Por tanto os digo: no andéis afanados para vuestra alma, qué comeréis(b), ni para vuestro cuerpo, que vestiréis. ¿No es más el alma que la comida y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo(c), que no siembran, ni siegan, ni allegan en trojes; y vuestro Padre celestial las alimenta. Pues ¿no sois vosotros mucho más que ellas(d)?
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo, como la da el mundo(z). No se turbe vuestro corazón, ni se acobarde.
Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre(t), allí estoy en medio de ellos'.
Venid a mí, todos los que estáis trabajados y cargados(g), y yo os aliviaré. Traed mi yugo sobre vosotros(h), y aprended de mí, que manso soy y humilde(i) de corazón; y hallaréis reposo para vuestras almas. Porque mi yugo suave es, y mi carga ligera(j)'.
El ladrón no viene, sino para hurtar, y para matar, y para destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en más abundancia.
Esto os he dicho, para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis apretura. Mas tened confianza, que yo he vencido al mundo(x)”.
Si estuviereis en mí, y mis palabras estuvieren en vosotros, pediréis cuanto quisiereis, y os será hecho(i).
Enseñándolas a observar todas las cosas que os he mandado(r). Y mirad que yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación del siglo(s)'.
Pues todo aquel que oye estas mis palabras, y las cumple, comparado será a un varón(r) sabio, que edificó su casa sobre la peña: Que descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron impetuosamente en aquella casa, y no cayó; porque estaba cimentada sobre peña.
Y el Consolador(w), el Espíritu santo, que enviará el Padre en mi nombre(x), él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo aquello que yo os hubiere dicho(y).
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