
sin dejarnos llevar por ambiciones personales, que siempre terminan en envidias recíprocas y enemistades.
El amor es paciente y benigno; el amor no tiene celos ni envidia; el amor no es presumido ni vanidoso;
Despojaos, pues, de toda maldad y engaño, y apartaos de cualquier forma de hipocresía, envidias y difamaciones.
Codiciáis, pero nada conseguís; asesináis y os devora la envidia, pero no alcanzáis lo que queréis; lucháis y peleáis por algo, pero no lo obtenéis porque no lo pedís debidamente. Y cuando pedís, Dios no os contesta, porque solo pedís para satisfacer vuestros apetitos.
Pero lo peor es que ahora seguís siendo tan carnales como antes, porque ¿acaso los celos, las rencillas y las disensiones que hay entre vosotros no son cosas propias de una conducta puramente humana?
Cuando nos conformamos a nuestras tendencias naturales, caemos en males como estos: adulterio, fornicación, impureza, lascivia, idolatría, brujerías, enemistades, discordias, celos, iras, peleas, disensiones, falsas doctrinas, envidias, homicidios, borracheras, orgías y otras cosas parecidas. Pero ya os lo he dicho, y ahora os lo repito: quienes se conducen de esa forma no heredarán el reino de Dios.
Andemos como si ya fuera de día, decente y honestamente, no entre comilonas y borracheras, orgías y desenfrenos, peleas y envidias.
No hagáis nada por rivalidad o vanagloria; antes bien, sed humildes, y cada uno considere a los demás como mejores que él mismo.
Pero si alguien se siente tentado a hacer algo malo, no diga que es Dios quien le tienta, porque Dios no tienta a nadie, ni por nadie puede ser tentado. La tentación es la seductora atracción que ejercen sobre el hombre sus propios malos deseos. Estos conciben y dan a luz el pecado, y luego, del pecado cometido, nace la muerte.
Las cosas que hay en este mundo, como son los deseos carnales los deseos de los ojos y la soberbia, no proceden del Padre sino del propio mundo,
Pero si en el fondo de vuestro corazón albergáis envidias amargas y una rivalidad egoísta, no faltéis a la verdad jactándoos de nada bueno, porque en ello no hay ni rastro de la sabiduría que procede de Dios, sino tan sólo manifestaciones terrenales, carnales y hasta diabólicas.
Si alguien se muestra alegre, compartid con él su alegría; y si alguien está triste, uníos a él en su tristeza.
Sin embargo, en la religión puede uno hallar la mayor de las riquezas, que consiste en ser feliz con lo que se tiene. Nada trajimos a este mundo, y evidentemente nada podremos llevarnos;
Huid de la avaricia y contentaos con lo que ya tenéis, pues el Señor dijo: 'No te desampararé ni te dejaré'.
a fin de evitar desavenencias en el propio cuerpo, y para que todos los miembros se preocupen los unos por los otros. De esta forma, cuando un miembro sufre, los demás miembros sufren con él; y cuando un miembro recibe honores, los demás se alegran con él.
Lo que vosotros, en primer lugar, debéis hacer es buscar el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás os será añadido.
Lo que debéis hacer es guardaros de codiciar sin medida las cosas que no tenéis, porque la vida no depende de la posesión de muchos bienes.
No os amoldéis a los usos y costumbres propios de este mundo; antes bien, procurad que vuestra mente renovada opere la transformación de vuestra personalidad, para que lleguéis a comprobar lo buena, grata y perfecta que es la voluntad de Dios.
Y no digo esto porque yo me encontrara en otro tiempo o me encuentre ahora en necesidad, ya que en realidad sé contentarme con lo mucho o lo poco de que disponga. He aprendido a vivir, sea con escasez, sea con abundancia; y he aprendido a sentirme satisfecho, lo mismo con el estómago lleno que vacío, teniendo de sobra o pasando necesidad.
Revestíos de Jesucristo el Señor como de una armadura que os proteja de los malos deseos de nuestra naturaleza pecaminosa.
Os aconsejo que vuestra conducta sea conforme al Espíritu Santo, y que no obedezcáis a los impulsos de nuestra naturaleza pecadora.
Apartad de vosotros toda amargura, irritación e ira, y no deis lugar a disputas, insultos y malicias de ninguna clase. Sed entre vosotros bondadosos y compasivos, y perdonaos unos a otros recordando siempre que también Dios os perdonó a vosotros en Cristo.
