16 Por cuanto el rey ha de oír, para librar a su sierva de la palma° del hombre que querría destruirme, a mí y a mi hijo, eliminándolos de la heredad de Dios.
Ahora, pues, que mi señor, el rey, se digne escuchar las palabras de su siervo. Si es Yahveh quien te excita contra mí, que acepte el olor de una ofrenda; pero si son los hombres, malditos sean ellos ante Yahveh, porque me expulsan hoy para que no tenga parte en la heredad de Yahveh, como si me dijeran: 'Vete a servir a dioses extranjeros'.
Ahora he venido a comunicar esto al rey, mi señor, porque el pueblo me dio miedo. Por eso se dijo tu sierva: 'Voy a hablar al rey; seguramente dará cumplimiento a lo que diga su sierva'.
Soy una de las ciudades más pacíficas y fieles de Israel; sin embargo, tú intentas traer la muerte a una ciudad que es una metrópoli en Israel. ¿Por qué quieres aniquilar la heredad de Yahveh?'.