
El que mora al abrigo del Alt simo y a la sombra del Omnipotente se aposenta, puede al Se or decir: '¡Mi refugio y fortaleza, mi Dios, en quien conf o!'.
Conf a en Yahveh de todo corazón y no te apoyes en tu entendimiento. En todos tus caminos reconócele y él enderezará tus senderos.
de todo mal él te preserva y protege tu vida. El Se or guarda tus idas y venidas, desde ahora, para siempre.
Canto gradual. De Salomón. Si no fuera el Se or quien construye la casa, inútilmente se afanan los canteros; si no fuera el Se or quien custodia la ciudad, inútilmente vigilan los guardianes.
Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis ni les tengáis miedo, porque Yahveh, tu Dios, va contigo y no te dejará ni te abandonará'.
no temas, que yo estoy contigo; no te asustes, que yo soy tu Dios. Te fortalezco y te ayudo, te sostengo con mi diestra salvadora.
Pues el Esp ritu que Dios nos dio no es de timidez sino de fortaleza, de amor y de autodominio.
Aunque hubiera de ir por los valles sombr os de la muerte, ningún mal temer a, pues conmigo estás tú: tu bastón y tu cayado me confortan.
Mas ningún arma forjada contra ti tendrá éxito, y toda lengua que se alce contra ti en juicio la declararás culpable. Ésta es la herencia de los siervos de Yahveh, y las victorias que les concedo - dice Yahveh -.
De David. El Se or es mi luz y mi socorro, ¿de quién he de temer? El Se or es el alcázar de mi vida, ¿de quién he de temblar?
¿Olvida una mujer a su ni o, una madre al hijo de sus entra as? Pues aunque ellas lo olvidaran, yo no me olvidar a de ti. Mira: en las palmas de mis manos te llevo grabada, tus murallas están siempre ante m.
Nuestra vida está en espera del Se or, él, nuestro socorro y nuestro escudo. En él se nos alegra el corazón, y en su sagrado nombre confiamos. Vengan, Se or, sobre nosotros tus mercedes, cual de ti lo esperamos.
Alzo mis ojos hacia las monta as, ¿de qué parte podrá llegar mi ayuda? Mi ayuda viene del Se or, hacedor de los cielos y la tierra.
Aunque me halle en la angustia, tú conservas mi vida; contra mis enfurecidos enemigos extiendes tú la mano, y tu diestra me salva:
Si pasas por las aguas, contigo estoy, si por los r os, no te anegarán; si andas por el fuego, no te quemarás y la llama no te abrasará.
¿No soy yo quien te da esta orden? Sé fuerte y animoso; no tiembles ni temas, porque Yahveh, tu Dios, irá contigo adondequiera que vayas'.
No os dejéis arrastrar por la codicia y contentaos con lo que tenéis. Pues él ha dicho: No te dejaré ni te abandonaré. Y as, nosotros podemos confiadamente decir: El Se or es quien me ayuda; nada temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre?
Por eso os digo: no os angustiéis por vuestra vida: qué vais a comer [o qué vais a beber]; ni por vuestro cuerpo: con qué lo vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran ni siegan ni alacenan en graneros; sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
'La paz os dejo, mi paz os doy: no como el mundo la da, la doy yo. No se turbe vuestro corazón ni sienta miedo.
Conf a en el Se or y obra bien: Bet morarás en el pa s y de tu fidelidad tendrás contento. Si en el Se or pones tu gozo, te dará él lo que pidan tus deseos.
Queden grabadas en tu corazón estas palabras que yo te mando hoy. Las inculcarás a tus hijos y se las recitarás cuando estés en tu casa y cuando vayas de camino, cuando estés acostado y cuando estés levantado.
El Se or afirma el paso del varón Mem en cuyas sendas se complace. No quedará postrado, aunque cayere, pues el Se or lo tiene de su mano.
Tengo la firme certeza de que ni muerte ni vida, ni ángeles ni principados, ni lo presente ni lo futuro, ni potestades, ni altura ni profundidad, ni ninguna otra cosa creada, podrá separarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Se or nuestro.
Gobierna el orbe con justicia y juzga las naciones rectamente. El Se or es el torreón del oprimido, Váu su refugio en los momentos del aprieto.
mi solaz, mi ciudadela y mi refugio, mi cobijo, el escudo en que me guardo, y el que allana los pueblos a mis pies.
