Mas ahora, Cristo ha resucitado de los muertos: y él es hecho primicias de los que durmieron. Porque por cuanto la muerte vino por hombre, también por hombre vino la resurrección de los muertos. Porque a la manera que todos en Adam mueren, así también todos en Cristo serán vivificados.
Por conocerle a él, y a la virtud de su resurrección, y la comunión de sus padecimientos, siendo configurado a su muerte:
Porque somos sepultados juntamente con él en la muerte por el bautismo, para que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida.
Dícele Jesús: Yo soy la resurrección, y la vida: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá; Y todo aquel que vive, y cree en mi no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesu Cristo, el cual según su grande misericordia nos ha reengendrado en esperanza viva, por la resurrección de Jesu Cristo de entre los muertos;
Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús, mora en vosotros, el que levantó a Cristo de los muertos, vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
Aun un poquito, y el mundo no me verá más; empero vosotros me veréis: por cuanto yo vivo, vosotros también viviréis.
MAS si habéis resucitado con Cristo, buscád lo que es de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
Y los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con grande poder; y gran gracia estaba sobre todos ellos.
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde está, oh sepulcro, tu victoria? El aguijón de la muerte es el pecado; y la fuerza del pecado, la ley. Mas a Dios gracias, que nos dió la victoria por el Señor nuestro Jesu Cristo.
Empero Dios levantó al Señor, y también a nosotros nos levantará con su propio poder.
Al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte; por cuanto era imposible ser detenido de ella.
Y respondiendo el ángel, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fué crucificado. No está aquí; porque ha resucitado, como dijo. Veníd, ved el lugar donde fué puesto el Señor;
Que si confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
Por cuanto ha establecido un día, en el cual ha de juzgar con justicia a todo el mundo por aquel varón que él ha señalado; de lo cual ha dado testimonio a todos, levantándole de los muertos.
Acuérdate que Jesu Cristo, de la simiente de David, resucitó de los muertos, conforme a mi evangelio:
Sepultados juntamente con él en el bautismo, en el cual también resucitasteis con él por la fé de la operación de Dios, que le levantó de entre los muertos:
La cual obró en Cristo, levantándole de entre los muertos, y colocándole a su diestra en los cielos,
Mas él les dice: No tengáis miedo: buscáis a Jesús Nazareno, que fué crucificado: resucitado ha, no está aquí: he aquí el lugar donde le pusieron.
No está aquí, sino que ha resucitado: acordáos de como os habló, cuando aun estaba en Galilea, Diciendo: Es menester que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y ser crucificado, y resucitar al tercero día.
Y matasteis al Autor de la vida, al cual Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.
Y el que vivo, y he sido muerto, y, he aquí, vivo por siglos de siglos, Amén; y tengo las llaves del infierno, y de la muerte.
Y fué declarado ser el Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de los muertos;)
Mas Dios le levantó de entre los muertos. El cual fué visto por muchos dias de los que habían subido juntamente con él de Galilea a Jerusalem, los cuales son sus testigos ante el pueblo.
Y nos resucitó juntamente con él, y asimismo nos ha hecho asentar en los cielos con Cristo Jesús;
Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con él a los que durmieron en Jesús.
Estando ciertos que el que levantó al Señor Jesús, a nosotros también nos levantará por Jesús; y nos presentará con vosotros.
Y EL primer día de la semana, María Magdalena vino de mañana, siendo aun oscuro, al sepulcro, y vió la piedra quitada del sepulcro. Entónces corrió, y vino a Simón Pedro, y al otro discípulo, al cual amaba Jesús, y les dice: Han llevado al Señor del sepulcro, y no sabemos donde le han puesto. Salió pues Pedro, y el otro discípulo, y vinieron al sepulcro. Y corrían los dos juntos; mas el otro discípulo corrió más presto que Pedro, y vino primero al sepulcro. Y abajándose a mirar, vió los lienzos puestos; mas no entró. Vino pues Simón Pedro siguiéndole, y entró en el sepulcro, y vió los lienzos puestos, Y el sudario que había estado sobre su cabeza, no puesto con los lienzos, sino a parte en un lugar envuelto. Entónces entró también aquel otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vió, y creyó. Porque aun no sabían la Escritura, que era menester que él resucitase de entre los muertos. Así que volvieron los discípulos a los suyos. Empero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y estando llorando abajóse a mirar en el sepulcro. Y vió dos ángeles en ropas blancas que estaban sentados, el uno a la cabecera, y el otro a los piés, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: ¿Mujer, por qué lloras? Ella les dice: Porque han llevado a mi Señor, y no sé donde le han puesto. Y como hubo dicho esto, volvió atrás, y vió a Jesús que estaba en pié; mas no sabía que era Jesús. Dícele Jesús: ¿Mujer, por qué lloras? ¿á quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dice: Señor, si tú le has llevado, díme donde le has puesto, y yo le llevaré. Dícele Jesús: María. Volviéndose ella, dícele: Rabboni, que quiere decir, Maestro. Dícele Jesús: No me toques; porque aun no he subido a mi Padre; mas vé a mis hermanos, y díles: Subo a mi Padre, y a vuestro Padre, a mi Dios, y a vuestro Dios. Vino María Magdalena dando las nuevas a los discípulos: Que había visto al Señor, y que le dijo estas cosas.
A éste Dios le levantó al tercero día, e hizo que apareciese manifiestamente: No a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios ántes había ordenado, es a saber, a nosotros, que comimos, y bebimos juntamente con él, después que resucitó de entre los muertos.
Y el Dios de paz, que retrajo de entre los muertos a nuestro Señor Jesu Cristo, al gran Pastor de las ovejas, por la sangre del concierto eterno, Os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesu Cristo: al cual es gloria por siglos de siglos. Amén.
Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo yo recibí, es a saber: que Cristo fué muerto por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; Y que fué sepultado, y que resucitó al tercero día, conforme a las Escrituras;
Y les dijo: Así está escrito, y así fué menester que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercero día;
Amados míos, ahora somos nosotros los hijos de Dios, y aun no es manifestado lo que hemos de ser: empero sabemos que cuando él apareciere, seremos semejantes a él; porque le veremos como él es.
De manera que si alguno es en Cristo, nueva criatura es. Lo viejo se pasó ya: he aquí todo es hecho nuevo.
Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él: Ciertos que Cristo habiendo resucitado de los muertos, ya no muere: la muerte no se enseñoreará más de él.
Porque también Cristo padeció una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, mortificado a la verdad en la carne, pero vivificado por el Espíritu.
Las mujeres recibieron sus muertos por resurrección: unos fueron tormentados, no recibiendo redención por conseguir mejor resurrección.
Y hallado en su condición como hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Y por lo cual Dios también le ensalzó soberanamente, y le dió nombre que es sobre todo nombre;
Destruirá a la muerte para siempre; y limpiará el Señor Jehová toda lágrima de todos los rostros; y quitará la vergüenza de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho.
Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección: la segunda muerte no tiene potestad sobre los tales: ántes serán sacerdotes de Dios, y de Cristo, y reinarán con él mil años.
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, ya reconciliados, seremos salvos por su vida.
Y si Cristo no resucitó, luego vana es nuestra predicación, y vana es también vuestra fé.
Y cual la grandeza sobreexcelente de su poder para con nosotros, los que creemos, por la operación de la potencia de su fortaleza, La cual obró en Cristo, levantándole de entre los muertos, y colocándole a su diestra en los cielos,
Porque aunque fué crucificado por flaqueza, vive empero por poder de Dios; porque también nosotros aunque somos flacos en él, empero viviremos con él por el poder de Dios hacia vosotros.
Y esta es la voluntad de aquel que me envió: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
Y para esperar a su hijo de los cielos, al cual él levantó de los muertos, es a saber, Jesús, el cual nos libró de la ira que ha de venir.
Que el Cristo había de padecer, que había de ser el primero de la resurrección de los muertos, y que había de anunciar luz a este pueblo, y a los Gentiles.
¿Quién es el que los condena? Cristo es el que murió: ántes el que también resucitó, el que también está a la diestra de Dios, el que también demanda por nosotros.
Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción; se levantará en incorrupción: Se siembra en vergüenza; se levantará en gloria: se siembra en flaqueza; se levantará en poder: Se siembra cuerpo animal; resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.
Mirád mis manos y mis piés, que yo mismo soy. Palpád, y ved; que el espíritu ni tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.
Yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se levantará sobre el polvo. Y después, desde este mi roto cuero, y desde mi propia carne tengo de ver a Dios:
Tus muertos vivirán, y junto con mi cuerpo resucitarán. Despertád, y cantád moradores del polvo, porque tu rocío, como rocío de hortalizas; y la tierra echará los muertos.
Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza, y confusión perpetua.
No os maravilléis de esto; porque vendrá hora, cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; Y los que hicieron bien, saldrán a resurrección de vida; y los que hicieron mal, a resurrección de condenación.
Respondió Jesús, y les dijo: Destruíd este templo, y en tres dias yo lo levantaré. Dijeron luego los Judíos: ¿En cuarenta y seis años fué este templo edificado, y tú en tres dias lo levantarás? Mas él hablaba del templo de su cuerpo.
Entónces Pablo, viendo que la una parte era de Saduceos, y la otra de Fariseos, clamó en el concilio: Varones y hermanos, yo Fariseo soy, hijo de Fariseo, de la esperanza y de la resurrección de los muertos soy yo juzgado.
Por eso me ama el Padre mío, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie la quita de mí, mas yo la pongo de mí mismo; porque tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.
Que por medio de él creeis en Dios, el cual le resucitó de entre los muertos, y le ha dado gloria, para que vuestra fé y esperanza sea en Dios:
Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, también lo seremos juntamente en la semejanza de su resurrección:
Mas si se predica a Cristo, que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros, que no hay resurrección de los muertos? Porque si no hay resurrección de los muertos, Cristo tampoco resucitó.
Y los sepulcros se abrieron; y muchos cuerpos de santos, que habían dormido, se levantaron. Y salidos de los sepulcros, después de su resurrección, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.
Entónces les abrió el entendimiento, para que entendiesen las Escrituras. Y les dijo: Así está escrito, y así fué menester que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercero día; Y que se predicase en su nombre arrepentimiento, y remisión de pecados, en todas las naciones, comenzando de Jerusalem.
Al que venciere, yo le daré que se asiente conmigo en mi trono: así como yo también vencí, y me asenté con mi Padre en su trono.
Mas ahora es manifestada por la manifestación de nuestro Salvador Jesu Cristo, el cual verdaderamente acabó con la muerte, y sacó a luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio:
Comenzando desde el bautismo de Juan, hasta el día que fué tomado arriba de entre nosotros, uno sea hecho testigo con nosotros de su resurrección.
Y no solo ella, mas también nosotros mismos que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, es a saber, la redención de nuestro cuerpo.
El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, al cual vosotros matasteis colgándole en un madero. A éste enalteció Dios con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y remisión de pecados. Y nosotros le somos testigos de estas cosas, y lo es también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen.
Dícele Jesús: Porque me has visto, oh Tomás, creiste: bienaventurados los que no vieron, y sin embargo creyeron.
Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vuestra fé es vana; aun os estáis en vuestros pecados.
Teniendo esperanza en Dios, como ellos mismos también la tienen, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de los justos, como de los injustos.
Y de la resurrección de los muertos, ¿no habéis leido lo que es dicho por Dios a vosotros, que dice: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de los muertos, sino de los que viven.
Porque el mismo Señor con algazara, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán los primeros.
Porque Cristo para esto murió, y resucitó, y volvió a vivir, para enseñorearse así de los muertos como de los que viven.
Porque nosotros no os habemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesu Cristo, siguiendo fábulas por arte compuestas; sino como habiendo con nuestros propios ojos visto su majestad.
El cual transformará el cuerpo de nuestra bajeza, para que sea hecho semejante a su cuerpo glorificado, según el poder eficiente por el cual puede también sujetar a sí todas las cosas.
Y así como hemos llevado la imágen del terreno, llevarémos también la imágen del celestial.
Y habiendo dicho estas cosas, clamó a gran voz: Lázaro, ven fuera. Entónces el que había sido muerto, salió, atadas las manos y los piés con vendas; y su rostro estaba envuelto en un sudario. Díceles Jesús: Desatádle, y dejádle ir.
Y así está escrito: Fué hecho el primer hombre Adam en alma viviente; el postrer Adam fué hecho en espíritu vivificante.
De la doctrina de los bautismos, y de la imposición de manos, y de la resurrección de los muertos, y del juicio eterno;
Desde aquel tiempo comenzó Jesús a declarar a sus discípulos, que convenía ir él a Jerusalem, y padecer muchas cosas de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercero día.
Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos, habiendo resucitado de entre los muertos.
Sepa pues certísimamente toda la casa de Israel, que a éste ha hecho Dios Señor y Cristo, a este Jesús que vosotros crucificasteis.
Y otra vez dice Isaías: Saldrá raíz de Jessé, y el que se levantará para regir los Gentiles, los Gentiles esperarán en él. Y el Dios de esperanza os hincha de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por la virtud del Espíritu Santo.
Así que, hermanos míos amados, estád firmes y constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es vano.
Pero éste, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio para siempre, está asentado a la diestra de Dios, Esperando lo que resta, es a saber, hasta que sus enemigos sean puestos por escabelo de sus piés;
En esto se mostró el amor de Dios en nosotros, en que Dios envió su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.
Porque como el Padre levanta los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.
Y, he aquí, yo vengo prestamente, y mi galardón está conmigo, para recompensar a cada uno según fuere su obra.
Y ocho dias después estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás: entónces vino Jesús cerradas las puertas, y púsose en medio, y dijo: Paz a vosotros. Luego dice a Tomás: Mete tu dedo aquí, y vé mis manos; y dá acá tu mano, y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel. Entónces Tomás respondió, y le dijo: Señor mío, y Dios mío. Dícele Jesús: Porque me has visto, oh Tomás, creiste: bienaventurados los que no vieron, y sin embargo creyeron.
Mas él estando lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vió la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, Y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre que está a la diestra de Dios.
Y llegando Jesús, les habló, diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
El que descendió, el mismo es el que también subió sobre todos los cielos, para llenar todas las cosas.
Y de Jesu Cristo; que es el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, y el príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados en su misma sangre,
Mas aquel que Dios levantó, no vió corrupción. Séaos pues notorio, varones y hermanos, que por éste os es anunciada remisión de pecados; Y de todo lo que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en éste es justificado todo aquel que creyere.
Y él es la cabeza del cuerpo, a saber, de la iglesia: el cual es principio y primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga él el primado.
Y si me fuere, y os aparejare el lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Mas ántes, en que sois participantes de las aflicciones de Cristo, regocijáos; para que también en la revelación de su gloria os regocijéis saltando de gozo.
Porque a la manera que todos en Adam mueren, así también todos en Cristo serán vivificados.
Para que de la manera que el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna, por Jesu Cristo Señor nuestro.
Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, el juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida.
Porque, en cuanto al morir, al pecado murió una vez; mas en cuanto al vivir, para Dios vive.
Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dió vida juntamente con Cristo, (por gracia sois salvos;) Y nos resucitó juntamente con él, y asimismo nos ha hecho asentar en los cielos con Cristo Jesús;
Y limpiará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y la muerte no será más; ni habrá más pesar, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas son pasadas.
Y en ningún otro hay salud; porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que nos sea necesario ser salvos.
Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y, he aquí, yo estoy con vosotros todos los dias, hasta el fin del siglo. Amén.
Empero vemos a aquel mismo Jesús, que fué hecho un poco menor que los ángeles por pasión de muerte, coronado de gloria y de honra, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.
Porque si por el delito de uno reinó la muerte por causa de uno, mucho más los que reciben la abundancia de la gracia, y del don de la justicia reinarán en vida por uno solo, Jesu Cristo.)
Llevando siempre por todas partes en el cuerpo la muerte del Señor Jesús , para que también la vida de Jesús sea manifestada en nuestro cuerpo.
Estoy crucificado con Cristo; mas vivo, no ya yo, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fé del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí.
Mas después que todas las cosas le fueren sujetas, entónces también el mismo Hijo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.
El que tiene oido, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias: Al que venciere, daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraiso de Dios.
Y éste es el testimonio, es a saber, que Dios nos ha dado vida eterna, y que esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene vida.
Luego viene el fin: cuando entregará el reino a Dios y al Padre; cuando hubiere abatido todo imperio, y toda potencia, y potestad.
