No temas, que estoy contigo; no te angusties, que soy tu Dios. Te doy fuerza y voy a ayudarte, te sostiene mi diestra salvadora.
Bendice, alma mía, al Señor, no te olvides de sus favores.Bendigan al Señor, ángeles suyos, valerosos guerreros que cumplen sus órdenes y prestan atención a su palabra. Bendigan al Señor sus ejércitos todos, servidores suyos que hacen su voluntad. Bendigan al Señor todas sus obras, en todos los lugares que él domina. ¡Bendice, alma mía, al Señor!Él perdona todos tus pecados, él sana todos tus males;
¿Ha caído enfermo? Que mande llamar a los presbíteros de la Iglesia para que lo unjan con aceite en el nombre del Señor y hagan oración por él.La oración hecha con fe sanará al enfermo; el Señor lo restablecerá y le serán perdonados los pecados que haya cometido.
Haré que se cierre tu herida, curaré todas tus llagas —oráculo del Señor. Te llamaban Repudiada, Sion, a quien nadie busca.
diciéndole: —Si obedeces al Señor, tu Dios, haciendo lo que él aprueba, cumpliendo sus mandatos y observando todas sus leyes, no te enviaré las enfermedades que he enviado a los egipcios, porque yo soy el Señor, quien cuida de tu salud.
Pero fue herido por nuestras faltas, triturado por nuestros pecados; aguantó el castigo que nos salva, con sus heridas fuimos curados.
Querido Gayo: es mi deseo que goces de buena salud y vayan bien todos tus asuntos, como te va bien en lo que toca al espíritu.
Nada debe angustiarlos; al contrario, en cualquier situación, presenten a Dios sus deseos, acompañando sus oraciones y súplicas con un corazón agradecido.Y la paz de Dios, que desborda toda inteligencia, guardará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús.
y otras tantas me ha dicho: «te basta mi gracia, porque mi fuerza se realiza plenamente en lo débil». Con gusto, pues, presumiré de mis flaquezas, para sentir dentro de mí la fuerza de Cristo.
Cúrame, Señor, y quedaré curado; ponme a salvo y a salvo quedaré, pues tú eres el objeto de mi alabanza.
Da fuerza al cansado, aumenta el vigor de los débiles.Una voz anuncia a gritos: «Preparen en el desierto un camino al Señor, allanen en la estepa una senda a nuestro Dios. Los jóvenes se cansan y se agotan, una y otra vez tropiezan los mozos;recobran, en cambio, su fuerza, los que esperan en el Señor, alzan su vuelo como las águilas; corren pero no se cansan, andan y no se fatigan.
Pero Jesús se volvió y, al verla, le dijo: —Ánimo, hija, tu fe te ha sanado. Y en aquel mismo instante la mujer recuperó la salud.
El Señor es mi pastor, nada me falta. En verdes praderas me hace descansar, junto a aguas tranquilas me lleva. El Señor me reconforta, me conduce por caminos rectos haciendo honor a su nombre.
—Vuelve y dile a Ezequías, el jefe de mi pueblo: «Así dice el Señor, Dios de tu antepasado David: He oído tu oración y he visto tus lágrimas. Voy a curarte, y dentro de tres días podrás ir al Templo del Señor.
Presta, hijo mío, oído a mi discurso, pon atención a mis palabras.No las pierdas de vista, consérvalas en tu corazón,pues son vida para quien las descubre y salud para todo su cuerpo.
Aunque mi corazón y mi cuerpo desfallezcan, mi refugio y mi heredad por siempre es Dios.
Darán culto al Señor su Dios, y él bendecirá tu alimento y tu bebida. Yo mantendré alejadas de ti las enfermedades,
La paz les dejo, mi paz les doy. Una paz que no es la que el mundo da. No vivan angustiados ni tengan miedo.
No vendrá sobre ti la desgracia, ni mal alguno alcanzará tu tienda, pues él ordenará a sus ángeles protegerte en todas tus sendas.
Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas judías. Anunciaba el evangelio del Reino y curaba toda clase de enfermedades y dolencias.
Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el mismo que resucitó a Cristo Jesús infundirá nueva vida a sus cuerpos mortales por medio del Espíritu que ha hecho habitar en ustedes.
Piedad, Señor, que esperamos en ti; sé nuestra fuerza cada mañana, nuestra victoria en tiempo de aprieto.
Cargando sobre sí nuestros pecados, los llevó hasta el madero para que nosotros muramos al pecado y vivamos con toda rectitud. Han sido, pues, sanados a costa de sus heridas.
yo soy testigo de sus andanzas. Pero lo sanaré compadecido, lo recompensaré con consuelos; y a los que hacen duelo con élcrearé en sus labios este canto: «Paz, paz al lejano y al cercano dice el Señor, voy a sanarlo».
El Señor es mi bastión, mi baluarte, el que me salva; mi Dios es la fortaleza en que me resguardo; es mi escudo, mi refugio y mi defensa.
Es más, hasta de las dificultades nos sentimos orgullosos, porque sabemos que la dificultad produce constancia,la constancia produce una virtud a toda prueba, y una virtud así es fuente de esperanza.
Entonces brillará tu luz como la aurora, tus heridas se cerrarán enseguida, tus buenas acciones te precederán, te seguirá la gloria del Señor.
Porque no es un espíritu de cobardía el que Dios nos otorgó, sino de fortaleza, amor y dominio de nosotros mismos.
El ladrón solo viene para robar, matar y destruir. Yo he venido para que todos tengan vida, y la tengan abundante.
Jesús reunió a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus impuros y para curar toda clase de enfermedades y dolencias.
hasta que sean viejos seré el mismo, hasta que sean ancianos los sostendré; los he llevado y los llevaré, los sostendré y los salvaré.
Esta es la razón por la que nunca nos desanimamos. Aunque nuestro cuerpo mortal se va desmoronando, nuestro ser interior va recibiendo día tras día nueva vida.Pues nuestras penalidades de hoy, que son leves y pasajeras, nos producirán para siempre una riqueza inmensa e incalculable de gloria.Y es que nuestro objetivo no son las cosas que ahora vemos, sino las que no vemos todavía. Esto que ahora vemos, pasa; lo que aún no se ve, permanece para siempre.
De este modo se cumplió lo dicho por medio del profeta Isaías: Tomó sobre sí nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades.
Estamos seguros, además, de que todo colabora al bien de los que aman a Dios, de los que han sido elegidos conforme a su designio.
Que la fiebre del dinero no se apodere de ustedes; conténtense con lo que tienen, ya que es Dios mismo quien ha dicho: Nunca te abandonaré; jamás te dejaré solo.Por eso podemos exclamar llenos de confianza: El Señor es quien me ayuda, nada temo, ¿qué podrán hacerme los humanos?
no tendrá, pues, éxito ninguna arma esgrimida contra ti, y podrás vencer en juicio a cualquiera que pleitee contra ti. Esta es la herencia de los siervos del Señor, esta es la victoria que por mí alcanzarán —oráculo del Señor.
Y estoy seguro de que Dios, que ha comenzado en ustedes una labor tan excelente, la llevará a feliz término en espera del día de Cristo Jesús.
Confía plenamente en el Señor y no te fíes de tu inteligencia. Cuenta con él en todos tus caminos y él dirigirá tus senderos.
Les he dicho todo esto para que, unidos a mí, encuentren paz. En el mundo tendrán sufrimientos; pero ¡ánimo!, yo he vencido al mundo.
Que el Dios de la esperanza llene de alegría y paz la fe que ustedes tienen, para que desborden de esperanza sostenidos por la fuerza del Espíritu.
Festéjalo, cielo; alégrate, tierra. Estallen, montes, en aclamaciones, que el Señor consuela a su pueblo, tiene compasión de sus pobres.
Hasta ahora, ninguna prueba les ha sobrevenido que no pueda considerarse humanamente soportable. Dios es fiel y no permitirá que ustedes sean puestos a prueba más allá de sus propias fuerzas; al contrario, junto con la prueba les proporcionará también la manera de superarla con éxito.
Cuando tengo miedo, en ti confío;y si en Dios, cuya palabra alabo, he puesto sin temor mi confianza, ¿qué podrá hacerme el mortal?
El Señor irá delante de ti y estará contigo; nunca te dejará ni te abandonará; por lo tanto, no temas ni te acobardes.
Como un padre quiere a sus hijos, el Señor quiere a sus fieles. Conoce cuál es nuestro origen, recuerda que somos polvo.
Jesús les contestó: —Porque ustedes no tuvieron fe. Les aseguro que si tuvieran fe, aunque solo fuera como un grano de mostaza, le dirían a este monte: «¡Quítate de ahí y ponte allí!», y el monte cambiaría de lugar. Nada les resultaría imposible.[
Si camino en peligro, me salvas la vida, extiendes tu mano contra mis rivales y tu diestra me pone a salvo.
Su propósito es firme, va atesorando bienestar, pues confía en ti.Confíen siempre en el Señor, él es nuestra Roca eterna:
Pero luego yo mismo les proporcionaré cura y remedio, los sanaré y les revelaré el bienestar y la estabilidad que les voy a conceder.
Alégrense profundamente, hermanos míos, cuando se sientan cercados por toda clase de dificultades.ya que el airado no es capaz de portarse con rectitud ante Dios.Por tanto, renunciando a todo vicio y al mal que nos cerca por doquier, acojan dócilmente la palabra que, plantada en ustedes, es capaz de salvarlos.Pero se trata de que pongan en práctica esa palabra y no simplemente que la oigan, engañándose a ustedes mismos.Quien oye la palabra, pero no la pone en práctica, se parece a quien contempla su propio rostro en el espejo:se mira y, en cuanto se va, se olvida sin más del aspecto que tenía.Dichoso, en cambio, quien se entrega de lleno a la meditación de la ley perfecta —la ley de la libertad— y no se contenta con oírla, para luego olvidarla, sino que la pone en práctica. Si alguno se hace ilusiones de ser religioso de verdad, pero no controla su lengua, se engaña a sí mismo y su religiosidad no vale para nada.Esta es la religiosidad auténtica e intachable a los ojos de Dios Padre: asistir a los débiles y desvalidos en sus dificultades y mantenerse incontaminado del mundo.Es señal de que su fe, al pasar por el crisol de la prueba, está dando frutos de perseverancia.
El Señor te protege de todo mal, él protege tu vida. El Señor protege tus idas y venidas desde ahora y para siempre.
Y Dios, fuente de todo bien, que los ha llamado a ustedes a compartir con Cristo su gloria eterna, después de estos breves padecimientos, los restablecerá, los confirmará, los fortalecerá y los colocará sobre una base inconmovible.
Pues no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario, excepto el pecado, ha experimentado todas nuestras pruebas.Acerquémonos, pues, llenos de confianza a ese trono de gracia, seguros de encontrar la misericordia y el favor divino en el momento preciso.
El Señor está cerca de cuantos lo invocan, de cuantos lo invocan sinceramente.Él cumple el deseo de sus fieles, escucha su grito y los salva.
Sobreviven los que el Señor protege, y entre ellos alentará mi espíritu: tú me curas y me mantienes con vida.
En mi angustia invoqué al Señor, a mi Dios le pedí ayuda. Desde su santuario escuchó mi grito, a sus oídos llegó mi clamor.
Estoy seguro de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni potestades cósmicas, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes sobrenaturales,ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni cualquier otra criatura será capaz de arrebatarnos este amor que Dios nos tiene en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios que siempre consuela.Él es el que nos conforta en todos nuestros sufrimientos de manera que también nosotros podamos confortar a los que se hallan atribulados, gracias al consuelo que hemos recibido de Dios.