No temerás el espanto repentino ni la tormenta que cae sobre el malvado, porque Yahveh será tu seguridad y librará tu pie de la trampa.
Con propósito firme aseguras la paz, pues en ti se conf a. Confiad en Yahveh por siempre jamás, pues en Yah - en Yahveh - está la roca eterna,
La guerra hace cesar en todos los confines, rompe arcos, quiebra lanzas y consume los carros en el fuego.
hacen suave su boca, de manteca, y en su seno está la guerra; lenifican sus labios, más que el óleo, y son sables desnudos.
El Se or es mi fortaleza, él mi escudo, en él espero y él me ayuda: mi corazón se regocija y con mi canto le doy gracias.
Hijo m o, no olvides mis ense anzas y guarda mis preceptos en tu corazón, porque largos d as, a os de vida y paz a adirán en tu haber.
Por lo demás, fortaleceos en el Se or y en la fuerza de su poder. Revest os de la armadura de Dios, para que podáis resistir contra las asechanzas del diablo;
Y temerán desde el occidente el nombre de Yahveh y desde el sol naciente su gloria; pues vendrá como torrente desencadenado al que impulsa el soplo de Yahveh.
Él te libra, en efecto, del lazo del cazador y de la palabra perniciosa. Con sus plumas te protege, bajo sus alas hallas un refugio por escudo y defensa su antebrazo.
No hay temor en el amor; sino que el amor perfecto echa fuera el temor, porque el temor supone castigo, y el que teme no es perfecto en el amor.
Los caminos de Dios son intachables, los dichos del Se or acrisolados; es escudo para cuantos a él se acogen.
Porque donde están dos o tres congregados para invocar mi nombre, all estoy yo entre ellos'.
Él da fuerza al cansado, acrecienta el vigor al impotente. Se cansarán los jóvenes y se fatigarán, los mozos, tropezando, caerán; pero los que esperan en Yahveh cobrarán nueva fuerza, les crecerán las alas como a las águilas, correrán y no se fatigarán, andarán y no se cansarán.
Ya que en m se complace, yo le salvo, yo lo pongo en seguro, por conocer mi nombre. Él me invoca y yo lo atiendo, en la angustia estoy con él para librarle y ponerlo en dignidad. De abundancia de d as habré yo de saciarle y llevarlo a gustar mi salvación.
Venid a m todos los que estáis rendidos y agobiados por el trabajo, que yo os daré descanso. Cargad con mi yugo y aprended de m, porque soy manso y humilde de corazón, y hallaréis reposo para vosotros; porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera'.
Estad alerta, permaneced en la fe, sed valientes, sed fuertes. Todo lo que hagáis, hacedlo con amor.
Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia, para que obtengamos misericordia y hallemos gracia para ser socorridos en el momento oportuno.
En correspondencia, mi Dios colmará todas vuestras necesidades según su riqueza en la gloria, en Cristo Jesús.
Como culpables trátalos, oh Dios, y que sucumban con sus planes. Deséchalos, por sus incontables rebeld as, pues se rebelan contra ti. Con ello han de alegrarse cuantos buscan tu refugio; exultarán perpetuamente de que tú los protejas, y en ti se gozarán cuantos aman tu nombre.
El ladrón no viene sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida, una vida plena.
Será seguridad de tus d as, un caudal de salud, de sabidur a y de conocimiento. El temor de Yahveh será su tesoro.
A aquel que tiene poder sobre todas las cosas y puede hacer incomparablemente más de lo que pedimos o pensamos, según el poder que actúa en nosotros,
Mirad al Dios de mi salvación: conf o y no temo, que mi fuerza y mi canto es Yahveh y él es mi salvación'.
Él no permite que tus pies resbalen, tu custodio no duerme; no duerme, cierto, ni dormita el guardián de Israel.
Porque los ojos del Se or están sobre los justos; y sus o dos, atentos a su clamor. Pero el Se or se enfrenta con los que hacen el mal.
No habéis afrontado ninguna tentación superior a la capacidad humana. Dios es fiel y no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas; por el contrario, junto con la tentación, os proporcionará también el feliz resultado de poderla resistir.
