Sermón del llano: dichosos y desdichados Mt 5,1-12 Dirigiendo la mirada a los discípulos, les decía: -Felices los pobres, porque el reino de Dios les pertenece.
Pues, para que sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados, dirigiéndose al paralítico, le dijo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
Los hombres decían asombrados: -¿Quién es éste, que hasta los vientos y el lago le obedecen?
Resumen narrativo de la actividad de Jesús Mc 3,7-12; Lc 6,17-19 Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del reino y sanando entre el pueblo toda clase de enfermedades y dolencias. Su fama se difundió por toda Siria, de modo que le traían todos los que padecían diversas enfermedades o sufrían achaques: endemoniados, lunáticos, paralíticos y él los sanaba.
Nadie me la quita, yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y para después recobrarla. Éste es el encargo que he recibido del Padre.
Él es reflejo de su gloria, la imagen misma de lo que Dios es, y mantiene el universo con su Palabra poderosa. Él es el que purificó al mundo de sus pecados, y tomó asiento en el cielo a la derecha del trono de Dios;
Mc 1,22; Lc 4,32 Cuando Jesús terminó su discurso, la multitud estaba asombrada de su enseñanza; porque les enseñaba con autoridad, no como sus letrados.
Unos hombres, que llevaban en una camilla a un paralítico, intentaban meterlo y colocarlo delante de Jesús.
¿Quién es ése que viene de Edom, de Bosra, con las ropas teñidas de rojo? ¿Quién es ése vestido de gala que avanza lleno de fuerza? -Yo, que sentencio con justicia y soy poderoso para salvar.
Al atardecer le trajeron muchos endemoniados. Él con una palabra expulsaba los demonios, y todos los enfermos sanaban. Así se cumplió lo anunciado por el profeta Isaías: Él tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades.
Así puede salvar plenamente a los que por su medio acuden a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos.
Él les dijo: -¡Qué cobardes y hombres de poca fe son! Se levantó, increpó a los vientos y al lago, y sobrevino una gran calma. Los hombres decían asombrados: -¿Quién es éste, que hasta los vientos y el lago le obedecen?
y constituido por el Espíritu Santo Hijo de Dios con poder a partir de la resurrección: Jesucristo, nuestro Señor.
Cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con Espíritu Santo y poder: él pasó haciendo el bien y sanando a los poseídos del Diablo, porque Dios estaba con él.
A él, Dios lo ha sentado a su derecha, nombrándolo jefe y salvador, para ofrecer a Israel el arrepentimiento y el perdón de los pecados.
pero para los llamados, tanto judíos como griegos, un Cristo que es fuerza y sabiduría de Dios.
La cosecha, abundante; los trabajadores, pocos Jesús recorría todas las ciudades y pueblos, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Noticia del reino y sanando toda clase de enfermedades y dolencias.
Los doce apóstoles Mc 3,13-15; 6,7; Lc 9,1 Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos, para expulsarlos y para sanar toda clase de enfermedades y dolencias.
Todo me lo ha encomendado mi Padre: nadie conoce al Hijo, sino el Padre; nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo decida revelárselo.
Ya muy entrada la noche Jesús se acercó a ellos caminando sobre el lago. Al verlo caminar sobre el lago, los discípulos comenzaron a temblar y dijeron: -¡Es un fantasma! Y gritaban de miedo. Pero [Jesús] les dijo: -¡Ánimo! Soy yo, no teman.
Los hombres del lugar lo supieron y difundieron la noticia por toda la región. Le llevaron todos los enfermos y le rogaban que les permitiese nada más rozar el borde de su manto, y los que lo tocaban quedaban sanos.
Acudió una gran multitud que traía cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos enfermos. Los colocaban a sus pies y él los sanaba. La gente quedaba admirada al ver que los mudos hablaban, los cojos caminaban, los lisiados quedaban sanados y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel.
Pues yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra construiré mi Iglesia, y el imperio de la muerte no la vencerá. A ti te daré las llaves del reino de los cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo; lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.
