Los demonios son entidades sobrenaturales que impulsan a las personas a actuar de manera inapropiada. Estos espíritus no pueden actuar por sí solos, por lo que necesitan poseer un cuerpo humano para poder manifestarse. No obstante, no pueden poseer a una persona en contra de su voluntad, sino que lo hacen con el consentimiento de la misma. Pueden entrar a la vida de una persona a través de sus sentidos, valiéndose de lo que ve, escucha o toca.
Satanás no busca el bienestar de las personas, y los demonios logran que aquellos que están bajo su influencia vivan de manera impura. En la palabra de Dios se relatan casos de personas que fueron víctimas de posesión demoníaca, lo cual les causaba problemas físicos. Un ejemplo es Judas, que es el mejor ejemplo de ser engañado y permitir que la maldad lo domine. Dios permitió que el rey Saúl, después de rebelarse contra Él, fuera atormentado por un espíritu maligno, lo que se reflejaba en su estado de ánimo depresivo y su creciente deseo de matar a David (1 Samuel 18:10-11).
La buena noticia es que Jesucristo nunca nos abandona, sin importar nuestra condición o los abandonos de los demás. La única forma de alcanzar la verdadera libertad es acercándonos a Jesús, ya que solo su presencia en nuestras vidas nos libera completamente. Así que guarda tu corazón y pídele a Jesús que domine tu alma, para que el diablo no tenga lugar en ti.
Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.
Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa.
El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados;
La mujer era griega, y sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio.
Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían estos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados;
Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio.
Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él, y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios.
Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos eran sanados.
Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios;
Y respondiendo uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a ti a mi hijo, que tiene un espíritu mudo,
el cual, dondequiera que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron.
Y cuando salió él de la barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo,
Al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él.
Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Volveré a mi casa de donde salí.
Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.
Cuando llegó a la otra orilla, a la tierra de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino.
y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar.
Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él.
Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho, y este quedó sano desde aquella hora.
Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba.
Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia.
Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos;
Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando.
Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.