a otro le concede que haga milagros, y a otro que profetice; a otro le da perspicacia para discernir espíritus; a otro que hable diferentes lenguas, y a otro la capacidad para interpretar las lenguas.
Ahora bien, Dios nos concede diversidad de dones, aunque el Espíritu Santo es la fuente de todos ellos. Hay diferentes modos de servir al Señor, aunque siempre es a un mismo Señor a quien servimos. También hay diferentes maneras de actuar, pero siempre es un mismo Dios el que hace todas las cosas en todos. En cada uno de nosotros, y para beneficio de todos, el Espíritu Santo se manifiesta de una manera distinta. A uno, el Espíritu le da palabra de sabiduría; a otro, el mismo Espíritu le da palabra llena de conocimiento; a otro le da fe por el mismo Espíritu, y a otro, por el mismo Espíritu, el don de sanar enfermos; a otro le concede que haga milagros, y a otro que profetice; a otro le da perspicacia para discernir espíritus; a otro que hable diferentes lenguas, y a otro la capacidad para interpretar las lenguas. Pero siempre es uno y el mismo Espíritu el que concede tales dones y el que los reparte según su criterio y voluntad. Un cuerpo con muchos miembros
Así, en la iglesia, Dios ha encomendado diferentes funciones, poniendo a unos como apóstoles, a otros como profetas y a otros como maestros. También hay los que hacen milagros, los que pueden sanar a otros, los que ayudan, los administradores y los que poseen el don de hablar en lenguas extrañas.
Lo que trato de decir con este ejemplo es que el Cuerpo de Cristo, o sea, la iglesia, lo constituye el conjunto de todos vosotros; pero que cada uno, por separado, es miembro del mismo. Así, en la iglesia, Dios ha encomendado diferentes funciones, poniendo a unos como apóstoles, a otros como profetas y a otros como maestros. También hay los que hacen milagros, los que pueden sanar a otros, los que ayudan, los administradores y los que poseen el don de hablar en lenguas extrañas. ¿Son todos apóstoles, todos profetas o todos maestros? ¿Hacen todos milagros? ¿Tienen todos el don de sanar a los enfermos? ¿Hablan todos distintas lenguas, o son todos capaces de interpretarlas? Aspirad a poseer los mejores dones. Pero dejadme que yo ahora os enseñe el más excelente de los caminos a seguir.
¿Tienen todos el don de sanar a los enfermos? ¿Hablan todos distintas lenguas, o son todos capaces de interpretarlas?
Si yo hablara lenguas humanas o angélicas, pero no tengo amor, seré como una campana que suena o un platillo que retiñe.
Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en lenguas que no conocían, conforme a lo que el Espíritu les daba que hablasen.
Sea siempre el amor vuestra más alta meta. Aspirad también a poseer los dones espirituales, y especialmente el don de la profecía, o sea, de la comunicación del mensaje de Dios. Porque aquel que bajo la inspiración del Espíritu Santo habla en lenguas extrañas, no habla a la gente, sino a Dios. Quizá diga algo muy profundo, pero los oyentes no pueden entenderlo porque el mensaje les queda oculto. En cambio, el que profetiza habla a sus semejantes y se dirige a personas que, escuchando sus palabras, son edificadas espiritualmente, exhortadas y animadas. El que habla en lenguas extrañas se edifica a sí mismo; pero el que profetiza, es decir, el que comunica mensajes de Dios, edifi-'ca espiritualm ente a la iglesia. ¡Ojalá todos hablarais en lenguas!, pero lo mejor es que profeticéis, porque este es un don superior y mucho más útil que el hablar en lenguas extrañas, a menos que después se las interprete para edificación de la iglesia.
¡Ojalá todos hablarais en lenguas!, pero lo mejor es que profeticéis, porque este es un don superior y mucho más útil que el hablar en lenguas extrañas, a menos que después se las interprete para edificación de la iglesia.