Mas el Dios de toda gracia, que nos ha llamado a su gloria eterna por Jesu Cristo, después que hubiereis un poco de tiempo padecido, el mismo os perfeccione, confirme, corrobore, y establezca:
A los cuales, después de haber padecido, se mostró también vivo con muchas pruebas infalibles, apareciéndoseles por cuarenta dias, y hablándoles del reino de Dios.
En un momento, en un abrir de ojo, a sonido de la final trompeta; porque será tocada la trompeta, y los muertos serán levantados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es menester que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y esto mortal sea vestido de inmortalidad.
Porque con el corazón se cree para alcanzar justicia; y con la boca se hace confesión para salud.
Mas recibiréis la virtud del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y me seréis testigos en Jerusalem, y en toda Judea, y Samaria, y hasta lo último de la tierra.
Y entónces se mostrará la señal del Hijo del hombre en el cielo, y entónces lamentarán todas las tribus de la tierra; y verán al Hijo del hombre que vendrá sobre las nubes del cielo, con poder y grande gloria. Y enviará sus ángeles con trompeta y gran voz; y juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, del un cabo del cielo hasta el otro.
Y como fué tarde aquel mismo día, el primero de la semana, y las puertas estaban cerradas, donde los discípulos estaban juntos por miedo de los Judíos, vino Jesús; y púsose en medio, y les dijo: Paz a vosotros. Y como hubo dicho esto, mostróles las manos y el costado: entónces los discípulos se regocijaron, viendo al Señor.
Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salud por medio de nuestro Señor Jesu Cristo: El cual murió por nosotros; para que, o que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él.
Y entrando no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Y aconteció, que estando ellas espantadas de esto, he aquí, dos varones que se pararon junto a ellas, vestidos de vestiduras resplandecientes. Y teniendo ellas miedo, y bajando el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscais entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado: acordáos de como os habló, cuando aun estaba en Galilea, Diciendo: Es menester que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y ser crucificado, y resucitar al tercero día. Entónces ellas se acordaron de sus palabras.
Y por esta razón él es el mediador del nuevo testamento, para que entreviniendo muerte para la redención de las transgresiones que había debajo del primer testamento, los que son llamados reciban la promesa de la herencia eterna.
Y también somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios, que él haya levantado a Cristo: al cual empero no levantó, si es así que los muertos no resucitan.
Porque a los que ántes conoció, también predestinó para que fuesen hechos conformes a la imágen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
Y que murió por todos, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que por ellos murió y resucitó.
Porque muertos estáis, y vuestra vida está guardada con Cristo en Dios. Cuando se manifestare Cristo, que es nuestra vida, entónces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.
Porque yo juzgo, que lo que en este tiempo se padece, no es digno de compararse con la gloria venidera que en nosotros ha de ser manifestada.
Y díjome: Hecho es. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed yo le daré de la fuente del agua de la vida de balde.
Porque no me avergüenzo del evangelio de Cristo; porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree: al Judío primeramente, y también al Griego.
Porque había determinado no saber cosa alguna entre vosotros, sino a Jesu Cristo, y a este crucificado.
A aquel, pues, que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos, o entendemos, conforme al poder que obra en nosotros, A él, digo, sea gloria en la iglesia por Cristo Jesús, por todas las edades del siglo de los siglos. Amén.
Y cuando apareciere el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona inmarcescible de gloria.
Que guardes este mandamiento sin mácula, ni reprensión, hasta que aparezca el Señor nuestro Jesu Cristo: Al cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo poderoso, Rey de reyes, y Señor de señores: Que solo tiene inmortalidad, que habita en luz a donde no se puede llegar: a quien ninguno de los hombres vió jamás, ni puede ver: al cual sea la honra, y el imperio sempiterno. Amén.
Porque siempre nosotros que vivimos, somos entregados a la muerte a causa de Jesús, para que también la vida de Jesús sea manifestada en nuestra carne mortal.
ASÍ que ahora, ninguna conde- nación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial: al cual sea gloria por siglos de siglos. Amén.
Así que tomando el reino inmóbil, retengamos la gracia por la cual sirvamos a Dios, agradándole con reverencia y religioso temor.
A aquel, pues, que es poderoso para preservaros de tropezadura, y para presentaros delante de su gloria, irreprensibles con alegría excesiva, A Dios solo sábio Salvador nuestro, sea gloria y magnificencia, imperio y potencia, ahora, y en todos siglos. Amén.
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