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Jeremías 8:10 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

10 Por eso entregaré sus mujeres a otros hombres y sus campos a otros dueños. Porque desde el más pequeño hasta el más grande, todos codician ganancias injustas; desde el profeta hasta el sacerdote, todos practican el engaño.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

10 Por tanto, daré a otros sus mujeres, y sus campos a quienes los conquisten; porque desde el más pequeño hasta el más grande cada uno sigue la avaricia; desde el profeta hasta el sacerdote todos hacen engaño.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 Les daré sus esposas a otros y sus fincas a extranjeros. Desde el menos importante hasta el más importante, sus vidas están dominadas por la avaricia. Es cierto, incluso mis profetas y sacerdotes son así; todos ellos son unos farsantes.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 Así, que yo daré sus mujeres a otros, sus campos a nuevos propietarios. Pues desde el más chico hasta el más grande, andan todos buscando su provecho; y desde el profeta hasta el sacerdote todos se dedican a engañar.

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 Por tanto daré a otros sus mujeres, Y sus campos a los conquistadores, Porque desde el pequeño hasta el grande, Todos ellos son dados a ganancias deshonestas, Desde el profeta hasta el sacerdote, Todos ellos practican el engaño.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 Por eso daré sus mujeres a otros, sus campos a conquistadores, porque desde el menor al mayor, todos ellos andan buscando su provecho; y desde el profeta al sacerdote, todos ellos obran con engaño.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

10 Por tanto, daré sus esposas a otros, y sus campos a los que los posean; porque todos, desde el más pequeño hasta el más grande, son dados a la avaricia, desde el profeta hasta el sacerdote, todos practican el engaño.

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Jeremías 8:10
28 Referencias Cruzadas  

¡que mi esposa muela el grano de otro hombre y que otros hombres se acuesten con ella!


También sacerdotes y profetas se tambalean por causa del vino, trastabillan por causa del licor; quedan aturdidos con el vino, tropiezan a causa del licor. Cuando tienen visiones, titubean; cuando toman decisiones, vacilan.


Por causa de la perversa codicia de mi pueblo, me he enojado y lo he castigado; le he dado la espalda, pero él prefirió seguir sus obstinados caminos.


El Señor me contestó: «Esos profetas están profetizando mentiras en mi nombre. Yo no los he enviado, ni he dado ninguna orden, ni siquiera les he hablado. Lo que están profetizando son visiones engañosas, adivinaciones vanas y delirios de su propia imaginación.


Si salgo al campo, veo los cuerpos de los muertos a filo de espada; si entro en la ciudad, veo los estragos que el hambre ha producido. Tanto el profeta como el sacerdote andan errantes en la tierra sin comprender nada”».


El que acapara riquezas injustas es como una perdiz que empolla huevos que no puso. En la mitad de la vida las perderá y al final se mostrará como un insensato.


«Pero tus ojos y tu corazón solo buscan ganancias deshonestas, solo buscan derramar sangre inocente y practicar la opresión y la violencia».


por todo el mal que han cometido los pueblos de Israel y de Judá: ellos, sus reyes, sus oficiales, sus sacerdotes y sus profetas, todos los habitantes de Judá y de Jerusalén.


Todas las mujeres que aún quedan en el palacio del rey de Judá serán entregadas a los oficiales del rey de Babilonia. Ellas mismas le echarán en cara: »“Tus amigos más confiables te han engañado y te han vencido. Tienes los pies hundidos en el fango, pues tus amigos te dieron la espalda”.


Entonces se acercaron Johanán, hijo de Carea, y Jezanías, hijo de Osaías, junto con todos los oficiales del ejército y todo el pueblo, desde el más chico hasta el más grande,


Los profetas profieren mentiras, los sacerdotes gobiernan a su antojo, ¡y mi pueblo tan campante! Pero ¿qué van a hacer ustedes cuando todo haya terminado?


Pero sucedió por los pecados de sus profetas, por las iniquidades de sus sacerdotes, ¡por derramar sangre inocente en las calles de la ciudad!


Acuden a ti en masa, y se sientan delante de ti y escuchan tus palabras, pero luego no las practican. Me halagan de labios para afuera, pero sus corazones solo buscan las ganancias injustas.


Por eso, como oprimen a los pobres y les exigen un impuesto sobre el grano, no vivirán en las casas de piedra labrada que han construido ni beberán del vino de los selectos viñedos que han plantado.


En aquel día se les hará burla, y se les cantará este lamento: “¡Estamos perdidos! Se están repartiendo los campos de mi pueblo. ¡Cómo me los arrebatan! Nuestra tierra se la reparten los traidores”».


Sus jueces juzgan por soborno, sus sacerdotes instruyen por paga y sus profetas predicen por dinero; para colmo, buscan apoyo en el Señor, diciendo: «¿No está el Señor entre nosotros? ¡No vendrá sobre nosotros ningún mal!».


Esto es lo que dice el Señor contra ustedes, profetas que desvían a mi pueblo: «Con el estómago lleno, invitan a la paz; con el vientre vacío, declaran la guerra.


Estoy incitando a los babilonios, ese pueblo despiadado e impetuoso, que recorre toda la tierra para apoderarse de territorios ajenos.


En botín se convertirán sus riquezas; sus casas quedarán en ruinas: “Edificarán casas, pero no las habitarán; plantarán viñas, pero del vino no beberán”.


A esos hay que taparles la boca, ya que están arruinando familias enteras al enseñar lo que no se debe y lo hacen para obtener ganancias mal habidas.


El obispo tiene a su cargo la obra de Dios y por lo tanto, debe ser irreprensible: no arrogante, ni iracundo, ni borracho, ni violento, ni codicioso de ganancias mal habidas.


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