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Mateo 27:2 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

2 Lo ataron, se lo llevaron y se lo entregaron a Pilato, el gobernador.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

2 Y le llevaron atado, y le entregaron a Poncio Pilato, el gobernador.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 Luego, lo ataron, se lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador romano.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 Luego lo ataron y lo llevaron para entregárselo a Pilato, el gobernador.

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 Y habiéndolo atado, lo llevaron y lo entregaron a° Pilato, el procurador.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 lo ataron y lo llevaron y entregaron al procurador Pilato.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

2 Y le llevaron atado, y le entregaron a Poncio Pilato, el gobernador.

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Mateo 27:2
25 Referencias Cruzadas  

Cuando llegaron al lugar señalado por Dios, Abraham construyó un altar y preparó la leña. Después ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña.


y lo entregarán a los gentiles para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen. Pero al tercer día resucitará».


Y si el gobernador llega a enterarse de esto, nosotros responderemos por ustedes y les evitaremos cualquier problema».


En aquella ocasión, algunos que habían llegado contaron a Jesús cómo Pilato había dado muerte a unos galileos cuando ellos ofrecían sus sacrificios.


Entonces, para acecharlo, enviaron espías que fingían ser gente honorable. Pensaban atrapar a Jesús en algo que él dijera y así poder entregarlo a la jurisdicción del gobernador.


Así que la asamblea en pleno se levantó y lo llevaron a Pilato.


Anteriormente, Herodes y Pilato no se llevaban bien, pero ese mismo día se hicieron amigos.


En el año quince del reinado de Tiberio César, Poncio Pilato gobernaba la provincia de Judea, Herodes era tetrarca en Galilea, su hermano Felipe en Iturea y Traconite, y Lisanias en Abilene;


Entonces los soldados, su comandante y los guardias de los judíos arrestaron a Jesús. Lo ataron


Entonces Anás lo envió, todavía atado, a Caifás, el sumo sacerdote.


Luego los judíos llevaron a Jesús de la casa de Caifás al palacio del gobernador romano. Como ya amanecía, los judíos no entraron en el palacio, pues de hacerlo se contaminarían ritualmente y no podrían comer la Pascua.


La misma noche en que Herodes estaba a punto de sacar a Pedro para someterlo a juicio, este dormía entre dos soldados, sujeto con dos cadenas. Unos guardias vigilaban la entrada de la cárcel.


El comandante se abrió paso, lo arrestó y ordenó que lo sujetaran con dos cadenas. Luego preguntó quién era y qué había hecho.


Cuando lo estaban sujetando con correas para azotarlo, Pablo dijo al centurión que estaba allí: —¿Permite la ley que ustedes azoten a un ciudadano romano antes de ser juzgado?


Los que iban a interrogarlo se retiraron enseguida. Al darse cuenta de que Pablo era ciudadano romano, el comandante mismo se asustó de haberlo encadenado.


Transcurridos dos años, Félix tuvo como sucesor a Porcio Festo, pero como Félix quería congraciarse con los judíos, dejó preso a Pablo.


Por este motivo he pedido verlos y hablar con ustedes. Precisamente por la esperanza de Israel estoy encadenado.


El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros antepasados, ha glorificado a su siervo Jesús. Ustedes lo entregaron y lo rechazaron ante Pilato, aunque este había decidido soltarlo.


En efecto, en esta ciudad se reunieron Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y con el pueblo de Israel, contra tu santo siervo Jesús, a quien ungiste


y le pidió cartas de extradición para las sinagogas de Damasco. Tenía la intención de encontrar y llevarse presos a Jerusalén a todos los que pertenecieran al Camino, fueran hombres o mujeres.


Teniendo a Dios por testigo, el cual da vida a todas las cosas, y a Cristo Jesús, que dio su admirable testimonio delante de Poncio Pilato, te encargo


por el que sufro al extremo de llevar cadenas como un criminal. Pero la palabra de Dios no está encadenada.


Acuérdense de los presos, como si ustedes fueran sus compañeros de cárcel, y también de los que son maltratados, como si fueran ustedes mismos los que sufren.


Ellos dijeron: —Hemos venido a atarte, para entregarte en manos de los filisteos. —Júrenme que no me matarán ustedes mismos —dijo Sansón.


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