El que odia a su hermano, en el fondo del corazón es un asesino; y sabéis muy bien que ningún asesino tiene vida eterna en sí mismo.
Puesto que Dios os escogió para formar parte de su amado pueblo, revestíos de profunda compasión y comportaos con toda benignidad, humildad, modestia y paciencia. Toleraos mutuamente y perdonaos las ofensas los unos a los otros. Puesto que el Señor os perdonó, también vosotros debéis perdonar a los demás.
La sabiduría que procede de Dios es fundamentalmente pura; además es pacífica, amable, benigna y plena de misericordia y buenos frutos, y no incurre en discriminaciones ni hipocresías.
Porque ¿a qué vienen esas jactancias? ¿Qué tenéis que Dios no os haya dado? Y si lo que tenéis os lo ha dado Dios, ¿por qué os jactáis como si lo hubierais conseguido con vuestro propio esfuerzo?
Dad gracias en todo momento y circunstancia, porque esto quiere Dios de quienes pertenecen a Cristo Jesús.
En todo cuanto hagáis, evitad quejas y disputas, para que nadie pueda reprocharos nada. Vuestra vida debe ser pura y sencilla, porque sois hijos de Dios que, en medio de una generación maligna y depravada, resplandecéis como estrellas en el mundo,
Sed imitadores de Dios, como hijos amados que imitan a su padre. Que vuestra conducta se base en el amor, siguiendo el ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó a sí mismo en sacrificio por nosotros; ofrenda ésta de la que Dios se agradó como de un perfume delicado.
Sabemos también que a quienes aman a Dios y responden a su llamamiento para entrar a formar parte de su plan, todo cuanto pueda sucederles redundará en su propio beneficio.
Por cuanto todos nosotros estamos rodeados de tan gran número de testigos, despojémonos de cualquier carga que pueda impedirnos correr bien, especialmente del pecado que nos agobia y nos hace tropezar y caer. Corramos luego con perseverancia la carrera que tenemos propuesta,
Dicho esto, os recuerdo también que vuestra fortaleza ha de emanar del gran poder del Señor, que está en vosotros. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis resistir con firmeza las asechanzas del diablo,
Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, y él os ensalzará a su debido tiempo. Depositad en Dios todas vuestras ansiedades, porque él nunca dejará de cuidar de vosotros.
a derribar falsos argumentos y toda especie de soberbia que se alza contra el conocimiento de Dios, y a hacer cautivo todo pensamiento rebelde y llevarlo a obedecer a Cristo.
Jesús le respondió: 'Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente'. Este mandamiento es el primero y más importante; y el segundo le es semejante: 'Amarás a tu prójimo como te amas a ti mismo'.
Lo que cada uno debe hacer es asegurarse de que actúa correctamente; de ese modo, sin entrar en comparaciones con otros, sentirá la satisfacción del deber cumplido, pues cada uno ha de cargar con sus propias faltas y problemas.
Por eso, según os venía diciendo, ninguno debe criticar o despreciar a su hermano, antes bien recordar siempre que todos hemos de comparecer personalmente ante el tribunal de Cristo, como está escrito: 'Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios'. Esto significa que todos y cada uno de nosotros tendremos que dar cuenta a Dios de nuestros propios actos.
No acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde los ladrones entran a robar. Acumulad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho destruyen y donde los ladrones no entran a robar. Porque donde tengáis vuestro tesoro, allí tendréis también el corazón.
El que dice que anda en la luz, pero odia a su hermano, sigue estando en tinieblas. El que ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza en el camino; en cambio, el que odia a su hermano está en tinieblas y camina a ciegas en medio de la oscuridad, sin saber hacia dónde dirigir sus pasos.
Dios, que es el dador de toda paciencia y aliento, os ayude a vivir en perfecta armonía, de acuerdo con todo lo que Cristo Jesús nos enseñó. Así, unánimes y a una voz, podréis alabar y glorificar a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Si vivimos por el poder del Espíritu Santo, sigamos la guía del Espíritu a lo largo de toda nuestra vida,
Recordad que toda tentación o toda prueba que os sobrevenga es cosa humana; pero recordad también que Dios, en su fidelidad, no permitirá que seáis tentados más allá de lo que podáis soportar, sino que, al llegar las pruebas, él os dará la forma de salir de ellas. Las fiestas idólatras y la Cena del Señor
Y no os olvidéis de hacer el bien y de compartir lo que tenéis con los que pasan necesidad. ¡Esos son los sacrificios que agradan a Dios!