Por eso, si alguien tiene el don de hablar una lengua extraña, pida en oración que Dios le otorgue también el don de interpretarla;
Porque, decidme, hermanos, si yo fuera a vosotros hablándoos en lenguas extrañas, ¿de qué os aprovecharía? Pero si os hago partícipes de una revelación, un conocimiento, un mensaje de Dios o una enseñanza, entonces sí os estaré comunicando algo que redunde en beneficio vuestro. Por ejemplo, los instrumentos musicales, como la flauta o el arpa, producen sonidos de timbre distinto; pero si no fuera así, ¿cómo podría reconocerse si una melodía se está tocando con flauta o con arpa? O también, si la trompeta diera un sonido confuso, ¿cómo reconocerían los soldados la orden de entrar en combate? Del mismo modo, si vosotros hablarais en una lengua incomprensible, ¿quién sabría lo que estáis diciendo? Sería como si hablarais al aire. En el mundo hay multitud de idiomas, y cada uno tiene su propio significado. Sin embargo, si yo ignoro el significado de las palabras de un idioma, seré un extranjero para el que lo hable, y él lo será para mí. Así también vosotros; puesto que anheláis los dones que concede el Espíritu Santo, aspirad a poseer abundantemente aquellos que más beneficiosos sean para la edificación de la iglesia.
Sea siempre el amor vuestra más alta meta. Aspirad también a poseer los dones espirituales, y especialmente el don de la profecía, o sea, de la comunicación del mensaje de Dios. Porque aquel que bajo la inspiración del Espíritu Santo habla en lenguas extrañas, no habla a la gente, sino a Dios. Quizá diga algo muy profundo, pero los oyentes no pueden entenderlo porque el mensaje les queda oculto.
En fin, hermanos, ¿qué más puedo deciros? Que cuando os reunáis, cada cual haga uso del don que haya recibido, sea cantar alabanzas al Señor, instruir a otros en el evangelio, comunicar alguna revelación de Dios, hablar en lengua extraña o interpretar lo que otros hayan hablado. Lo más importante es que todo lo que se haga sirva para la edificación espiritual de la iglesia.
Por eso, si alguien tiene el don de hablar una lengua extraña, pida en oración que Dios le otorgue también el don de interpretarla; porque si yo orase en una lengua que no entiendo, mi espíritu se hallaría en oración, pero mi mente estaría totalmente vacía.
Hablar en lengua extraña es algo que no deben hacer más de dos o, como mucho, tres personas. Que hablen por turno, no al mismo tiempo, y siempre que haya alguien capaz de interpretar lo que están diciendo. Pero si entre los presentes no hay quien pueda interpretarlo, que nadie hable en lenguas, a menos que lo haga consigo mismo y con Dios, no públicamente.
Por lo tanto, lo que debo hacer es orar con el espíritu, y orar también con la inteligencia. De la misma forma, debo cantar con el espíritu, y cantar también con la inteligencia.
Así pues, hermanos, procurad ser profetas, anunciad con claridad el mensaje de Dios y no tratéis de impedir que en la iglesia se hable en lenguas extrañas.
Porque si alguien alaba a Dios y le da gracias solamente con el espíritu, ¿cómo podrá el que lo escucha unirse a él para alabar a Dios, y cómo podrá decir 'Amén' a su acción de gracias, si no sabe lo que ha dicho? Seguramente él habrá dado gracias de corazón, pero el otro no se sentirá edificado.
Yo sí, doy gracias a Dios en lo que a mí se refiere, porque puedo hablar en lenguas más que cualquiera de vosotros; pero cuando estoy en la iglesia prefiero hablar con inteligencia cinco palabras que la gente pueda comprender y les sirvan de ayuda, que diez mil palabras en una lengua desconocida.
Y habrá señales que acompañarán a los que creen: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán nuevas lenguas,
Así que, como veis, el hablar en lenguas no es una señal para los creyentes, sino para los incrédulos; mientras que la profecía, la predicación del mensaje de Dios, no es señal para los incrédulos, sino para los creyentes.
Sin embargo, si yo ignoro el significado de las palabras de un idioma, seré un extranjero para el que lo hable, y él lo será para mí.
Sin embargo, si estando vosotros congregados como iglesia entra uno que no conoce el evangelio, o que es incrédulo, y os oye hablar a todos en lenguas extrañas, pensará que estáis locos; pero si todos estáis profetizando, y entra un incrédulo o uno que no conoce el evangelio, vuestro testimonio unánime le convencerá de su condición de pecador. Al escucharos se le harán manifiestos los más profundos secretos de su corazón, y cayendo de rodillas adorará a Dios y reconocerá que Dios está verdaderamente en medio de vosotros. Orden en los cultos
En fin, hermanos, ¿qué más puedo deciros? Que cuando os reunáis, cada cual haga uso del don que haya recibido, sea cantar alabanzas al Señor, instruir a otros en el evangelio, comunicar alguna revelación de Dios, hablar en lengua extraña o interpretar lo que otros hayan hablado. Lo más importante es que todo lo que se haga sirva para la edificación espiritual de la iglesia. Hablar en lengua extraña es algo que no deben hacer más de dos o, como mucho, tres personas. Que hablen por turno, no al mismo tiempo, y siempre que haya alguien capaz de interpretar lo que están diciendo. Pero si entre los presentes no hay quien pueda interpretarlo, que nadie hable en lenguas, a menos que lo haga consigo mismo y con Dios, no públicamente.
