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Juan 11:35 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

35 Jesús lloró.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

35 Jesús lloró.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

35 Entonces Jesús lloró.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

35 Y Jesús lloró.

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La Biblia Textual 3a Edicion

35 Jesús lloró.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

35 Jesús rompió a llorar.

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Juan 11:35
17 Referencias Cruzadas  

Conmovido por la presencia de su hermano, y no pudiendo contener el llanto, José salió de prisa. Entró en su habitación, y allí se echó a llorar desconsoladamente.


¿Acaso no he llorado por los que sufren? ¿No me he condolido por los pobres?


Ríos de lágrimas brotan de mis ojos, porque tu ley no se obedece.


Despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, hecho para el sufrimiento. Todos evitaban mirarlo; fue despreciado, y no lo estimamos.


de todas sus angustias. Él mismo los salvó; no envió un emisario ni un ángel. En su amor y misericordia los rescató; los levantó y los llevó en sus brazos como en los tiempos de antaño.


Pero, si no obedecéis, lloraré en secreto a causa de vuestro orgullo; mis ojos llorarán amargamente y se desharán en lágrimas, porque el rebaño del Señor será llevado al cautiverio.


»Tú les dirás lo siguiente: »“Que corran lágrimas de mis ojos día y noche, sin cesar, porque la virginal hija de mi pueblo ha sufrido una herida terrible, ¡un golpe muy duro!


¡Ojalá mi cabeza fuera un manantial, y mis ojos una fuente de lágrimas, para llorar de día y de noche por los muertos de mi pueblo!


»Todo esto me hace llorar; los ojos se me nublan de llanto. No tengo cerca a nadie que me consuele; no tengo a nadie que me reanime. Mis hijos quedaron abandonados porque el enemigo salió victorioso».


Como la gente lo escuchaba, pasó a contarles una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y la gente pensaba que el reino de Dios iba a manifestarse en cualquier momento.


Cuando se acercaba a Jerusalén, Jesús vio la ciudad y lloró por ella.


Al ver llorar a María y a los judíos que la habían acompañado, Jesús se turbó y se conmovió profundamente.


―¿Dónde lo habéis puesto? —preguntó. ―Ven a verlo, Señor —le respondieron.


Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado.


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