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2 Samuel 21:22 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

22 Esos cuatro gigantes, que eran descendientes de Rafá el guitita, cayeron a manos de David y de sus oficiales.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

22 Estos cuatro eran descendientes de los gigantes en Gat, los cuales cayeron por mano de David y por mano de sus siervos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

22 Estos cuatro filisteos eran descendientes de los gigantes de Gat, pero David y sus guerreros los mataron.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

22 Los cuatro eran hombres de Gat descendientes de Rafá. Fueron muertos por las manos de David y de sus guardias.

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La Biblia Textual 3a Edicion

22 Estos cuatro eran hijos de Rafah en Gat, y cayeron por la mano de David, y por la mano de sus siervos.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

22 Estos cuatro hombres eran descendientes de Rafá, de Gat; pero cayeron a manos de David y de sus servidores.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

22 Estos cuatro le habían nacido al gigante en Gat, los cuales cayeron por la mano de David, y por la mano de sus siervos.

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2 Samuel 21:22
11 Referencias Cruzadas  

así que intentó matarlo un gigante llamado Isbibenob, que iba armado con una espada nueva y una lanza de bronce que pesaba más de tres kilos.


Este se puso a desafiar a los israelitas, pero Jonatán hijo de Simá, que era hermano de David, lo mató.


Estos fueron los descendientes de Rafá el guitita que cayeron a manos de David y de sus oficiales.


Con Dios obtendremos la victoria; ¡él pisoteará a nuestros enemigos!


Gritos de júbilo y victoria resuenan en las casas de los justos: «¡La diestra del Señor realiza proezas!


Con Dios obtendremos la victoria; ¡él pisoteará a nuestros enemigos!


Me fijé en que en esta vida la carrera no la ganan los más veloces, ni ganan la batalla los más valientes; que tampoco los sabios tienen qué comer, ni los inteligentes abundan en dinero, ni los instruidos gozan de simpatía, sino que a todos les llegan buenos y malos tiempos.


Así dice el Señor: «Que no se gloríe el sabio de su sabiduría, ni el poderoso de su poder, ni el rico de su riqueza.


¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?


Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.


Dame, pues, la región montañosa que el Señor me prometió en esa ocasión. Desde ese día, tú bien sabes que los anaquitas habitan allí, y que sus ciudades son enormes y fortificadas. Sin embargo, con la ayuda del Señor los expulsaré de ese territorio, tal como él ha prometido».


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