Jesús demostró desde muy temprana edad que estaba destinado a grandes cosas, gracias al propósito que se le había asignado desde el vientre de su madre. Sus padres, con paciencia y amor, le instruyeron sobre su destino profético, lo que le permitió, siendo aún un niño, llevar a cabo la voluntad de su Padre en la tierra. El papel de los padres es fundamental en la vida de los más pequeños del hogar; les corresponde guiarlos en los caminos de Dios para que en el futuro puedan caminar con paso firme. Dios no conoce límites y utiliza la inocencia de los niños para revelar su gloria, ya que los niños no guardan rencor, son perdonadores y tienen el corazón siempre abierto. Por ese motivo, Jesús recomendó a los adultos ser como niños, pues el Reino de Dios les pertenece a ellos. Deseamos que nuestros niños tengan una infancia llena de la palabra, oración y cánticos que exalten el nombre del Señor, para que se conviertan en personas valientes, con propósitos divinos y capaces de vencer las tinieblas y llevar a muchas almas a Cristo. En estos tiempos, Dios usará grandemente a los niños, por lo que es importante prepararlos y capacitarlos para ese momento.
Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.
Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.
Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?
Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.
Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.
Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.
Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.
Y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo: ¿Quién, pues, será este niño? Y la mano del Señor estaba con él.
Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.
Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.
Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.
Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos.
El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió.
En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.
Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.