Pues Dios es mi salvación, en él confío y nada temo; Dios es mi fuerza y mi canto, el Señor es mi salvación.
Jesús lo oyó y les dijo: —No necesitan médico los que están sanos, sino los que están enfermos.
Jesús entonces le dijo: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá;y ninguno de los que viven y tienen fe en mí morirá para siempre. ¿Crees esto?
Levanto mis ojos a los montes, ¿de dónde me vendrá el auxilio? Mi auxilio viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Por eso me satisface soportar por Cristo flaquezas, ultrajes, dificultades, persecuciones y angustias, ya que, cuando me siento débil, es cuando más fuerte soy.
El Señor es mi fortaleza y mi escudo, en él mi corazón confía. Me ha socorrido y estoy alegre, con mis cantos le doy gracias.
Tanto amó Dios al mundo, que no dudó en entregarle a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino tenga vida eterna.
Nos acosan por todas partes, pero no hasta el punto de abatirnos; estamos en apuros, pero sin llegar a ser presa de la desesperación;nos persiguen, pero no quedamos abandonados; nos derriban, pero no consiguen rematarnos.
Me llamará y le responderé, estaré con él en la angustia, lo libraré y lo engrandeceré;le daré una larga vida, le haré ver mi salvación.
Una esperanza que es para nuestra vida como un ancla firme y segura, y que penetra hasta lo más interior del santuario,
Confía al Señor tus inquietudes, pues él será siempre tu apoyo y jamás permitirá que el justo caiga.
Porque yo, el Señor tu Dios, soy quien te toma de la mano, quien te dice: Nada temas, porque yo soy tu auxilio.
Estén siempre alegres.No cesen de orar.Manténganse en constante acción de gracias, porque esto es lo que Dios quiere de ustedes como cristianos.
Nosotros esperamos en el Señor, él es nuestra ayuda y nuestro escudo;en él nuestro corazón se alegra porque en su santo nombre confiamos.
Si permanecen unidos a mí y mi mensaje permanece en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.
pues tú eres mi socorro, bajo tus alas me regocijo. Estoy adherido a ti, tu diestra me sostiene.
Mantengamos fielmente la esperanza que profesamos porque quien ha hecho la promesa es fiel,
Y ahora, así dice el Señor, el que te ha creado, Jacob, el que te ha formado, Israel: No temas, que te he rescatado, te llamo por tu nombre y eres mío. Ustedes son mis testigos —oráculo del Señor—, mi siervo, a quien he elegido, para que comprendan y crean en mí, para que entiendan que yo soy. Antes de mí no fue formado ningún dios, y ninguno habrá después de mí. Yo, yo soy el Señor; no hay salvador fuera de mí. Yo lo predije, yo salvé y lo hice saber, sin que tuvieran un dios extranjero. Y ustedes son mis testigos —oráculo del Señor—. Yo soy Dios,desde siempre lo soy, y no hay quien libre de mi mano. ¿Quién puede cambiar lo que hago? Así dice el Señor, el redentor de ustedes, el Santo de Israel: Por ustedes envío gente contra Babilonia y arranco los cerrojos de su prisión; la alegría de los caldeos cambia en llanto.Yo soy el Señor, su Santo, el creador de Israel, su rey.Así dice el Señor que abre un camino en el mar, una senda en aguas caudalosas; que pone en acción carros y caballos, ejército y valientes a una: caen para no levantarse, se apagan, se extinguen como mecha.No recuerden lo pasado, no piensen en lo de antes.Pues voy a hacer algo nuevo; ya brota, ¿no lo sienten? Abriré un camino en la estepa, pondré arroyos en el desierto; Si cruzas las aguas estoy contigo, si pasas por ríos no te hundirás; si pisas ascuas no te quemarás, la llama no te abrasará.
y todo lo que pidan en mi nombre se lo concederé a ustedes, para que en el Hijo se manifieste la gloria del Padre.Lo que pidan en mi nombre, yo se lo concederé.