De la misma manera, los que tienen el don de profetizar hablen dos o tres, y los que escuchan juzguen acerca de lo que oyen. Ahora bien, si mientras uno profetiza, alguno de los que están sentados recibe una revelación, que calle el primero y ceda al segundo el uso de la palabra. Pero siempre hable uno después de otro, para que todos aprendan y se sientan animados. Los espíritus de los profetas deben sujetarse a una disciplina propia de los profetas, porque a Dios no le agrada el desorden ni la confusión, sino la armonía. Como ocurre en las demás iglesias donde se reúne el pueblo de Dios,
Así pues, hermanos, procurad ser profetas, anunciad con claridad el mensaje de Dios y no tratéis de impedir que en la iglesia se hable en lenguas extrañas. Pero, eso sí, hacedlo todo dignamente y con el debido orden.
Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en lenguas que no conocían, conforme a lo que el Espíritu les daba que hablasen. Por aquellos días, a causa de la fiesta, se había reunido en Jerusalén un gran número de judíos piadosos, procedentes de muy distintas naciones. Al oir aquel estruendo, la muchedumbre corrió a ver lo que estaba sucediendo; y todos se sentían confusos, porque cada uno escuchaba en su propio idioma lo que decían los apóstoles.
y cretenses y árabes. Y todos les oímos contar en nuestra propia lengua las obras maravillosas de Dios.Se preguntaban, pues, atónitos y perplejos:
Lo cual era evidente, porque les oían hablar y alabar a Dios en lenguas que no conocían.
y cuando Pablo les impuso las manos, el Espíritu Santo vino sobre ellos, y hablaron en lenguas que no conocían, y profetizaron.
Dios nos ha repartido sus dones entre nosotros según su propio criterio, y a cada cual lo ha capacitado para llevar a cabo una función determinada. Por lo tanto, quien tenga el don de anunciar el evangelio, que lo anuncie de acuerdo con la fe; quien sea apto para servir a los demás, que cumpla bien su servicio; el que enseña, dedíquese a la enseñanza; el que sepa animar a otros, que no deje de hacerlo, y el que pueda socorrer con sus bienes a los necesitados, que sea generoso. Si alguno tiene el don de dirigir trabajos ajenos, hágalo con solicitud; y el que sea capaz de ayudar y consolar al afligido, entréguese a ello con alegría. El amor
Nosotros las conocemos porque Dios nos las reveló por medio de su Espíritu, que es el Espíritu que todo lo escudriña, hasta lo más profundo de los secretos de Dios. ¿Acaso alguien puede conocer lo que hay en lo más íntimo de un ser humano, a no ser el propio espíritu que alienta dentro de él? De la misma manera, nadie puede conocer lo que hay en lo profundo de Dios, a no ser el propio Espíritu de Dios. Pues bien, nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino que Dios nos ha dado el Espíritu que de él procede, para que podamos conocer el don glorioso que Dios nos ha concedido. Y ahora, al hablaros de esto, no lo hacemos con palabras propias de la sabiduría humana, sino con las que el Espíritu puso en nosotros; de modo que nos valemos de lo espiritual para explicar las verdades espirituales.
Hermanos míos, comprended por qué cuando estuve ahí no pude hablaros como a personas espiritualmente adultas. Os hablé como a niños sujetos todavía a sus propios deseos, como a gente sin madurar en la fe de Cristo. Y hube de alimentaros con leche, porque no erais capaces de digerir el alimento sólido de los adultos.
Así que téngannos todos por servidores de Cristo, por administradores encargados de dar a conocer los secretos del Señor.
En cada uno de nosotros, y para beneficio de todos, el Espíritu Santo se manifiesta de una manera distinta.
Sea siempre el amor vuestra más alta meta. Aspirad también a poseer los dones espirituales, y especialmente el don de la profecía, o sea, de la comunicación del mensaje de Dios.