En tus atrios un d a vale mil: yo prefiero estar en la puerta de la casa del Se or, que habitar en las tiendas del imp o.
pues has sido refugio para el pobre, refugio para el indigente en su angustia, reparo contra el aguacero, sombra contra el calor. Porque el soplo de los poderosos es como aguacero contra un muro.
No os afanéis por nada, sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica, con acción de gracias, vuestras peticiones sean públicamente presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que está por encima de todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Os he dicho esto, para que en m tengáis paz. En el mundo tendréis tribulación; pero tened buen ánimo: yo he vencido al mundo'.
Jerusalén, los montes la circundan: as el Se or en torno a su pueblo, desde ahora y por los siglos.
pues el Se or ama lo recto y no deja en la brecha a sus amigos. Mientras éstos perduran, la raza del imp o es extirpada. Ain
Y ésta es la plena confianza que tenemos en él: que si pedimos algo según su voluntad, nos oye. Y si sabemos que nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que ya tenemos lo que le hemos pedido.
Porque yo sé los planes que tengo trazados acerca de vosotros - oráculo de Yahveh -, planes de bienestar y no de desgracia, de daros un porvenir y una esperanza.
El Dios de toda gracia, el que os llamó a su eterna gloria en Cristo después que hayáis padecido un poco, os restablecerá, confirmará, robustecerá y hará inconmovibles.
Que el Dios de la esperanza os colme de todo gozo y de paz en vuestra permanencia en la fe, a fin de que reboséis de esperanza por el poder del Esp ritu Santo.
Para ti el Se or es un refugio y al Alt simo tienes por defensa. Ningún mal te alcanzará ni plaga alguna tocará tu tienda,
Y as, nosotros podemos confiadamente decir: El Se or es quien me ayuda; nada temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre?
Reconoce, pues, que sólo Yahveh, tu Dios, es Dios: el Dios fiel que guarda la alianza y la benevolencia hasta mil generaciones para con los que le aman y guardan sus mandamientos;
El Se or es tu custodio, él es tu sombra, al lado de tu diestra. Ni podrá, durante el d a, el sol herirte, ni la luna de noche:
Yah es mi fuerza y objeto de mi canto; él ha sido salvación para m. Él es mi Dios, y yo lo alabaré; es el Dios de mi padre, y lo ensalzaré.
No tendrás que temer del terror de la noche, ni de la flecha que vuela por el d a de la peste que anda en las tinieblas, o la epidemia que arrasa al mediod a.
Si Yahveh se complace en la conducta de un hombre, lo reconciliará hasta con sus mismos enemigos.
Él guarda los pasos de sus fieles, mientras que los imp os perecen en tinieblas, porque no por su fuerza triunfa el hombre.
¡Cuán inmenso es el bien que tienes reservado al que te teme, que dispensas al que a ti acude, enfrente de los hombres!
Pero él me dijo: 'Te basta mi gracia; pues mi poder se manifiesta en la flaqueza'. Muy a gusto, pues, me gloriaré de mis flaquezas, para que en m resida el poder de Cristo.
El Se or es el que vela por sus fieles, por los que esperan en sus gracias, para librarlos de la muerte, para hacerlos vivir, en tiempo de indigencia.
Vosotros no habéis recibido un Esp ritu que os haga esclavos y os lleve de nuevo al temor, sino que habéis recibido un Esp ritu que os hace hijos adoptivos, en virtud del cual clamamos: '¡Abbá! ¡Padre!'
Él me esconde en su abrigo el d a de la angustia, me oculta en el secreto de su tienda, me encarama en la roca.
Empu ad, pues, las armas de Dios, para que podáis resistir en el d a adverso y os mantengáis firmes tras vencerlo todo.
Que as dice el Se or Yahveh, el Santo de Israel: 'En la conversión y en la calma seréis salvados; en la quietud y en la confianza estará vuestra fuerza'. Pero no quisisteis,
Alabad conmigo al Se or, Gu mel ensalcemos al un sono su nombre. Cuando busco al Se or, él me responde Dálet y me libra de todos mis terrores.
Pero prueba del amor que Dios nos tiene es que, siendo nosotros aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
teniendo embrazado en todo momento el escudo de la fe, con el cual podáis apagar todas las flechas incendiarias del Maligno.
Sin tregua me quebrantan mis esp as, numerosos, encrestados, me hacen guerra. El d a en que temiere, me confiaré a ti.