Sobre todo, que vuestra vida esté presidida por el amor, que es el vínculo que lo une todo en perfecta armonía. Y reine en vuestro corazón la paz de Cristo, porque en ella fuisteis llamados a ser miembros de su cuerpo, que es la iglesia. Y sed agradecidos.
El amor no deja lugar al temor, porque cuando el amor alcanza su perfección, desplaza al temor. El que teme es aquel que espera recibir alguna suerte de castigo, esto es, aquel en cuyo corazón el amor no es una realidad perfecta.
Porque nosotros somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para llevar a cabo las buenas obras que de antemano dispuso Dios que realizásemos. Unidad en Cristo
De modo que no os preocupéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá sus preocupaciones. Bástenle a cada día sus propios problemas.
Amaos los unos a los otros con verdadero amor fraternal, y que cada cual tenga a los demás como más dignos de alabanza.
En cualquier caso, con la ayuda de Cristo, que me da fortaleza y poder, estoy preparado para hacer lo que sea necesario.
Por último, sed todos de un mismo parecer y un mismo sentimiento, amaos fraternalmente, mostraos compasivos y llenos de sincera humildad,
Por lo tanto, gentiles, que el Dios que os ha dado la esperanza os colme de dicha y de paz por haber creído en él. Que reboséis de esperanza mediante el poder del Espíritu Santo que habita en vosotros. Pablo, ministro de los gentiles
No salga de vuestra boca ninguna palabra sucia, sino expresaos en términos correctos, que sean edificantes y de bendición para quienes os escuchen.
y tres veces me ha respondido: 'Con mi gracia tienes bastante, porque mi poder se hace más evidente cuando actúa sobre la debilidad humana'. Por tanto, de buena gana seguiré presumiendo de mis debilidades más que de ninguna otra cosa, porque por medio de ellas actúa en mí el poder de Cristo.
Sabéis muy bien que los creyentes en Cristo deben consolarse unos a otros y animarse con amor recíproco; deben mantenerse unidos, participar del mismo Espíritu y vivir en mutuo afecto y compasión. Por eso os ruego ahora que me llenéis de gozo viviendo todos en perfecta armonía y amándoos fraternalmente, guiados por un mismo ideal y movidos por un mismo propósito.
Que vuestra palabra esté siempre llena de gracia y sazonada con sal. Así podréis responder sin dificultad a las cuestiones que se os planteen. Saludos finales
Con Cristo estoy crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y esta vida verdadera que ahora vivo es el resultado de mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a muerte por mí.
Mas Dios demostró la inmensidad de su amor hacia nosotros cuando, siendo aún pecadores, envió a Cristo a morir para darnos vida.
Y estoy seguro de que Dios, que en vosotros comenzó la buena obra, la perfeccionará hasta el día en que regrese Jesucristo.
Tengámonos siempre presentes los unos a los otros, procurando estimularnos al amor y las buenas obras. No dejemos de congregarnos (como algunos tienen por costumbre), para animarnos y exhortarnos los hermanos mutuamente, en especial ahora, cuando ya podéis ver que se acerca el día del regreso del Señor.
Compartid, pues, vuestras cargas y problemas, obedeciendo así el mandato de nuestro Señor.
Todo lo que hayáis de hacer, hacedlo lo mejor posible y con alegría, como si vuestro trabajo fuera para el Señor y no para los hombres. Así el Señor os dará la parte de herencia que os corresponde, porque en realidad es a Cristo el Señor a quien estáis sirviendo.
A Dios, que es poderoso para hacer todas las cosas y actuar en nosotros mucho más eficazmente de lo que podemos pedir y entender,
Tres cosas hay de valor inmutable: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más importante es el amor.
Por eso estoy convencido de que nada ni nadie: ni la muerte ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes y autoridades que gobiernan este mundo, ni el temor al presente o al futuro, ni lo más alto ni lo más profundo, ni ninguna de las cosas creadas, podrán apartarnos del amor de Dios revelado en Cristo Jesús Señor nuestro.
Orad en todo tiempo, sin cesar, velando en ello con perseverancia. Elevad al Señor vuestras oraciones y ruegos con la ayuda del Espíritu Santo. Interceded por todos los que pertenecen a la familia de Dios;
Vosotros, en cambio, sois un linaje escogido, un real sacerdocio, una nación santa, un pueblo que Dios ha adquirido para que anunciéis a otros las grandezas de aquel que, estando vosotros en tinieblas, os llamó a participar de su luz maravillosa.
