Toda la gente se reunía para escucharlo con atención y para ver los milagros que hacía.
Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía.
Las multitudes escuchaban atentamente a Felipe, porque estaban deseosas de oír el mensaje y ver las señales milagrosas que él hacía.
Al escuchar a Felipe y ver los prodigios que realizaba, toda la población se interesó por su predicación.
Y al oír y ver las señales milagrosas que hacía, las gentes unánimemente prestaban profunda atención a las cosas dichas por Felipe.
Viendo y oyendo las señales que hacía, toda la gente prestaba atención a la predicación de Felipe,