En mi lecho te recuerdo y en las vigilias pienso en ti, pues tú eres mi auxilio, y a la sombra de tus alas soy dichoso.
Los pobres, los necesitados buscan agua y no la hay, su lengua por la sed está reseca. Yo, Yahveh, los atenderé;
No la abandones, y ella te guardará; ámala, y te protegerá. Lo primero es la sabidur a: adquiérela; da cuanto posees para comprar prudencia.
Serviréis a Yahveh, vuestro Dios. Él bendecirá tu pan y tu agua, y alejará de ti la enfermedad.
Que as dice el Excelso, el Sublime, que reside en la eternidad y cuyo nombre es santo: 'En lo alto y en lo santo resido, y con el quebrantado y humilde de esp ritu, para vivificar el esp ritu de los humildes, para vivificar el corazón de los quebrantados.
El Se or me rescatará de todo mal y me salvará para su reino celestial. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Si permanecéis en m y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis, y os será concedido.
Del director. Según Yedutún. Salmo. De David. Tan sólo en el Se or mi alma halla reposo, de él viene mi victoria,
Te guiará Yahveh continuamente y saciará en eriales tu apetito; rejuvenecerá tus huesos; y serás como jard n regado, como hontanar de aguas, cuya vena nunca falla.
y ense ándoles a observar todo cuanto yo os he mandado. Y mirad: yo estoy con vosotros todos los d as hasta el final de los tiempos'.
Yabés invocó al Dios de Israel, diciendo: 'Si realmente me bendices y ensanchas mi territorio, si tu mano está conmigo, alejarás el mal y no sentiré aflicción'. Y Dios le otorgó lo que ped a.
El que ni siquiera escatimó darnos a su propio Hijo, sino que por todos nosotros lo entregó, ¿cómo no nos dará gratuitamente también todas las cosas con él?
Moisés dijo al pueblo: 'No temáis; quedaos tranquilos y veréis la salvación que Yahveh llevará hoy a cabo en favor vuestro; pues a los egipcios que hoy veis, ya no los volveréis a ver más. Yahveh combatirá por vosotros; y vosotros no tendréis que hacer nada'.
No temas, gusanillo de Jacob, larva de Israel. 'Yo te ayudo', dice Yahveh; tu redentor es el Santo de Israel.
El auxilio del justo es el Se or, Tau su refugio en la hora del aprieto. El Se or lo socorre y lo rescata, lo libra del imp o y lo preserva, por haber buscado en él refugio.
En resumen, todo aquel que oye estas palabras m as y las pone en práctica se parecerá al hombre sensato que construyó su casa sobre la roca. Cayó la lluvia, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y dieron contra la casa aquella; pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre la roca.
Vosotros, hijitos, sois de Dios y los habéis vencido. Porque es mayor el que está en vosotros que el que está en el mundo.
Pero el Paráclito, el Esp ritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, él os lo ense ará todo, y os recordará cuanto os he dicho yo'
hasta vuestra vejez yo seré el mismo, hasta vuestras canas yo os sostendré; yo mismo lo hice y yo os llevaré, yo os sostendré y os salvaré.
Alabad al Se or y cantad salmos a su nombre, abrid camino al que cabalga en las estepas: Yahveh es su nombre; regocijaos ante él. Para el huérfano un padre, para la viuda un vengador, tal es el Se or en su morada santa.
Del extremo de la tierra clamo a ti, con corazón desfallecido: condúceme a la roca inaccesible.
Porque las monta as se moverán y las colinas vacilarán, pero mi amor para contigo no se moverá y mi alianza de paz no vacilará, dice quien se apiada de ti, Yahveh.
Vosotros, en cambio, sois linaje escogido, sacerdocio regio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para anunciar las magnificencias del que os llamó de las tinieblas a su maravillosa luz.
con la firme esperanza de que el que empezó entre vosotros la obra buena, la irá llevando a su término hasta el d a de Cristo Jesús.
El Esp ritu mismo da testimonio a nuestro esp ritu de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios, y coherederos de Cristo, puesto que padecemos con él y as también con él seremos glorificados.
para que vuestra fe no se basara no en sabidur a de hombres, sino en el poder de Dios.
Únete al canal de BibliaTodo en tu app favorita: