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Jeremías 38:5 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

5 El rey Sedequías respondió: —Lo dejo en sus manos. Ni yo, que soy el rey, puedo oponerme a ustedes.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

5 Y dijo el rey Sedequías: He aquí que él está en vuestras manos; pues el rey nada puede hacer contra vosotros.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

5 El rey Sedequías estuvo de acuerdo. —Está bien —dijo—, hagan lo que quieran. No los puedo detener.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

5 Sedecías respondió: 'Ahí lo tienen, pues el rey nada puede contra ustedes.

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La Biblia Textual 3a Edicion

5 Y el rey Sedequías respondió: Mirad, él está en vuestras manos; nada puede hacer el rey contra vosotros.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

5 'Ahí está en vuestras manos -respondió el rey Sedecías-, pues el rey nada puede contra vosotros'.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

5 Entonces el rey Sedequías dijo: He aquí, él está en vuestras manos; pues el rey nada puede hacer contra vosotros.

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Jeremías 38:5
10 Referencias Cruzadas  

David respondió: —Hijos de Sarvia, esto no es asunto de ustedes, sino mío. Están actuando como si fueran mis adversarios. ¿Cómo va a morir hoy alguien del pueblo, cuando precisamente en este día vuelvo a ser rey de Israel?


En cuanto a mí, aunque me han ungido rey, soy todavía débil; no puedo hacerles frente a estos hijos de Sarvia. ¡Que el Señor pague al malhechor según sus malas obras!».


Temer a los hombres resulta una trampa, pero el que confía en el Señor sale bien librado.


En cuanto a mí, estoy en manos de ustedes; hagan conmigo lo que mejor les parezca.


El rey Sedequías mandó que trajeran a Jeremías al palacio y allí le preguntó en secreto: —¿Has recibido alguna palabra del Señor? —Sí —respondió Jeremías—, usted será entregado en manos del rey de Babilonia.


El rey dio entonces la orden y Daniel fue arrojado al foso de los leones. Allí el rey animaba a Daniel: —¡Que tu Dios, a quien sirves continuamente, se digne salvarte!


Trajeron entonces una piedra y con ella taparon la boca del foso. El rey lo selló con su propio anillo y con el de sus nobles para que la sentencia contra Daniel no pudiera ser cambiada.


—¡He pecado! —admitió Saúl—. He desobedecido la orden del Señor y tus instrucciones. Los soldados me intimidaron y les hice caso.


—Ya lo sé —respondió Aquis—. Para mí tú eres como un ángel de Dios. Sin embargo, los comandantes filisteos han decidido que no vayas con nosotros a la batalla.


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