Reconocer errores y pedir perdón requiere valentía, al vencer el orgullo y la prepotencia demostramos verdadera humildad. Este proceso no depende de si fuiste tú quien resultó ofendido, sino de buscar constantemente agradar al Señor con cada acción. Incluso si el ofensor no pide perdón y el Espíritu Santo te insta a hacerlo, recibirás la gracia y favor del Señor. Aunque para muchos sea difícil, pedir perdón es una decisión que libera y permite avanzar en libertad. Guardar rencor y negar el perdón estanca el alma y causa dolor físico. El perdón, por tanto, garantiza la salud del cuerpo y la salvación del alma. Perdonar nos purifica y nos acerca a Dios. Es crucial expresar y reconocer nuestros errores ante Él, quien nos libra de toda maldad. Su amor y perdón abarcan cada rincón de nuestro ser, sin límites para lo que pueda perdonar.
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale.
Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale.
Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.
No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.
Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;
Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,
Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.
Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados,
si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.
Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.
Perdona a tu pueblo Israel, al cual redimiste, oh Jehová; y no culpes de sangre inocente a tu pueblo Israel. Y la sangre les será perdonada.
Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.
el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,
en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.
JAH, si mirares a los pecados, ¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse?
Pero en ti hay perdón, Para que seas reverenciado.
El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero.
A este, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.
Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.
Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.
Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Selah