Él les contestó: -Porque ustedes tienen poca fe. Les aseguro que, si tuvieran la fe del tamaño de una semilla de mostaza, dirían a aquel monte que se trasladara allá, y se trasladaría. Y nada sería imposible para ustedes. [[Pero esta clase sólo se expulsa con oración y ayuno.]]
Les aseguro que lo que ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. Les digo también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir cualquier cosa, mi Padre del cielo se la concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy allí, en medio de ellos.
Todos se llenaron de estupor y se preguntaban: -¿Qué significa esto? Es una enseñanza nueva, con autoridad. Hasta a los espíritus inmundos les da órdenes y le obedecen. Su fama se divulgó rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.
Viendo Jesús su fe, dijo al paralítico: -Hijo, tus pecados te son perdonados. Había allí sentados unos letrados que discurrían en su interior: -¿Cómo puede éste hablar así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? Jesús, adivinando lo que pensaban, les dijo: -¿Por qué están pensando eso? ¿Qué es más fácil? ¿Decir al paralítico que se le perdonan sus pecados o decirle que cargue con su camilla y comience a caminar? Pero para que sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados -dijo al paralítico-: Yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Se levantó de inmediato, tomó su camilla y salió delante de todos. De modo que todos se asombraron y glorificaban a Dios diciendo: Nunca vimos cosa semejante.
Ya que, como sanaba a muchos, los que sufrían achaques se le tiraban encima para tocarlo. Los espíritus inmundos al verlo caían a sus pies gritando: ¡Tú eres el Hijo de Dios!
Él se levantó, increpó al viento y ordenó al lago: -¡Calla, enmudece! El viento cesó y sobrevino una gran calma. Y les dijo: -¿Por qué son tan cobardes? ¿Aún no tienen fe? Llenos de temor se decían unos a otros: -¿Quién es éste, que hasta el viento y el lago le obedecen?
El endemoniado de Gerasa Mt 8,28-34; Lc 8,26-39 Pasaron a la otra orilla del lago, al territorio de los gerasenos. Al desembarcar, le salió al encuentro desde un cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo. Habitaba en los sepulcros. Nadie podía sujetarlo, ni con cadenas; en muchas ocasiones lo habían sujetado con cadenas y grillos y él los había roto. Y nadie podía con él. Se pasaba las noches y los días en los sepulcros o por los montes, dando gritos y golpeándose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, se puso a correr, se postró ante él y, y, dando un fuerte grito, dijo: -¿Qué tienes conmigo, Hijo del Dios Altísimo? ¡Por Dios te conjuro que no me atormentes! -Porque Jesús le había dicho: ¡Espíritu inmundo, sal de este hombre!-. Luego le preguntó: -¿Cómo te llamas? Contestó: -Me llamo Legión, porque somos muchos. Y le suplicaba con insistencia que no los echase de la región. Había allí una gran piara de cerdos pastando en la ladera del monte. Le suplicaron: -Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos. Jesús se lo concedió. Entonces los espíritus inmundos salieron y se metieron en los cerdos. La piara, unos dos mil, se lanzó por un acantilado al lago y se ahogaron en el agua. Los pastores huyeron, y lo contaron en la ciudad y en los campos; y la gente fue a ver lo que había sucedido. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido dentro una legión, sentado, vestido y en su sano juicio; y se asustaron. Los testigos les explicaban lo que había pasado con el endemoniado y los cerdos. Y empezaron a suplicarle que se marchase de su territorio. Cuando se embarcaba, el que había estado endemoniado le pidió que le permitiese acompañarlo. Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: -Vete a tu casa y a los tuyos y cuéntales todo lo que el Señor, por su misericordia, ha hecho contigo. Se fue y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho con él, y todos se maravillaban.
Había una mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias; había sufrido mucho en manos de médicos, se había gastado su fortuna sin mejorar, y al contrario había empeorado. Oyendo hablar de Jesús, se mezcló en el gentío, y por detrás le tocó el manto. Porque pensaba: Con sólo tocar su manto, quedaré sana. Al instante desapareció la hemorragia, y sintió en su cuerpo que había quedado sana. Jesús, consciente de que una fuerza había salido de él, se volvió entre la gente y preguntó: -¿Quién me ha tocado el manto? Los discípulos le decían: -Ves que la gente te está apretujando, y preguntas ¿quién te ha tocado? Él miraba alrededor para descubrir quién lo había tocado. La mujer, asustada y temblando, porque sabía lo que le había pasado, se acercó, se postró ante él y le confesó toda la verdad. Él le dijo: -Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz y sigue sana de tu dolencia.
Agarrando a la niña de la mano, le dijo: Talitha qum -que significa: Chiquilla, te lo digo a ti, ¡levántate! Al instante la muchacha se levantó y se puso a caminar -tenía doce años-. Ellos quedaron fuera de sí del asombro.
Misión de los doce apóstoles Mt 10,1.7-15; Lc 9,1-6; 10,4-12 Llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos.
En cualquier pueblo o ciudad por donde pasaba, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejara tocar al menos el borde de su manto, y los que lo tocaban se sanaban.
Ordenó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes, dio gracias, los partió y se los dio a los discípulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente. Tenían también unos pocos pescaditos. Los bendijo y mandó que los sirvieran. Comieron hasta quedar satisfechos, y recogieron las sobras en siete canastas. Eran unos cuatro mil. Los despidió
agarrarán serpientes; si beben algún veneno, no les hará daño; pondrán las manos sobre los enfermos y se sanarán. El Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
para proclamar el año de gracia del Señor. Lo cerró, se lo entregó al ayudante y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él.
Su fama se difundió por toda la región. Sanaciones Mt 8,14-16; Mc 1,29-34 Salió de la sinagoga y entró en casa de Simón. La suegra de Pedro estaba con fiebre muy alta y le suplicaban que hiciera algo por ella.
Extendió la mano y le tocó, diciendo: -Lo quiero, queda sano. Al instante se le fue la lepra. Y Jesús le ordenó: -No se lo digas a nadie. Ve a presentarte al sacerdote y, para que le conste, lleva la ofrenda de tu sanación establecida por Moisés.
Al instante se levantó delante de todos, cargó con lo que había sido su camilla, y se fue a su casa dando gloria a Dios.
para escucharlo y sanarse de sus enfermedades. Los atormentados por espíritus inmundos quedaban sanos, y toda la gente intentaba tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos. Sermón del llano: dichosos y desdichados Mt 5,1-12 Dirigiendo la mirada a los discípulos, les decía: -Felices los pobres, porque el reino de Dios les pertenece.
El muerto se incorporó y empezó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos y daban gloria a Dios diciendo: -Un gran profeta ha surgido entre nosotros; Dios se ha ocupado de su pueblo.
Después les respondió: -Vayan a informar a Juan de lo que han visto y oído: los ciegos recobran la vista, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres reciben la Buena Noticia.
El endemoniado de Gerasa Mt 8,28-34; Mc 5,1-20 Navegaron hasta el territorio de los gerasenos, que queda enfrente de Galilea.
se le acercó por detrás y le tocó el borde de su manto. Al instante se le cortó la hemorragia. Jesús preguntó: -¿Quién me ha tocado? Y, como todos lo negaban, Pedro dijo: -Maestro, la multitud te cerca y te apretuja. Pero Jesús replicó: -Alguien me ha tocado, yo he sentido que una fuerza salía de mí. Viéndose descubierta, la mujer se acercó temblando, se postró ante él y explicó delante de todos por qué lo había tocado y cómo se había mejorado inmediatamente. Jesús le dijo: -Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz. Aún estaba hablando, cuando llegó uno de la casa del jefe de la sinagoga y le anuncia: -Tu hija ha muerto, no molestes más al Maestro.
Y los envió a proclamar el reino de Dios y a sanar [enfermos]. Les dijo: -No lleven nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero, ni dos túnicas.
