron y no le hicieron justicia. ¿Quién describirá a todos sus parientes?, porque su vida fue arrancada de la tierra».


Por la desobediencia de uno solo, muchos pecaron. Pero ahora, por la obediencia de uno solo, muchos serán declarados justos.


Ya conocen el gran amor que les tiene nuestro Señor Jesucristo. No lo merecían, pero él, aunque era rico, se hizo pobre para ayudarlos. Lo hizo para que, por medio de su pobreza, ustedes llegaran a ser ricos.


Cristo nos rescató de la maldición de la Ley. Él aceptó que esa maldición cayera sobre él. Pues las Escrituras dicen: «Maldito todo el que es colgado de un madero».


Él se entregó a la muerte por nosotros, para rescatarnos de toda maldad y limpiarnos de pecado y tener así un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien.


Fijemos la mirada en la meta, que es Jesús, quien nos dio y perfeccionó nuestra fe. Él, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que ella significaba. Y ahora está sentado en el sitio de más honor, al lado derecho del trono de Dios.


Es cierto que ustedes tienen una lucha contra el pecado. Sin embargo, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Cristo aceptó como suyos nuestros pecados, y así fue a morir en la cruz. Lo hizo para que dejáramos de pecar y viviéramos para hacer el bien. Él fue herido como castigo, para que ustedes fueran sanados.


Porque Cristo murió para perdonar nuestros pecados una sola vez, y es suficiente. Él, que era justo, murió por nosotros, que éramos injustos. Así nos acercó a Dios. Él sufrió la muerte en su cuerpo, pero el Espíritu hizo que volviera a la vida.


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