使徒行傳 22
Hechos 22 - Introducción
Relato de la conversión de Pablo. (1-11) Pablo se dirige a predicar a los gentiles. (12-21) La ira de los judíos Pablo alega que es ciudadano romano. (22-30)
Hechos 22:1-11
1-11 El apóstol se dirigió a la multitud enfurecida, con el estilo habitual de respeto y buena voluntad. Pablo relata la historia de sus primeros años de vida de manera muy particular; señala que su conversión fue totalmente obra de Dios. Los pecadores condenados son golpeados por el poder de las tinieblas, y es una ceguera duradera, como la de los judíos incrédulos. Los pecadores convencidos son sorprendidos como lo fue Pablo, no por las tinieblas, sino por la luz. Por un tiempo se ven perdidos en su interior, pero es para que sean iluminados. Una simple relación de los tratos del Señor con nosotros, al llevarnos, desde la oposición, a profesar y promover su evangelio, cuando se presenta con un espíritu y una manera correctos, a veces causará más impresión que los discursos trabajados, aunque no llegue a ser una prueba completa de la verdad, tal como se mostró en el cambio operado en el apóstol.
Hechos 22:12-21
12-21 El apóstol continúa relatando cómo fue confirmado en el cambio que había hecho. Habiendo elegido el Señor al pecador, para que conozca su voluntad, es humillado, iluminado y llevado al conocimiento de Cristo y de su bendito evangelio. Cristo es llamado aquí ese Justo; porque es Jesucristo el justo. Aquellos que Dios ha elegido para conocer su voluntad, deben mirar a Jesús, porque por él Dios nos ha dado a conocer su buena voluntad. El gran privilegio evangélico, sellado para nosotros por el bautismo, es el perdón de los pecados. Bautizate, y lava tus pecados; es decir, recibe el consuelo del perdón de tus pecados en y por medio de Jesucristo, y apóyate en su justicia para ese fin; y recibe el poder contra el pecado, para mortificar tus corrupciones. Bautizaos, y no descanséis en la señal, sino aseguraos de lo que significa, la eliminación de la suciedad del pecado. El gran deber evangélico, al que estamos obligados por nuestro bautismo, es buscar el perdón de nuestros pecados en nombre de Cristo, y en dependencia de él y de su justicia. Dios designa a sus obreros su día y su lugar, y es conveniente que sigan su designación, aunque se oponga a su propia voluntad. La Providencia concibe mejor para nosotros que nosotros mismos; debemos remitirnos a la guía de Dios. Si Cristo envía a alguien, su Espíritu le acompañará y le hará ver el fruto de sus trabajos. Pero nada puede reconciliar el corazón del hombre con el Evangelio, sino la gracia especial de Dios.
Hechos 22:22-30
22-30 Los judíos escucharon el relato de Pablo sobre su conversión, pero la mención de que había sido enviado a los gentiles era tan contraria a todos sus prejuicios nacionales, que no quisieron escuchar más. Su conducta frenética asombró al oficial romano, que supuso que Pablo debía haber cometido algún gran crimen. Pablo alegó su privilegio como ciudadano romano, por el cual estaba exento de todos los juicios y castigos que pudieran obligarle a confesarse culpable. La forma en que habló muestra claramente la santa seguridad y la serenidad de la que gozaba. Como Pablo era judío, de baja condición, el oficial romano le preguntó cómo había obtenido tan valiosa distinción; pero el apóstol le dijo que había nacido libre. Valoremos esa libertad con la que nacen todos los hijos de Dios; que ninguna suma de dinero, por grande que sea, puede comprar para los que permanecen sin regenerar. Esto puso de inmediato fin a su problema. De esta manera, el temor de los hombres aleja a muchos de las malas prácticas, mientras que el temor de Dios no los alejaría de ellas. El apóstol pregunta, simplemente, si es lícito. Él sabía que el Dios a quien servía lo apoyaría en todos los sufrimientos por causa de su nombre. Pero si no fuera lícito, la religión del apóstol lo dirigía, si era posible, a evitarlo. Nunca rehusó la cruz que su divino Maestro puso en su camino; y nunca se apartó de ese camino para tomar una.