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1 Tesalonicenses 2:13 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

13 Así que no dejamos de dar gracias a Dios. Pues, cuando ustedes oyeron el mensaje de Dios que les predicamos, lo aceptaron. Lo aceptaron no como un mensaje de parte de alguna persona, sino como lo que realmente es, un mensaje de Dios. Ese mensaje cambió la vida de ustedes, los que creen.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

13 Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

13 Por lo tanto, nunca dejamos de darle gracias a Dios de que cuando recibieron su mensaje de parte nuestra, ustedes no consideraron nuestras palabras como solo ideas humanas. Tomaron lo que dijimos como la misma palabra de Dios, la cual, por supuesto, lo es. Y esta palabra sigue actuando en ustedes los que creen.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

13 De ahí que no cesamos de dar gracias a Dios porque al recibir de nosotros la enseñanza de Dios la aceptaron, no como enseñanza de hombres, sino como Palabra de Dios. Porque eso es realmente y como tal actúa en ustedes los creyentes.

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La Biblia Textual 3a Edicion

13 Y por esto damos gracias sin cesar a Dios, porque habiendo recibido de nosotros la palabra del mensaje de Dios, la aceptasteis, no como palabra de hombres, sino tal como es en verdad, palabra de Dios, que obra también en vosotros que creéis.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

13 Por eso precisamente damos sin cesar gracias a Dios; porque cuando acogisteis la palabra de Dios que nosotros os anunciábamos, no la acogisteis como palabra humana, sino -como es en realidad- como palabra de Dios, que ejerce su acción en vosotros, los creyentes.

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1 Tesalonicenses 2:13
41 Referencias Cruzadas  

Ustedes no tendrán que hablar, pues el Espíritu de su Padre hablará por medio de ustedes.


»Quien los recibe a ustedes me recibe a mí. Y quien me recibe a mí recibe al que me envió.


―Dichosos más bien —respondió Jesús— los que oyen la palabra de Dios y la obedecen.


Un día estaba Jesús a orillas del lago de Genesaret, y la gente lo rodeaba para escuchar el mensaje de Dios. Eran muchos y lo apretujaban.


»Este es el significado de la parábola: La semilla es la palabra de Dios.


Pero él les respondió: ―Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica.


Ustedes ya están limpios por la palabra que les he comunicado.


Apártalos para ti por medio de la verdad; tu palabra es la verdad.


Y por ellos mismos me entrego a ti, para que también ellos sean apartados por medio de la verdad.


Así que inmediatamente mandé a llamarte, y tú has tenido la bondad de venir. Ahora estamos todos aquí, en la presencia de Dios, para escuchar todo lo que el Señor te ha pedido que nos digas.


Al oír esto, los que no eran judíos se alegraron y alabaron el mensaje del Señor. Y todos los que estaban destinados a la vida eterna creyeron.


Una de ellas, que se llamaba Lidia, adoraba a Dios. Era de la ciudad de Tiatira y vendía telas muy finas y costosas. Mientras escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que respondiera al mensaje de Pablo.


Estos judíos eran más estudiosos que los de Tesalónica. Así que recibieron el mensaje con mucho interés. Todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba.


Cuando oyeron de la resurrección, unos se burlaron; pero otros le dijeron: ―Queremos que usted nos hable en otra ocasión sobre este tema.


Así pues, los que recibieron su mensaje fueron bautizados. Aquel día se unieron a la iglesia unas tres mil personas.


Los apóstoles que estaban en Jerusalén se enteraron de que los samaritanos habían aceptado el mensaje de Dios. Entonces les enviaron a Pedro y a Juan.


Así que la gente recibe fe cuando escucha el mensaje, y el mensaje que escucha es la buena noticia acerca de Cristo.


Así que a todos nosotros nos han quitado la barrera y hemos entendido. Por eso nuestro rostro es como un espejo que refleja la gloria del Señor. Pues el Señor y el Espíritu son uno mismo, y nos van cambiando cada vez más. De ese modo, cada vez nos parecemos más y más al Señor y reflejamos más de su gloria.


Y, aunque eso representó un problema para ustedes, no me rechazaron ni me trataron mal. Al contrario, me recibieron como a un ángel de Dios, como si se tratara de Cristo Jesús.


que han recibido. Esta buena noticia se está anunciando en todo el mundo y muchos la están aceptando. Así sucedió también con ustedes desde el día en que escucharon del amor inmerecido de Dios y lo aceptaron como verdad.


Sin duda, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos. Su palabra nos dice si los pensamientos y las intenciones del corazón son correctos o no.


Porque a nosotros, lo mismo que a ellos, se nos ha anunciado la buena noticia. Pero el mensaje que escucharon no les sirvió de nada, porque no se unieron por la fe a los que sí lo habían creído.


Por su propia voluntad nos dio una nueva vida, por medio del mensaje de la verdad. Lo hizo para que fuéramos como los primeros y mejores frutos de su creación.


Pues ustedes son nuevas personas, como si hubieran nacido de nuevo, no de padres humanos, sino que el mensaje de Dios los transformó. Este mensaje nunca muere, sino que vive y permanece para siempre.


pero el mensaje del Señor permanece para siempre». Y este es el mensaje de la buena noticia que se les ha anunciado a ustedes.


Los niños recién nacidos desean con fuerza la leche pura que los hará crecer. Busquen ustedes todo lo que es bueno, para que crezcan espiritualmente y disfruten su salvación.


Recuerden el mensaje que los santos profetas anunciaron en el pasado. También recuerden el mandamiento que dio nuestro Señor y Salvador por medio de los apóstoles.


Todo el que confía en que Cristo así lo hará deja de vivir pecando, porque Cristo no tiene pecado.


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