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Juan 4:38 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

38 Yo os he enviado a cosechar lo que no os costó ningún trabajo. Otros se han fatigado trabajando, y vosotros habéis cosechado el fruto de ese trabajo.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

38 Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

38 Yo los envié a ustedes a cosechar donde no sembraron; otros ya habían hecho el trabajo, y ahora a ustedes les toca levantar la cosecha.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

38 Yo los he enviado a ustedes a cosechar donde otros han trabajado y sufrido. Otros se han fatigado y ustedes han retomado de su trabajo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

38 Yo os envié a segar lo que vosotros no habéis labrado; otros han labrado, y vosotros habéis entrado en su labor.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

38 Yo os envié a cosechar lo que vosotros no habéis trabajado; otros realizaron su trabajo, y de él os habéis aprovechado vosotros'.

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Juan 4:38
20 Referencias Cruzadas  

Por amor a su pueblo y al lugar donde habita, el Señor, Dios de sus antepasados, con frecuencia les enviaba advertencias por medio de sus mensajeros.


Una y otra vez os envié a mis siervos los profetas para que os advirtieran que no incurrierais en estas cosas tan abominables que yo detesto.


Jesús recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y dolencia entre la gente.


como testigo para dar testimonio de la luz, a fin de que por medio de él todos creyeran.


Como tú me enviaste al mundo, yo los envío también al mundo.


Porque, como dice el refrán: “Uno es el que siembra y otro el que cosecha”.


Muchos de los samaritanos que vivían en aquel pueblo creyeron en él por el testimonio que daba la mujer: «Me dijo todo lo que he hecho».


Así pues, los que recibieron su mensaje fueron bautizados, y aquel día se unieron a la iglesia unas tres mil personas.


Todos los creyentes eran de un solo sentir y pensar. Nadie consideraba suya ninguna de sus posesiones, sino que las compartían.


Pero muchos de los que oyeron el mensaje creyeron, y el número de estos, contando solo a los hombres, llegaba a unos cinco mil.


Y seguía aumentando el número de los que confiaban en el Señor.


Y la palabra de Dios se difundía: el número de los discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén, e incluso muchos de los sacerdotes obedecían a la fe.


No nos jactamos desmedidamente a costa del trabajo que otros han hecho. Al contrario, esperamos que, según vaya creciendo vuestra fe, también nuestro campo de acción entre vosotros se amplíe grandemente,


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