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Jueces 1:27 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

27 Pero los de la tribu de Manasés no pudieron expulsar a los de Betseán y de Tanac con sus respectivas aldeas, ni tampoco a los habitantes de Dor, Ibleam y Meguido con sus respectivas aldeas, porque los cananeos estaban decididos a permanecer en esa tierra.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

27 Tampoco Manasés arrojó a los de Bet-seán, ni a los de sus aldeas, ni a los de Taanac y sus aldeas, ni a los de Dor y sus aldeas, ni a los habitantes de Ibleam y sus aldeas, ni a los que habitan en Meguido y en sus aldeas; y el cananeo persistía en habitar en aquella tierra.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

27 La tribu de Manasés no logró expulsar a la gente que vivía en Bet-sán, Taanac, Dor, Ibleam, Meguido y en todos los asentamientos vecinos, porque los cananeos estaban decididos a quedarse en esa región.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

27 Manasés no pudo apoderarse de la ciudad de Bet-Seán ni de sus dependencias, ni tampoco de Tanac, de Dor, de Jibleam y de Meguido; los cananeos se mantuvieron firmes en ese territorio.

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La Biblia Textual 3a Edicion

27 Pero Manasés no desposeyó a los de Betseán, ni a los de sus aldeas, ni a los de Taanac y a sus aldeas, ni a los habitantes de Dor y a sus aldeas, ni a los habitantes de Ibleam y a sus aldeas, ni a los habitantes de Meguido y a sus aldeas, sino que los cananeos persistieron en habitar en aquella tierra.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

27 Tampoco Manasés logró conquistar Betsán y sus aldeas, ni Taanac y sus aldeas, ni a los habitantes de Dor, de Yibleán, de Meguidó y de sus respectivas aldeas, pues los cananeos consiguieron permanecer en esta región.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

27 Tampoco Manasés echó a los de Bet-seán, ni a los de sus aldeas, ni a los de Taanac y sus aldeas, ni a los de Dor y sus aldeas, ni a los habitantes de Ibleam y sus aldeas, ni a los que habitaban en Meguido y en sus aldeas; mas los cananeos quisieron habitar en esta tierra.

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Jueces 1:27
16 Referencias Cruzadas  

pero Salomón sometió a trabajos forzados a todos los que Israel no pudo destruir. Así continúan hasta el día de hoy.


En aquel tiempo, el faraón Necao, rey de Egipto, fue a encontrarse con el rey de Asiria camino del río Éufrates. El rey Josías le salió al paso, pero Necao le hizo frente en Meguido y lo mató.


Cuando Ocozías, rey de Judá, vio lo que pasaba, huyó en dirección a Bet Hagán. Pero Jehú lo persiguió y ordenó: —¡Mátenlo a él también! Y lo hirieron en su carro cuando iba por la cuesta de Gur, cerca de Ibleam, pero logró escapar y llegar a Meguido. Allí murió.


»No hagas ningún tratado con ellos ni con sus dioses.


»¡Maldito el que sea negligente para realizar el trabajo del Señor! ¡Maldito el que de la sangre retraiga su espada!


Cuando el Señor tu Dios te las haya entregado y tú las hayas derrotado, deberás destruirlas por completo. No harás ningún pacto con ellas ni les tendrás compasión.


De la media tribu de Manasés se les asignaron Tanac y Gat Rimón, es decir, dos poblaciones con sus campos de pastoreo.


Después de la muerte de Josué, los israelitas preguntaron al Señor: —¿Quién de nosotros será el primero en subir y pelear contra los cananeos?


En cambio, los de la tribu de Benjamín no lograron expulsar a los jebuseos, que vivían en Jerusalén. Por eso hasta el día de hoy los jebuseos viven con los benjamitas en Jerusalén.


Y ese hombre se fue a la tierra de los hititas, donde fundó una ciudad a la que llamó Luz, nombre que conserva hasta el día de hoy.


Solo cuando Israel se hizo fuerte pudo someter a los cananeos a trabajos forzados, aunque nunca pudo expulsarlos del todo.


»Los reyes llegaron y pelearon; entonces los reyes de Canaán lucharon en Tanac, junto a las aguas de Meguido, pero no se llevaron botín de plata.


Además de perdonarle la vida al rey Agag, Saúl y su ejército preservaron las mejores ovejas y vacas, los terneros más gordos y, en fin, todo lo que era de valor. Nada de esto quisieron destruir; solo destruyeron lo que era inútil y lo que no servía.


Después colocaron sus armas en el templo de la diosa Astarté, y su cadáver lo colgaron en el muro de Betseán.


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