La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo, como la da el mundo(z). No se turbe vuestro corazón, ni se acobarde.
Y no temáis a los que matan el cuerpo, y no pueden matar al alma; temed antes al que puede echar el alma y el cuerpo en el infierno.
Y así no andéis cuidadosos por el día de mañana: porque el día de mañana a sí mismo se traerá su cuidado(h). Le basta al día su propio afan'.
Venid a mí, todos los que estáis trabajados y cargados(g), y yo os aliviaré. Traed mi yugo sobre vosotros(h), y aprended de mí, que manso soy y humilde(i) de corazón; y hallaréis reposo para vuestras almas. Porque mi yugo suave es, y mi carga ligera(j)'.
Esto os he dicho, para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis apretura. Mas tened confianza, que yo he vencido al mundo(x)”.
Enseñándolas a observar todas las cosas que os he mandado(r). Y mirad que yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación del siglo(s)'.
Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad, que está puesta sobre un monte, no se puede esconder.
Estad en mí, y yo en vosotros(d). Como el sarmiento no puede de sí mismo llevar fruto, si no estuviere en la vid; así ni vosotros, si no estuviereis en mí(e). Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que está en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto(f); porque sin mí no podéis hacer nada.
Por tanto os digo: no andéis afanados para vuestra alma, qué comeréis(b), ni para vuestro cuerpo, que vestiréis. ¿No es más el alma que la comida y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo(c), que no siembran, ni siegan, ni allegan en trojes; y vuestro Padre celestial las alimenta. Pues ¿no sois vosotros mucho más que ellas(d)? ¿Y quién de vosotros discurriendo puede(e) añadir un codo a su estatura?
Buscad pues primeramente el reino de Dios, y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá(d). Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama se le abrirá.
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