Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados - entonces dice al paral tico -: 'Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa''.
Los hombres quedaron admirados y se preguntaban: '¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y la mar le obedecen?'.
Recorr a toda Galilea, ense ando en las sinagogas, predicando el evangelio del reino y curando en el pueblo toda enfermedad y toda dolencia. Su fama se extendió por toda Siria. Le tra an a todos los que se sent an mal, aquejados de diversas enfermedades y dolores: endemoniados, epilépticos y paral ticos; y él los curaba.
Nadie me la quita, sino que yo por m mismo la doy; tengo poder para darla y tengo poder para recobrarla. Éste es el mandato que he recibido de mi Padre.'
Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y después de realizar la purificación de los pecados, se sentó a la derecha de la Majestad en las alturas,
Cuando acabó Jesús estos discursos, la gente se quedó maravillada de su manera de ense ar; porque les ense aba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas.
Un d a, mientras él ense aba, estaban all sentados algunos fariseos y doctores de la ley, que hab an venido de todas las aldeas de Galilea y de Judea y de Jerusalén. Una fuerza del Se or le asist a para curar.
¿Quién es éste que viene de Edom, con las ropas al rojo vivo, de Bosrá? ¿Quién es éste de espléndido vestido, que camina con plenitud de fuerza? - Soy yo, que proclamo justicia, que soy poderoso para salvar.
Llegada la tarde, le presentaron muchos endemoniados. Expulsó con su palabra a los esp ritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isa as cuando dijo: Él mismo tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades.
De ah que definitivamente pueda salvar a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder a favor de ellos.
Pero él les dice: '¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?'. Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar y sobrevino una gran calma. Los hombres quedaron admirados y se preguntaban: '¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y la mar le obedecen?'.
constituido Hijo de Dios con poder, según el esp ritu santificador, a partir de su resurrección de entre los muertos -, Jesucristo nuestro Se or;
cómo Dios ungió con Esp ritu Santo y poder a Jesús de Nazaret, que pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
A éste lo ha exaltado Dios a su diestra como pr ncipe y salvador, para dar a Israel arrepentimiento y remisión de los pecados.
mas, para los que han sido llamados, tanto jud os como griegos, Cristo es poder de Dios y sabidur a de Dios.
Jesús recorr a todas las ciudades y aldeas, ense ando en sus sinagogas, predicando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.
Y convocando a sus doce disc pulos, les dio poder de expulsar esp ritus impuros y de curar toda enfermedad y toda dolencia.
Todo me lo ha confiado mi Padre. Y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelárselo.
A la cuarta vigilia de la noche, vino hacia ellos caminando sobre el mar. Los disc pulos, al verlo caminar sobre el mar, se sobresaltaron y dijeron: '¡Es un fantasma!'. Y se pusieron a gritar por el miedo. Pero [Jesús] les habló en seguida: '¡Ánimo! Soy yo. No tengáis miedo'.
Apenas lo reconocieron los hombres de aquel lugar divulgaron la noticia por toda aquella comarca, le presentaron todos los enfermos y le rogaban que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto. Y todos los que lo tocaron quedaron curados.
Se acercó una gran multitud, llevando consigo cojos, mancos, ciegos, mudos y otros muchos enfermos y los tendieron a sus pies y él los curó. El pueblo estaba asombrado viendo hablar a los mudos, a los mancos sanos, a los cojos andar y a los ciegos ver. Y glorificaron al Dios de Israel.
Ahora yo también te digo que tú eres Pedro; sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del Hades no podrán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra, atado será en los cielos; y todo lo que desates en la tierra, desatado será en los cielos'.
Él les contesta: 'Por vuestra poca fe. Porque os aseguro que, si tuvierais una fe del tama o de un granito de mostaza, dir ais a este monte: 'Trasládate de aqu a allá', y se trasladar a; y nada os ser a imposible'.
Os lo aseguro: todo lo que atéis en la tierra, atado será en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, desatado será en el cielo. Os aseguro además: si dos de vosotros unen sus voces en la tierra para pedir cualquier cosa, la conseguirán de mi Padre que está en el cielo. Porque donde están dos o tres congregados para invocar mi nombre, all estoy yo entre ellos'.
Y acercándose Jesús a ellos, les habló as: 'Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra.
Quedaron todos llenos de estupor, tanto que se preguntaban unos a otros: '¿Qué es esto? ¡Qué manera tan nueva de ense ar: con autoridad! Incluso manda a los esp ritus impuros y ellos le obedecen'. Y por todas partes se extendió rápidamente su fama a todos los confines de Galilea.
Cuando Jesús vio la fe de aquellos hombres dice al paral tico: 'Hijo, perdonados te quedan tus pecados'. Estaban all sentados algunos escribas que pensaban en su corazón: '¿Cómo este hombre habla as ? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar pecados, sino uno, Dios?'. Pero, conociendo al momento Jesús en su esp ritu que pensaban as en su interior les dice: '¿Por qué pensáis tales cosas en vuestro corazón? ¿Qué es más fácil: decir al paral tico: 'Perdonados te quedan tus pecados', o decirle: 'Levántate, toma tu camilla y anda?'. Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados - dice al paral tico -: Yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa'. Y se levantó, inmediatamente cargó con su camilla y salió a la vista de todos, de manera que todos estaban maravillados y glorificaban a Dios diciendo: 'Jamás hab amos visto cosa semejante'.
porque, como curaba a tantos, todos los que ten an alguna enfermedad se le echaban encima para tocarlo. También los esp ritus impuros, cuando lo ve an, se postraban ante él gritando: 'Tú eres el Hijo de Dios'.
Entonces él se levantó, increpó al viento y dijo al mar: '¡Calla! ¡Enmudece!'. El viento amainó y sobrevino una gran calma. Luego les dijo: '¿Por qué tenéis miedo? ¿Cómo no tenéis fe?'. Quedaron sumamente atemorizados y se preguntaban unos a otros: '¿Pero quién es éste, que hasta el viento y la mar le obedecen?'.
Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó, vino a su encuentro, saliendo de los sepulcros, un hombre pose do de un esp ritu impuro. Este hombre viv a en los sepulcros y ni siquiera con una cadena pod a ya nadie sujetarlo; pues, aunque muchas veces lo hab an sujetado con grillos y cadenas, romp a las cadenas y hac a trizas los grillos, de manera que nadie lo pod a dominar; y andaba de continuo, noche y d a, por los sepulcros y por los montes, gritando y golpeándose contra las piedras. Cuando vio a Jesús desde lejos, fue corriendo a postrarse ante él y a grandes gritos le dice: '¿Qué tienes tú que ver conmigo, Jesús, Hijo del Dios Alt simo? Por Dios te conjuro que no me atormentes'. Es que Jesús le estaba diciendo: 'Sal de este hombre, esp ritu impuro'. Y le preguntaba: '¿Cuál es tu nombre?'. Él le contesta: ' Legión es mi nombre, porque somos muchos'; y le rogaba con insistencia que no los expulsara fuera de aquella región. Hab a por all, paciendo junto al monte, una gran piara de cerdos, y los esp ritus impuros le suplicaron: 'Env anos a los cerdos para que entremos en ellos'. Y se lo permitió. Salieron, pues, los esp ritus impuros y entraron en los cerdos; y la piara, en la que hab a unos dos mil, se arrojó con gran mpetu al mar por un precipicio y se fueron ahogando en el mar. Los porqueros salieron huyendo y llevaron la noticia a la ciudad y a los caser os; Y las gentes acud an a ver qué era lo que hab a sucedido. Lléganse a Jesús y ven al endemoniado, el que hab a tenido toda aquella legión, sentado ya vestido y en su sano juicio. Y quedaron llenos de espanto. Los que lo hab an presenciado les refer an lo ocurrido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces se pusieron a rogar a Jesús que se alejara de aquellos territorios. Al entrar Jesús en la barca, el que hab a estado endemoniado le suplicaba que le permitiera acompa arlo. Pero no se lo permitió, sino que le dice: 'Vete a tu casa con los tuyos, y cuéntales todo lo que el Se or, compadecido de ti, ha hecho contigo'. El hombre se fue y comenzó a pregonar por la Decápolis todo lo que Jesús hab a hecho con él; y todos se maravillaban.
En esto, una mujer que padec a flujo de sangre hac a doce a os, que hab a sufrido mucho por causa de muchos médicos, y que hab a gastado toda su fortuna sin conseguir ninguna mejor a, sino que más bien iba de mal en peor, habiendo o do las cosas que se dec an de Jesús, se acercó entre la turba por detrás y tocó su manto; pues dec a para s: 'Como logre tocar siquiera sus vestidos, quedaré curada'. Al instante aquella fuente de sangre se le secó y notó en s misma que estaba curada de su enfermedad. Pero Jesús, notando en seguida la fuerza que de él hab a salido, se volvió en medio de la muchedumbre y preguntaba: '¿Quién me ha tocado los vestidos?'. Sus disc pulos le dec an: 'Ves que la multitud te apretuja, y preguntas ¿quién me ha tocado?'. Pero él miraba a su alrededor, para ver a la que hab a hecho esto. Entonces la mujer, toda azorada y temblorosa, pues bien sab a lo que le hab a sucedido, vino a echarse a sus pies y le declaró toda la verdad. Pero él le dijo: 'Hija m a, tu fe te ha salvado; vete en paz, y queda ya curada de tu enfermedad'.
Y tomando la mano de la ni a, le dice: '¡Talithá qum!', que significaba: '¡Ni a, yo te lo mando, levántate!'. Inmediatamente, la ni a se puso en pie y echó a andar, pues ten a ya doce a os. Y al punto quedaron sobrecogidos de enorme estupor.
Convoca a los Doce, y los fue enviando de dos en dos, dándoles poder sobre los esp ritus impuros.
Y adondequiera que llegaba, aldeas o ciudades o caser os, colocaban a los enfermos en las plazas, y le rogaban que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto; y cuantos lograban tocarlo, todos sanaban.
Mandó al pueblo sentarse en el suelo y tomando los siete panes, dijo la acción de gracias, los partió y los iba dando a sus disc pulos para que los distribuyeran; y ellos los distribuyeron al pueblo. Ten an además unos cuantos pececillos; y, después de haberlos bendecido, mandó distribuirlos también. Comieron hasta quedar saciados; y de los trozos sobrantes recogieron siete cestas. Eran unos cuatro mil hombres. Luego los despidió.
Fijando en ellos su mirada, dice Jesús: 'Para los hombres, imposible; pero no para Dios, pues para Dios todo es posible'.
Estas se ales acompa arán a los que crean: en virtud de mi nombre expulsarán a los demonios, hablarán lenguas nuevas, tomarán en sus manos serpientes y, aunque beban veneno, no les hará da o, impondrán las manos a los enfermos y éstos recobrarán la salud'.
El esp ritu del Se or está sobre m, porque me ha ungido para anunciar la buena nueva a los pobres; me ha enviado a proclamar a los cautivos libertad y recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el a o de gracia del Se or.
Todos quedaron llenos de estupor y lo comentaban unos con otros, diciendo: '¿Qué palabra es ésta, que manda con autoridad y fuerza a los esp ritus impuros, y salen?'. Y su fama se extend a por todos los lugares de la comarca.
Estaba él en una ciudad y hab a all un hombre cubierto de lepra. Al ver éste a Jesús, se postró ante él y le suplicó: 'Se or, si quieres, puedes dejarme limpio'. Él extendió la mano y lo tocó, diciéndole: 'Quiero; queda limpio'. E inmediatamente la lepra desapareció de él.
Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados - dijo al paral tico -: yo te lo mando; levántate, toma tu camilla y vete a tu casa'.
Cuando bajó con ellos, se detuvo en una explanada, donde hab a un grupo numeroso de disc pulos suyos, y una gran multitud del pueblo, de toda Judea y Jerusalén, y del litoral de Tiro y Sidón, que hab an llegado all para o rlo y sanar de sus enfermedades; también los atormentados por esp ritus impuros quedaban curados. Toda la gente quer a tocarlo, porque sal a de él una fuerza que sanaba a todos.
Y llegándose al féretro, lo tocó. Los que lo llevaban, se pararon. Entonces dijo: '¡Joven! Yo te lo mando: levántate'. El difunto se incorporó y comenzó a hablar; y Jesús se lo entregó a su madre.
En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y males y de esp ritus malignos, y a muchos ciegos les concedió la vista.
Luego les dice: '¿Dónde está vuestra fe?'. Ellos, llenos de temor y de admiración, se preguntaban unos a otros: '¿Pero quién es éste, que incluso manda a los vientos y a las aguas, y le obedecen?'.
En esto, una mujer que padec a flujo de sangre desde hac a doce a os, y que no hab a podido ser curada por nadie, acercándose por detrás, le tocó el borde del manto, e inmediatamente cesó su flujo de sangre. Entonces preguntó Jesús: '¿Quién me ha tocado?'. Como todos negaban haber sido ellos, Pedro le contestó: 'Maestro, es la multitud la que te oprime y te apretuja'. Pero Jesús replicó: 'Alguien me ha tocado, porque me he dado cuenta de que una fuerza ha salido de m '. Cuando la mujer vio que hab a sido descubierta, se acercó toda temblorosa y, echándose a sus pies, refirió delante de todo el pueblo por qué motivo lo hab a tocado y cómo hab a quedado curada repentinamente. Él le dijo: 'Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz'.
Convocó a los Doce y les dio poder y potestad sobre todos los demonios y para curar enfermedades. Los envió a predicar el reino de Dios y a curar
Pero al darse cuenta de ello la gente, lo siguieron. Él los acogió y les hablaba del reino de Dios, al tiempo que devolv a la salud a los que ten an necesidad de curación.
(43a) Todos quedaron llenos de asombro ante el poder admirable de Dios. (43b) Mientras todos estaban maravillados de todas las cosas que hac a, dijo a sus disc pulos:
Volvieron, pues, los setenta [y dos] llenos de alegr a, diciendo: '¡Se or, hasta los demonios se nos someten en tu nombre!'. Él les dijo: 'Yo estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad que os he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones, y contra toda la fuerza del enemigo, sin que nada pueda haceros da o.
Y mirad: yo voy a enviar sobre vosotros lo prometido por mi Padre. Vosotros, pues, permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de fuerza desde lo alto'.
Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros. Nosotros vimos su gloria, gloria como de Hijo único que viene del Padre, lleno de gracia y de verdad.
D celes Jesús: 'Llenad estas tinajas de agua'. Y las llenaron hasta los bordes. Entonces les manda: 'Sacad ahora y llevadlo al jefe de los camareros'. As lo hicieron. Cuando el jefe de los camareros probó el agua convertida en vino, sin saber él de dónde proced a, aunque s lo sab an los sirvientes que hab an sacado el agua, llama al novio
Pues lo mismo que el Padre resucita a los muertos devolviéndoles la vida, as también el Hijo da vida a los que quiere.
De verdad os aseguro: quien escucha mi palabra y cree a aquel que me envió, tiene vida eterna y no va a juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida. De verdad os aseguro: llega la hora, y es ésta, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios y los que la escuchen vivirán.
Jesús les contestó: 'Yo soy el pan de la vida. El que viene a m jamás tendrá hambre; el que cree en m jamás tendrá sed'.
Es el esp ritu el que da vida, la carne de nada sirve. Las palabras que yo os he dicho son esp ritu y son vida.
Jesús les habló de nuevo: 'Yo soy la luz del mundo: el que me sigue no andará en las tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida'.
El ladrón no viene sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida, una vida plena.
Yo les doy vida eterna y nunca jamás perecerán, ni nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha confiado, es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de las manos del Padre. El Padre y yo somos uno'.
Jesús le respondió: 'Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en m, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en m, jamás morirá. ¿Crees tú esto?'.
Respóndele Jesús: 'Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre, sino por m.
'De verdad os aseguro: el que cree en m, hará las obras que yo hago, y aun mayores las hará, porque yo voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me ped s algo en mi nombre, yo lo haré.'
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en m y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de m no podéis hacer nada.
Os he dicho esto, para que en m tengáis paz. En el mundo tendréis tribulación; pero tened buen ánimo: yo he vencido al mundo'.
ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera vida eterna a todos los que tú le has dado.
sino que recibiréis la fuerza del Esp ritu Santo que vendrá sobre vosotros y seréis testigos m os en Jerusalén y en toda Judea y Samar a y hasta los confines de la tierra'.
O d, israelitas, estas palabras: a Jesús de Nazaret, hombre acreditado por Dios ante vosotros con milagros, prodigios y se ales que por él realizó Dios entre vosotros, como bien sabéis;
Sepa, por tanto, con absoluta seguridad toda la casa de Israel que Dios ha hecho Se or y Cristo a este Jesús a quien vosotros crucificasteis'.
Pedro le dijo: 'Ni plata ni oro tengo; pero lo que tengo, eso te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, anda'.
sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel que este hombre se presenta ante vosotros sano en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos.
extiende tu mano para que se hagan curaciones, se ales y prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús'.
Por mano de los apóstoles se realizaban muchas se ales y prodigios en el pueblo. Se reun an todos juntos en el pórtico de Salomón.
Ven a haciendo esto muchos d as. Molesto al fin Pablo, dijo volviéndose al esp ritu: 'Te ordeno en nombre de Jesucristo que salgas de ella'. Y salió al instante.
Porque si por la falta de uno solo y por mediación de este solo reinó la muerte en el mundo, con mucha más razón, por medio de uno solo, Jesucristo, reinarán en la vida los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.
sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más: la muerte ya no tiene dominio sobre él. Su muerte fue un morir para el pecado de una vez para siempre y su vida es un vivir para Dios.
Y si el Esp ritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo dará vida también a vuestros cuerpos mortales por medio de ese Esp ritu suyo que habita en vosotros.
¿Quién podrá condenar? Pero es que, además, Cristo [Jesús], el que murió, mejor aún, el resucitado, el que está a la diestra de Dios, aboga en favor nuestro.
Y as como Dios resucitó al Se or, as también nos resucitará a nosotros por su poder.
Pero él me dijo: 'Te basta mi gracia; pues mi poder se manifiesta en la flaqueza'. Muy a gusto, pues, me gloriaré de mis flaquezas, para que en m resida el poder de Cristo.
y cuál la extraordinaria grandeza de su poder con respecto a nosotros, los que creemos, según la eficacia del poder de su fuerza que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principio y potestad y virtud y dominación y de todo cuanto tiene nombre, no sólo en este mundo, sino en el venidero.
para que os conceda, según la riqueza de su gloria, ser poderosamente fortalecidos por la acción de su Esp ritu en vuestro interior; para que Cristo habite, mediante la fe, en vuestro corazón y para que, arraigados y cimentados en el amor,
Por lo cual Dios, a su vez, lo exaltó, y le concedió el nombre que está sobre todo nombre, para que, en el nombre de Jesús, toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los abismos; y toda lengua confiese que Jesucristo es Se or, para gloria de Dios Padre.
porque en él fueron creadas todas las cosas en el cielo y sobre la tierra, las visibles y las invisibles, ya tronos, ya dominaciones, ya principados, ya potestades: todo fue creado por él y para él; Él es anterior a todo, y todo tiene en él su consistencia.
pues en él tuvo a bien residir toda la Plenitud, y por él reconciliar todas las cosas consigo, tras haber purificado por la sangre de su cruz tanto las cosas de sobre la tierra, como las que están en el cielo.
porque en éste reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente. Y vosotros habéis sido llenados en él, que es la cabeza de todo principado y potestad,
porque nuestro evangelio no llegó a vosotros sólo con palabras, sino, además, con poder, con el Esp ritu Santo y con profunda convicción. Como muy bien sabéis, ésa fue nuestra actuación entre vosotros, para bien vuestro.
Estos tales padecerán el castigo de la ruina eterna, alejados de la presencia del Se or y de la gloria de su poder,
He aqu una afirmación digna de crédito y de plena aceptación: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales soy yo el primero. Pero fui tratado con misericordia, precisamente para que fuera yo el primero en quien Jesucristo demostrará toda su comprensión, hasta convertirme en prototipo de los que hab an de creer en él para vida eterna. ¡Al rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén!
pero que se ha manifestado ahora en la aparición de nuestro Salvador, Cristo Jesús. Él ha destruido la muerte, y ha hecho aparecer, por el evangelio, la vida y la incorrupción.
Y como los hijos comparten la sangre y la carne, de igual modo él participó de ambas, para que as, por la muerte, destruyera al que ten a el dominio de la muerte, o sea, al diablo, y liberara a los que, por miedo a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud.
Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compartir el peso de nuestras debilidades, sino al contrario: tentado en todo, como semejante a nosotros, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia, para que obtengamos misericordia y hallemos gracia para ser socorridos en el momento oportuno.
Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo y los subió al madero, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. Por sus cardenales habéis sido curados.
Porque también Cristo murió de una vez para siempre por los pecados, el justo por los injustos, para llevaros a Dios. Entregado a la muerte según la carne, fue vivificado según el esp ritu,
El que comete pecado del diablo es, porque el diablo peca desde el principio. Para esto se manifestó el Hijo de Dios: para destruir las obras del diablo.
Porque todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe. ¿Y quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Yo soy el alfa y la omega, dice el Se or Dios, el que es, el que era y el que ha de venir, el todopoderoso.
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