El que habita al amparo del Altísimo y pernocta a la sombra del Todopoderoso, diga al Señor: Tú eres mi refugio y mi alcázar, mi Dios en quién confío.
El Señor me ayuda, por eso no me acobardaba; por eso endurecí el rostro como piedra, sabiendo que no quedaría defraudado.
Entonces él me explicó: -Esas siete lámparas representan los ojos del Señor, que se pasean por toda la tierra.
Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, amor y templanza.
No temas, que yo estoy contigo; no te angusties, que yo soy tu Dios: te fortalezco y te auxilio y te sostengo con mi diestra victoriosa.
El Señor es mi luz y mi salvación: ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida: ¿de quién me asustaré?
Teniendo todo esto en cuenta, ¿qué podemos decir? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién estará en contra?
Hijitos míos, ustedes son de Dios y han vencido a esos falsos profetas, porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo.
ningún arma forjada contra ti dará resultado; y a la lengua que te acuse en juicio le probarás que es culpable. Ésta es la herencia de los siervos del Señor, yo soy su vengador -oráculo del Señor-.
porque las armas de mi combate no son humanas, sino son el poder de Dios para demoler fortalezas, destruir teorías
¡Yo te lo mando! ¡Ánimo, sé valiente! No te asustes ni te acobardes, que el Señor, tu Dios, estará contigo en todas tus empresas.
El Nombre del Señor es una torre fortificada: a ella acude el honrado, y es inaccesible.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu vida. El Señor guarda tus entradas y salidas ahora y por siempre.
Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, en el que se apagarán los dardos incendiarios del maligno.
Cuando temo, confío en ti. En Dios, cuya palabra alabo, en Dios confío y no temo, ¿qué podrá hacerme un mortal?
Todo el que es hijo de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que venció al mundo: nuestra fe.
No tendrán necesidad de combatir; permanezcan quietos y firmes contemplando cómo el Señor los salva. Judá y Jerusalén, no se asusten ni acobarden. Salgan mañana a su encuentro, que el Señor estará con ustedes.
El Señor es mi fuerza y mi escudo: en él confía mi corazón. Me socorrió y mi corazón se alegra; le doy gracias con mi cántico.
Siendo Dios mi salvador, confío y no temo porque mi fuerza y poder es el Señor, él fue mi salvación.
Sean sobrios, estén siempre alertas, porque su adversario el Diablo, como león rugiendo, da vueltas buscando [a quien] devorar. Resístanlo firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos por el mundo sufren las mismas penalidades.
Aunque camine por lúgubres cañadas, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu bastón me defienden.
Él les contestó: -Porque ustedes tienen poca fe. Les aseguro que, si tuvieran la fe del tamaño de una semilla de mostaza, dirían a aquel monte que se trasladara allá, y se trasladaría. Y nada sería imposible para ustedes.
Sin fe es imposible agradarle. Quien se acerca a Dios ha de creer que existe y que recompensa a los que lo buscan.
Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Levanto los ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
¡Sean fuertes y valientes, no teman, no se acobarden ante ellos!, que el Señor, tu Dios, avanza a tu lado, no te dejará ni te abandonará.
¡Señor, mi roca, mi defensa, mi libertador!, ¡Dios mío, mi roca de refugio! ¡Mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte, digno de alabanza!
Confía en el Señor de todo corazón y no te fíes de tu propia inteligencia; en todos tus caminos tenlo presente, y él enderezará tus sendas.
Jesús les respondió: -Les aseguro que, si tuvieran una fe firme, no sólo harían lo de la higuera, sino que podrían decir a ese monte que se quite de ahí y se tire al mar, y lo haría.
Por lo cual podemos decir confiados: El Señor me auxilia y no temo: ¿qué podrá hacerme un hombre?
porque a sus ángeles ordenará que te guarden en tus caminos. Te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra.
Sabemos que el que ha nacido de Dios no peca, porque el Engendrado por Dios lo protege para que el Maligno no lo toque.
No se aflijan por nada, más bien preséntenselo todo a Dios en oración, pídanle y también denle gracias. Y la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús.
pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse.
Jesús los quedó mirando y les dijo: -Para los hombres eso es imposible, para Dios todo es posible.
Confían unos en los carros, otros en la caballería; nosotros confiamos en el Señor nuestro Dios;
Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo, la corriente no te anegará; cuando pases por el fuego, no te quemarás, la llama no te abrasará.
Miren, les he dado poder para pisotear serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada los dañará.
Sean desinteresados en su conducta y conténtense con lo que tienen; porque él dijo: no te dejaré ni te abandonaré.
Porque yo, el Señor, tu Dios te agarro de la diestra, y te digo: No temas, yo mismo te auxilio.
y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.
El amor de Dios Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que le aman, de los llamados según su designio.
La fe -esperanza La fe es la garantía de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve.
El que teme a los hombres caerá en la trampa, el que confía en el Señor vivirá seguro.
Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no teme; aunque me asalten las tropas, continuaré confiando.
Mantengamos sin desviaciones la confesión de nuestra esperanza, porque aquel que ha hecho la promesa es fiel.
Y añadió: -El Señor, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, me librará de las manos de ese filisteo. Entonces Saúl le dijo: -Ve y que el Señor esté contigo.
El Dios antiguo te ofrece morada poniendo por debajo sus brazos eternos, expulsa ante ti al enemigo y ordena: Destruye.
Estoy seguro de que quien comenzó en ustedes la obra buena, la llevará a término hasta el día de Cristo Jesús.
Ustedes confíen siempre en él, desahoguen con él su corazón, que Dios es nuestro refugio.
Por lo tanto, los que padecen por voluntad de Dios, sigan haciendo el bien y confíen sus vidas al Creador, que es fiel.
Digan a los cobardes: Sean fuertes, no teman; ahí está su Dios, que trae el desquite, viene en persona, los desagraviará y los salvará.
El camino de Dios es perfecto, la promesa del Señor es digna de confianza, es escudo para los que en él se refugian.
Rescate del pueblo Y ahora, así dice el Señor, el que te creó, Jacob; el que te formó, Israel: No temas, que te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú eres mío.
Mi Dios, colmará todas sus necesidades según su riqueza y generosidad por medio de Cristo Jesús.
El camino de Dios es perfecto, la palabra del Señor es acrisolada, escudo para los que se refugian enél.
¡Piedad, Señor, que esperamos en ti!, sé nuestro brazo por la mañana y nuestra salvación en el peligro.
¿Qué traman contra el Señor? Su adversario no se levantará dos veces, porque él lo aniquilará.
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
-Encomienda a Dios tus afanes, que él te sostendrá; nunca permitirá que el justo caiga.
Vengan a mí, los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy tolerante y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su vida.
que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión; antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad!
El Dios de la paz los llene de gozo y paz en la fe, para que, por la fuerza del Espíritu Santo, desborden de esperanza.
Porque yo, el Señor, tu Dios te agarro de la diestra, y te digo: No temas, yo mismo te auxilio. No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio -oráculo del Señor-, tu redentor es el Santo de Israel.
Porque los ojos del Señor se fijan en el honrado, sus oídos escuchan sus súplicas; pero el Señor se enfrenta con los malhechores.
Alégrense en la esperanza, sean pacientes en el sufrimiento, perseverantes en la oración;
Así decía el Señor, el Santo de Israel: La salvación de ustedes está en convertirse y tener calma, su fuerza consiste en confiar y estar tranquilos. Pero no quisieron
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