Esto es algo que el Espíritu Santo, hablándonos desde lo profundo de nuestro propio espíritu, nos enseña y asegura: que verdaderamente somos hijos de Dios. Y pues que somos sus hijos, somos también sus herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, para compartir con él las riquezas de su gloria habiendo compartido también sus sufrimientos. La gloria futura
La fe es la certidumbre de lo que se espera, la convicción de alcanzar lo que no se ve.
Nadie puede servir al mismo tiempo a dos señores, porque odiará a uno y querrá al otro, o apreciará a uno y despreciará al otro. No podéis servir al mismo tiempo a Dios y a las riquezas. De nada sirve preocuparse
Si, pues, verdaderamente habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo ocupa a la derecha de Dios el lugar de honor. Poned vuestras miras en lo que es propio del cielo, no en lo de la tierra,
Porque vosotros, hermanos míos, habéis sido llamados a la libertad; no a la libertad de hacer lo malo, sino a la libertad de serviros unos a otros por amor.
Si a alguno de vosotros le falta sabiduría, pídasela a Dios, porque él la da con liberalidad a cuantos se la piden, y no hace ninguna clase de reproches.
y estamos seguros de que Dios nos escuchará siempre que le pidamos algo de acuerdo con su voluntad.
De igual manera, el Espíritu Santo nos ayuda a superar nuestra humana debilidad; porque ni siquiera sabemos qué debemos pedir ni cómo pedirlo, y es el Espíritu Santo el que ora por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y el Padre, que conoce hasta lo más íntimo del corazón, sabe lo que el Espíritu dice, porque el Espíritu intercede por nosotros de acuerdo con la voluntad de Dios. Más que vencedores
Y él, mi Dios, de las riquezas de su gloria y en virtud de la obra de Cristo Jesús, suplirá cualquier cosa que a vosotros os falte.
Vigilad con atención para permanecer siempre fieles al Señor. Portaos varonilmente y esforzaos en su obra.
Os he dicho todas estas cosas para que en mí encontréis vuestra paz. Siempre tendréis en el mundo pruebas que os afligirán, pero confiad en mí, porque yo he vencido al mundo.
procuro alcanzar la meta y recibir el premio celestial al que Dios me ha llamado por medio de Cristo Jesús.
Esto se escribió tiempo atrás para nuestra instrucción, a fin de que, gracias a la paciencia y el aliento que recibimos de las Escrituras, miremos siempre adelante llenos de esperanza.
Sin embargo, no nos engañemos: no es este un mensaje al que solo hayamos de prestar oídos. Sobre todo es menester ponerlo por obra.
Después de todo, lo que realmente debemos entender es que el reino de Dios no consiste en comer ni en beber, sino en la justicia, la paz y la alegría que proceden del Espíritu Santo.
Tened presente que no os pertenecéis a vosotros mismos, sino que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que habéis recibido de Dios. Dios os compró pagando el gran precio de la muerte de Cristo; por eso, servíos de vuestro cuerpo para glorificar a Dios.
Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y os abrirán la puerta. Porque el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama se le abre la puerta.
porque aunque vosotros vivíais antes en tinieblas, ahora la luz del Señor resplandece en vuestra vida y debe manifestarse en vuestra conducta, en términos de bondad, justicia y verdad, que son los frutos de la luz.
Que la alegría presida vuestra vida. Nunca dejéis de orar. Dad gracias en todo momento y circunstancia, porque esto quiere Dios de quienes pertenecen a Cristo Jesús.
Sí, yo soy la vid y vosotros los sarmientos. Si permanecéis en mí, yo permaneceré en vosotros y daréis mucho fruto; pero separados de mí nada podréis hacer.
Por eso, dejad de criticaros unos a otros, y tratad de vivir de tal forma que ningún hermano se escandalice, ni ninguno ponga obstáculos en el camino de los demás pensando que no es bueno lo que hacen.
Porque el Espíritu con que Dios nos ha dotado no es de cobardía, sino de fortaleza, amor y dominio de uno mismo.
Con esa confianza acerquémonos al trono de la gracia, que es el trono de Dios, a fin de hallar gracia y auxilio para el momento oportuno.
Únete al canal de BibliaTodo en tu app favorita: