El ser humano tiene la capacidad de determinarse y cambiar en cualquier área de su vida, sin embargo, la transformación real proviene de Dios. Esta virtud no es obra de nuestras fuerzas, sino la acción de Cristo en aquellos que sinceramente le piden ayuda para tener una vida transformada. Alejarse por sí solo del pecado es difícil, pero a través del poder del Espíritu Santo y nuestra relación con él, todo es posible. Dios desea que vivamos en continua transformación, y esto solo se logra al rendir nuestra vida a los pies de Jesús, reconociendo que lo necesitamos y que solo él puede causar un verdadero cambio, tanto en nuestra mente como en nuestro estilo de vida.
Hoy es el día para decidir recibir una transformación interior hasta que Jesús sea formado en nuestro corazón, permitiéndole ser glorificado y otorgándonos una vida de triunfo y gloria, ya que la transformación implica movimiento. Dios trabajará en nosotros hasta que seamos transformados a la semejanza de Cristo, reflejando cada vez más su gloria a través de la acción del Espíritu Santo.
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.
Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,
nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo,
Y el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo.
Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo.
Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;
Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel?
Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne,
para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios.
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.