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Éxodo 8:8 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

8 Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: ―Rogadle al Señor que aleje las ranas de mí y de mi pueblo, y yo dejaré ir al pueblo para que le ofrezca sacrificios.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

8 Entonces Faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo: Orad a Jehová para que quite las ranas de mí y de mi pueblo, y dejaré ir a tu pueblo para que ofrezca sacrificios a Jehová.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

8 Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les suplicó: —Rueguen al Señor que quite las ranas de mí y de mi gente. Yo dejaré salir a su pueblo para que ofrezca sacrificios al Señor.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

8 Dicho esto, se fueron Moisés y Aarón. Moisés llamó a Yavé por el asunto de las ranas, ya que se había comprometido con Faraón,

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La Biblia Textual 3a Edicion

8 Faraón entonces llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo: suplicad a YHVH que aparte las ranas de mí y de mi pueblo, y dejaré ir al pueblo para que ofrezca sacrificio a YHVH.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 Moisés y Aarón salieron del palacio del Faraón y Moisés invocó a Yahveh para que alejara las ranas que había enviado contra el Faraón.

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Éxodo 8:8
24 Referencias Cruzadas  

Entonces el rey le dijo al hombre de Dios: ―¡Apacigua al Señor tu Dios! ¡Ora por mí, para que se me cure el brazo! El hombre de Dios suplicó al Señor, y al rey se le curó el brazo, quedándole como antes.


Decidle a Dios: «¡Cuán imponentes son tus obras! Es tan grande tu poder que tus enemigos mismos se rinden ante ti.


A toda prisa mandó llamar el faraón a Moisés y a Aarón, y admitió: «He pecado contra el Señor vuestro Dios y contra vosotros.


Yo os pido que perdonéis mi pecado una vez más, y que roguéis por mí al Señor vuestro Dios, para que por lo menos aleje de donde yo estoy esta plaga mortal».


En cuanto Moisés salió de la presencia del faraón, rogó al Señor por el faraón.


Y cuando el rey de Egipto se enteró de que el pueblo se había escapado, tanto él como sus funcionarios cambiaron de parecer en cuanto a los israelitas y dijeron: «¡Pero qué hemos hecho! ¿Cómo pudimos dejar que se fueran los israelitas y abandonaran su trabajo?»


Moisés intentó apaciguar al Señor su Dios, y le suplicó: ―Señor, ¿por qué ha de encenderse tu ira contra este pueblo tuyo, que sacaste de Egipto con gran poder y con mano poderosa?


―¿Y quién es el Señor —respondió el faraón— para que yo le obedezca y deje ir a Israel? ¡Ni conozco al Señor, ni voy a dejar que Israel se vaya!


Pero, en cuanto el faraón experimentó alivio, endureció su corazón y, tal como el Señor lo había advertido, ya no quiso saber nada de Moisés ni de Aarón.


―En cuanto salga yo de aquí —le aseguró Moisés al faraón—, rogaré por ti al Señor, y de aquí a mañana los tábanos se habrán apartado de ti, de tus funcionarios y de tu pueblo. Pero tú no debes seguir engañándonos ni impidiendo que el pueblo vaya a ofrecerle sacrificios al Señor.


Pero una vez más el faraón endureció su corazón y no dejó que el pueblo se fuera.


Moisés le respondió: ―Dime cuándo quieres que ruegue al Señor por ti, por tus funcionarios y por tu pueblo. Las ranas se quedarán solo en el Nilo, y tú y tus casas os libraréis de ellas.


Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: ―Esta vez reconozco mi pecado. El Señor ha actuado con justicia, mientras que yo y mi pueblo hemos actuado mal.


No voy a deteneros más tiempo; voy a dejaros ir. Pero rogad por mí al Señor, que truenos y granizo los hemos tenido de sobra.


Tan pronto como Moisés dejó al faraón y salió de la ciudad, elevó sus manos en oración al Señor y, en seguida, cesaron los truenos y dejó de granizar y de llover sobre la tierra.


El pueblo se acercó entonces a Moisés, y le dijo: ―Hemos pecado al hablar contra el Señor y contra ti. Ruégale al Señor que nos quite esas serpientes. Moisés intercedió por el pueblo,


―Rogad al Señor por mí —respondió Simón—, para que no me suceda nada de lo que habéis dicho.


y le dijeron a Samuel: ―Ora al Señor tu Dios por nosotros, tus siervos, para que no nos quite la vida. A todos nuestros pecados hemos añadido la maldad de pedirle un rey.


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