Como caía la tarde, los Doce se acercaron a decirle: -Despide a la gente para que vayan a los pueblos y campos de los alrededores y busquen hospedaje y comida; porque aquí estamos en un lugar despoblado.
Segundo anuncio de la pasión y resurrección Mt 17,22s; Mc 9,30-32 -Presten atención a estas palabras: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de hombres.
Vuelven los setenta y dos Volvieron los setenta [y dos] muy contentos y dijeron: -Señor, en tu nombre hasta los demonios se nos sometían. Les contestó: -Estaba viendo a Satanás caer como un rayo del cielo. Miren, les he dado poder para pisotear serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada los dañará.
Yo les enviaré lo que el Padre prometió. Por eso quédense en la ciudad hasta que sean revestidos con la fuerza que viene desde el cielo.
La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y verdad.
Jesús les dice: -Llenen de agua las tinajas. Las llenaron hasta el borde. Les dice: -Ahora saquen un poco y llévenle al encargado del banquete para que lo pruebe. Se lo llevaron. Cuando el encargado del banquete probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde procedía, aunque los servidores que habían sacado el agua lo sabían, se dirige al novio
Como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, del mismo modo el Hijo da vida a los que él quiere.
Les aseguro que quien oye mi palabra y cree en aquel que me ha enviado tiene vida eterna y no es sometido a juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida. Les aseguro que se acerca la hora, ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán.
Jesús les contestó: -Yo soy el pan de la vida: el que viene a mí no pasará hambre, el que cree en mí no pasará nunca sed.
El Espíritu es el que da vida, la carne no vale nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida.
Jesús, luz del mundo De nuevo les habló Jesús: -Yo soy la luz del mundo, quien me siga no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
El ladrón no viene más que a robar, matar y destrozar. Yo vine para que tengan vida, y la tengan en abundancia.
yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrancará de mi mano. Mi Padre que me las ha dado es más que todos y nadie puede arrancar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos uno.
Jesús le contestó: -Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque muera, vivirá; y quien vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Lo crees?
Les aseguro: quien cree en mí hará las obras que yo hago, e incluso otras mayores, porque yo voy al Padre; y yo haré todo lo que pidan en mi nombre, para que por el Hijo se manifieste la gloria del Padre. Si ustedes piden algo en mi nombre, yo lo haré.
Yo soy la vid, ustedes los sarmientos: quien permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; porque separados de mí no pueden hacer nada.
Les he dicho esto para que gracias a mí tengan paz. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo.
ya que le has dado autoridad sobre todos los hombres para que dé vida eterna a cuantos le has confiado.
Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes, y serán testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.
Israelitas, escuchen mis palabras. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes con los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por su medio, como bien saben.
Por tanto, que todo el pueblo de Israel reconozca que a este Jesús crucificado por ustedes, Dios lo ha nombrado Señor y Mesías.
Pero Pedro le dijo: -No tengo plata ni oro pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, levántate y camina.
Conste a todos ustedes y a todo el pueblo de Israel que este hombre ha sido sanado en nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien ustedes crucificaron y Dios resucitó de la muerte. Gracias a él, este hombre está sano en presencia de ustedes.
Extiende tu mano para que sucedan sanaciones, señales y prodigios por el nombre de tu santo siervo Jesús.
Tercer informe: milagros Lc 4,38-41; 5,12-26 Los apóstoles realizaban muchas señales y milagros entre el pueblo. Todos íntimamente unidos acudían al pórtico de Salomón;
Esto lo hizo muchos días, hasta que Pablo, cansado, se volvió y dijo al espíritu: -En nombre de Jesucristo te ordeno que salgas de ella. Inmediatamente salió de ella.
En efecto, si por el delito de uno solo reinó la muerte, con mayor razón, por medio de uno, Jesucristo, reinarán y vivirán los que reciben abundantemente la gracia y el don de la justicia.
