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Filipenses 2:16 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

16 porque siguen confiando firmes en el mensaje que da vida. Así, el día que Cristo vuelva me sentiré orgulloso de que mi trabajo por ustedes no fue inútil.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

16 asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

16 Aférrense a la palabra de vida; entonces, el día que Cristo vuelva, me sentiré orgulloso de no haber corrido la carrera en vano y de que mi trabajo no fue inútil.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

16 al presentarles la palabra de vida. De ese modo me sentiré orgulloso de ustedes en el día de Cristo, porque mis esfuerzos y mis afanes no habrán sido inútiles.

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La Biblia Textual 3a Edicion

16 aferrados a la palabra de vida, para gloria mía en el día del Mesías de que no corrí en vano, ni en vano me fatigué.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

16 llevando levantada en alto la palabra de la vida. Esto me servirá de gloria en el día de Cristo, ya que no habré corrido en vano, ni en vano habré trabajado.

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Filipenses 2:16
24 Referencias Cruzadas  

Lo que les digo en la oscuridad, díganlo ustedes a plena luz. Lo que se les susurra al oído, grítenlo desde los techos.


»Les aseguro que, a cualquiera que me reconozca delante de los demás, también el Hijo del hombre lo reconocerá delante de los ángeles de Dios.


El Espíritu da vida; la carne no vale para nada. Las palabras que les he hablado son espíritu y son vida.


―Señor —contestó Simón Pedro—, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.


»Amigos israelitas, descendientes de Abraham, pongan atención. Y ustedes también, los no judíos que respetan a Dios, escuchen: a nosotros se nos ha enviado este mensaje de salvación.


Él hará que sigan creyendo hasta el final. Así no serán acusados de nada malo en el día que nuestro Señor Jesucristo vuelva.


Así que yo no me esfuerzo inútilmente; yo lucho con el premio en mente.


lo que ahora entienden en parte. Así podrán sentirse orgullosos de nosotros, como también nosotros de ustedes en el día que el Señor Jesús vuelva.


Fui porque Dios me había mostrado que debía hacerlo. Allí me reuní en privado con los que eran reconocidos como dirigentes. Entonces les expliqué el mensaje de la buena noticia, el cual predico entre los que no son judíos. Quería contarles lo que hacía, para que todo mi esfuerzo no fuera inútil.


Me da temor pensar que mi trabajo por ustedes ha sido inútil.


Al tener conocimiento y sabiduría podrán elegir lo que es mejor. Y así, cuando Cristo vuelva, los encontrará limpios de pecado y de culpa.


Estoy convencido de esto: lo que Dios comenzó a hacer en sus vidas es muy bueno, y seguirá haciéndolo hasta completarlo el día en que Cristo Jesús vuelva.


Después de todo, ¿cuál es nuestra esperanza y alegría?, ¿cuál será nuestro motivo de orgullo delante de nuestro Señor Jesús cuando él venga? Pues ustedes lo son.


Por eso, cuando ya no pude soportarlo más, mandé a Timoteo para saber si ustedes seguían confiando en Jesús. Tenía miedo de que el diablo los hubiera tentado a hacer lo malo y que nuestro trabajo con ustedes hubiera sido inútil.


Sin duda, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos. Su palabra nos dice si los pensamientos y las intenciones del corazón son correctos o no.


Pues ustedes son nuevas personas, como si hubieran nacido de nuevo, no de padres humanos, sino que el mensaje de Dios los transformó. Este mensaje nunca muere, sino que vive y permanece para siempre.


En esta carta les hablaremos acerca de aquel a quien llamamos el Verbo. Él ya existía desde antes de la creación del mundo y es quien nos da vida. Lo que les contamos acerca de él es todo lo que hemos oído y visto con nuestros propios ojos. Lo hemos visto y tocado con las manos.


El Espíritu y la esposa del Cordero dicen: «¡Ven!». El que escuche diga: «¡Ven!». El que tenga sed, venga. Y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida.


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