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Daniel 2:11 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

11 Lo que el rey nos pide raya en lo imposible, y nadie podrá revelárselo, a no ser los dioses. ¡Pero ellos no viven entre nosotros!

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

11 Porque el asunto que el rey demanda es difícil, y no hay quien lo pueda declarar al rey, salvo los dioses cuya morada no es con la carne.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

11 Es imposible cumplir con lo que el rey exige. Nadie, excepto los dioses, puede contar al rey su sueño, pero los dioses no habitan entre los hombres.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 El rey pide demasiado; sólo los dioses pueden satisfacer esa exigencia del rey, pero ellos no se encuentran en el mundo de los mortales'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 Porque el asunto que el rey demanda es cosa ardua, y no hay quien lo pueda declarar al rey, salvo los dioses, cuya morada no está con la carne.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 Lo que el rey pide es tan difícil que nadie se lo puede descubrir al rey, salvo los dioses, cuya morada no está entre los hombres'.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

11 Finalmente, el asunto que el rey demanda, es singular, ni hay quien lo pueda declarar delante del rey, salvo los dioses cuya morada no es con la carne.

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Daniel 2:11
25 Referencias Cruzadas  

Luego le dijo a José: ―Puesto que Dios te ha revelado todo esto, no hay nadie más competente y sabio que tú.


Sin embargo, a la mañana siguiente se levantó muy preocupado, mandó llamar a todos los magos y sabios de Egipto, y les contó los dos sueños. Pero nadie se los pudo interpretar.


»Pero ¿será posible, Dios mío, que tú habites en la tierra? Si los cielos, por altos que sean, no pueden contenerte, ¡mucho menos este templo que he construido!


»Pero ¿será posible que tú, Dios mío, habites en la tierra con la humanidad? Si los cielos, por altos que sean, no pueden contenerte, ¡mucho menos este templo que he construido!


«Este será para siempre mi lugar de reposo; aquí pondré mi trono, porque así lo deseo.


Cuando tú, Dios y Señor, ascendiste a las alturas, te llevaste contigo a los cautivos; tomaste tributo de los hombres, aun de los rebeldes, para establecer tu morada.


Habitaré entre los israelitas, y seré su Dios.


«En todo esto anda la mano de Dios», admitieron los magos ante el faraón, pero este había endurecido su corazón, así que no les hizo caso, tal como el Señor lo había advertido.


»Persiste, entonces, en tus encantamientos y en tus muchas hechicerías, en las que te has ejercitado desde la niñez. Tal vez tengas éxito, tal vez puedas provocar terror.


Porque lo dice el excelso y sublime, el que vive para siempre, cuyo nombre es santo: «Yo habito en un lugar santo y sublime, pero también con el contrito y humilde de espíritu, para reanimar el espíritu de los humildes y alentar el corazón de los quebrantados.


Aquí me tenéis, con los hijos que el Señor me ha dado. Somos en Israel señales y presagios del Señor Todopoderoso, que habita en el monte Sión.


Yo, Nabucodonosor, estaba en mi palacio, feliz y lleno de prosperidad,


En tu reino hay un hombre en quien reposa el espíritu de los santos dioses. Cuando vivía el rey Nabucodonosor, tu padre, se halló que ese hombre poseía sabiduría, inteligencia y gran percepción, semejantes a las de los dioses. Tu padre llegó a nombrar a ese hombre jefe de los magos, hechiceros, astrólogos y adivinos.


¿Perdonaré la sangre que derramaron? ¡Claro que no la perdonaré!» ¡El Señor hará su morada en Sión!


»No profanes la tierra donde vives, y donde yo también vivo, porque yo, el Señor, habito entre los israelitas».


―Para los hombres es imposible —aclaró Jesús, mirándolos fijamente—, mas para Dios todo es posible.


Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.


el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce. Pero vosotros sí lo conocéis, porque vive con vosotros y estará en vosotros.


Le contestó Jesús: ―El que me ama obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra morada en él.


¿En qué concuerdan el templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos templo del Dios viviente. Como él ha dicho: «Viviré con ellos y caminaré entre ellos. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo». Por tanto, el Señor añade:


Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios.


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