Sabemos que Cristo, resucitado de la muerte, ya no vuelve a morir, la muerte no tiene poder sobre él. Muriendo murió al pecado definitivamente; viviendo vive para Dios.
Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de la muerte habita en ustedes, el que resucitó a Cristo de la muerte dará vida a sus cuerpos mortales, por el Espíritu suyo que habita en ustedes.
¿quién condenará? ¿Será acaso Cristo Jesús, el que murió y después resucitó y está a la diestra de Dios y suplica por nosotros?
Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Y me contestó: ¡te basta mi gracia!; la fuerza se realiza en la debilidad. Así que muy a gusto me gloriaré de mis debilidades, para que se aloje en mí el poder de Cristo.
y la grandeza extraordinaria de su poder a favor de nosotros los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa; poder que ejercitó en Cristo resucitándolo de la muerte y sentándolo a su derecha en el cielo por encima de toda autoridad y potestad y poder y soberanía, y de cualquier otra dignidad que pueda mencionarse tanto en este mundo como en el venidero.
Que él se digne según la riqueza de su gloria fortalecerlos internamente con el Espíritu, que Cristo habite en sus corazones por la fe, que estén arraigados y cimentados en el amor,
Por eso Dios lo exaltó y le concedió un nombre superior a todo nombre, para que, ante el nombre de Jesús, toda rodilla se doble, en el cielo, la tierra y el abismo; y toda lengua confiese: ¡Jesucristo es Señor!, para gloria de Dios Padre.
porque por él fue creado todo, en el cielo y en la tierra: lo visible y lo invisible, majestades, señoríos, autoridades y potestades. Todo fue creado por él y para él, él es anterior a todo y todo se mantiene en él.
En él decidió Dios que residiera la plenitud; por medio de él quiso reconciliar consigo todo lo que existe, restableciendo la paz por la sangre de la cruz tanto entre las criaturas de la tierra como en las del cielo.
En él reside corporalmente la plenitud de la divinidad, y de él reciben ustedes su plenitud. Él es la cabeza de todo mando y potestad.
porque, cuando les anunciamos la Buena Noticia, no fue sólo con palabras, sino con la eficacia del Espíritu Santo y con fruto abundante. Ya saben cómo procedimos cuando estuvimos allí al servicio de ustedes.
Ésos sufrirán una condena perpetua, lejos de la presencia del Señor y de su majestad poderosa
Este mensaje es de fiar y digno de ser aceptado sin reservas: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero Cristo Jesús me tuvo compasión, para demostrar conmigo toda su paciencia, dando un ejemplo a los que habrían de creer y conseguir la vida eterna. Al Rey de los siglos, al Dios único, inmortal e invisible, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
y que se manifiesta ahora por la aparición de nuestro salvador Cristo Jesús; quien ha destruido la muerte e iluminado la vida inmortal por medio de la Buena Noticia.
Así como los hijos de una familia tienen una misma carne y sangre, también Jesús participó de esa condición, para anular con su muerte al que controlaba la muerte, es decir, al Diablo, y para liberar a los que, por miedo a la muerte, pasan la vida como esclavos.
El sumo sacerdote que tenemos no es insensible a nuestra debilidad, ya que, como nosotros, ha sido probado en todo excepto el pecado. Por tanto, acerquémonos confiados al trono de nuestro Dios, para obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno.
El llevó sobre la cruz nuestros pecados cargándolos en su cuerpo, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus cicatrices nos sanaron.
Porque Cristo murió una vez por nuestros pecados, el justo por los injustos para llevarlos a ustedes a Dios: sufrió muerte en el cuerpo, resucitó por el Espíritu
Quien comete pecado procede del Diablo, porque el Diablo es pecador desde el principio; y el Hijo de Dios apareció para destruir las obras del Diablo.
Todo el que es hijo de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que venció al mundo: nuestra fe. ¿Quién vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Yo soy el alfa y la omega, dice el Señor Dios, Aquel que es, que era y que será, el Todopoderoso.
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