Cuando estuve entre vosotros di pruebas de ser un apóstol, un enviado de Dios, haciendo con constancia señales, prodigios y obras poderosas.
En cambio, cuando el Espíritu Santo dirige nuestra vida, produce en nosotros frutos de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, manÍsedumbre y templanza, cosas contra las cuales no existe ninguna ley.
Él mismo repartió diferentes dones: a unos los hizo apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas, y a otros, pastores y maestros. Todo ello a fin de que los suyos estén perfectamente capacitados para conducir la iglesia, esto es, para edificar el cuerpo de Cristo,
De todos modos os exhorto a que viváis como es propio del evangelio de Cristo, para que, tanto si voy a veros otra vez como si no, siempre oiga decir que permanecéis firmes, participando de un mismo espíritu, unidos en la misma lucha en pro de la fe del evangelio
Que la palabra de Cristo rebose en vosotros de tal manera que unos a otros seáis capaces de instruiros y animaros con sabiduría, y que, llenos de gratitud vuestros corazones, cantéis al Señor salmos, himnos y cánticos espirituales,
No apaguéis el fuego del Espíritu Santo ni tengáis en poco las profecías. Examinadlo todo, pero retened sólo lo bueno.
a cuyo testimonio añadió Dios el suyo, con señales extraordinarias, con acciones portentosas y diversidad de milagros, y repartiendo según su voluntad los dones del Espíritu Santo. Jesús, hecho igual a sus hermanos
Todo lo que recibimos de bueno y perfecto procede de Dios, creador de todas las luces del universo y en quien no hay cambio alguno ni sombra de variación.
Amados, no confiéis en el espíritu de cualquiera, sino discernid los espíritus poniéndolos a prueba, porque muchos falsos profetas han surgido y andan por el mundo.
Dios os ha concedido diversidad de dones, y cada uno de vosotros, actuando como buen administrador de la multiforme gracia de Dios, debe poner al servicio de los demás el don que haya recibido.
porque no seréis vosotros quienes habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vuestra boca.
porque en ese mismo momento, en presencia de ellos, el Espíritu Santo os dará las palabras oportunas. Parábola del rico insensato
De igual manera, el Espíritu Santo nos ayuda a superar nuestra humana debilidad; porque ni siquiera sabemos qué debemos pedir ni cómo pedirlo, y es el Espíritu Santo el que ora por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y el Padre, que conoce hasta lo más íntimo del corazón, sabe lo que el Espíritu dice, porque el Espíritu intercede por nosotros de acuerdo con la voluntad de Dios. Más que vencedores
Amados hermanos, no seáis como niños en vuestra manera de pensar, sino pensad como adultos que sois. Sed niños únicamente en lo que a la malicia se refiere.
Cuando alguien se convierte a Cristo, se transforma en una nueva criatura. Su existencia anterior queda atrás, y él comienza a vivir una nueva vida, a ser parte de una nueva creación.
En cualquier caso, con la ayuda de Cristo, que me da fortaleza y poder, estoy preparado para hacer lo que sea necesario.
El que guarda los mandamientos permanece en Dios, y Dios en él. Y sabemos que Dios permanece en nosotros por el Espíritu Santo que nos ha dado.
pero nos consta que Cristo, el Hijo de Dios, ha acudido en nuestro auxilio, y que nos ha dado la necesaria inteligencia para conocer al Dios verdadero. Y en él estamos, en el verdadero, porque estamos en su Hijo Jesucristo. ¡Él es el Dios verdadero y la vida eterna!
Cuando acabaron de orar se estremeció el lugar donde se habían reunido los creyentes, y todos ellos quedaron llenos del Espíritu Santo. A partir de entonces, se entregaron con mayor denuedo a predicar el mensaje de Dios. Los creyentes comparten sus bienes
Cuando los apóstoles que se encontraban en Jerusalén supieron que el pueblo de Samaria había recibido el mensaje de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan. Ellos, en cuanto llegaron, intercedieron en oración por los nuevos creyentes, a fin de que recibieran el Espíritu Santo. Porque aún no había descendido el Espíritu sobre ellos, que habían sido bautizados únicamente en el nombre de Jesús. Les impusieron, pues, las manos y recibieron el Espíritu Santo.
Dios, que conoce el corazón humano, demostró que acepta a los gentiles, pues a ellos, lo mismo que a nosotros, les dio el Espíritu Santo. Y no hizo diferencia entre ellos y nosotros, sino que también por medio de la fe purificó su corazón.
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