Servir a Dios implica obedecer su guía a lo largo de toda la vida. Debemos renunciar a complacer nuestros propios deseos y decisiones, y dejar de creernos el centro de todo. Al poner nuestras vidas al servicio de Dios y los demás, encontraremos el verdadero sentido de la existencia. Cargar la cruz no es una imposición, sino una decisión voluntaria que representa negarnos a nosotros mismos en pro del bienestar de otros y la difusión del evangelio. Jesús enseñó a sus discípulos: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz, y sígame" (Mateo 16:24).
Jehová te bendiga, y te guarde;
Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia;
Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz.
Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios.
Jehová recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte.
¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: Tu Dios reina!
Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
pues por la experiencia de esta ministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos y para todos;
asimismo en la oración de ellos por vosotros, a quienes aman a causa de la superabundante gracia de Dios en vosotros.
Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos.
Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor,
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;
Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios.
Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.
Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.