Quien en ti espera no quedará defraudado; pero sí quedará confundido el que es infiel sin motivo.
Y lo que dice la Escritura se escribió para enseñanza nuestra, a fin de que, uniendo nuestra constancia al consuelo que proporcionan las Escrituras, mantengamos la esperanza.
¿Quién de entre ustedes respeta al Señor? ¿Quién hace caso a la voz de su siervo? El que ande entre tinieblas sin un rayo de luz, que confíe en el nombre del Señor, que se apoye en su Dios.
Yo conozco mis designios sobre ustedes —oráculo del Señor—. Son designios de bienestar, no de desgracia, pues les ofrezco un futuro y una esperanza.
con sus plumas te resguardará, bajo sus alas te dará cobijo, escudo y armadura será su lealtad.
No pierdan, pues, el ánimo. El premio que les espera es grande.Pero es preciso que sean constantes en el cumplimiento de la voluntad de Dios, para que puedan recibir lo prometido.
Considero, por lo demás, que los sufrimientos presentes no tienen comparación con la gloria que un día se nos descubrirá.
Solo Dios es mi descanso, de él viene mi esperanza. Solo él es mi roca, mi salvación, mi fortaleza, ¡no sucumbiré!
Jesús se dirigió de nuevo a los judíos y les dijo: —Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Tenemos plena confianza en que, si algo pedimos a Dios tal y como él quiere, nos atenderá.Y si estamos seguros de que Dios siempre nos atiende, lo estamos también de conseguir lo que le pedimos.
Bendice, alma mía, al Señor y todo mi ser a su santo nombre. No nos trata según nuestros pecados, no nos paga según nuestras culpas. Pues como el cielo dista de la tierra abunda su amor para con sus fieles;como está lejos el este del oeste, él aleja nuestras faltas de nosotros. Como un padre quiere a sus hijos, el Señor quiere a sus fieles. Conoce cuál es nuestro origen, recuerda que somos polvo. Como hierba es la vida humana, como la flor del campo florece; la azota el viento y no existe, no vuelve a saberse dónde estuvo.Mas el amor del Señor dura por siempre, nunca abandona a quienes le honran; su justicia llega a los hijos de sus hijos,a aquellos que respetan su alianza, que recuerdan sus preceptos y los cumplen.El Señor erige su trono en el cielo, su realeza lo domina todo. Bendice, alma mía, al Señor, no te olvides de sus favores.
Pidan, y Dios los atenderá; busquen, y encontrarán; llamen, y Dios les abrirá la puerta.Pues todo el que pide, recibe, y el que busca, encuentra, y al que llama, Dios le abrirá la puerta.
Pero ahora estoy siempre contigo, tú me agarras de la mano,con tus consejos me conduces y después me colmas de gloria.
Que la paz de Cristo reine en sus vidas; a ella los ha llamado Dios para formar un solo cuerpo. Y sean agradecidos.
Hagámoslo con los ojos puestos en Jesús, origen y plenitud de nuestra fe. Jesús, que, renunciando a una vida placentera, afrontó sin acobardarse la ignominia de la cruz y ahora está sentado junto al trono de Dios.
Lejos de hacerle caer en la incredulidad, la promesa de Dios robusteció su fe. Reconoció así la grandeza de Dios ymanifestó su plena convicción de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete.
Jesús los miró y les dijo: —Para los seres humanos es imposible, pero para Dios todo es posible.
Y no me hago la ilusión, hermanos, de haberlo ya conseguido; pero eso sí, olvido lo que he dejado atrás y me lanzo hacia delanteen busca de la meta, trofeo al que Dios, por medio de Cristo Jesús, nos llama desde lo alto.
Porque solo si mantenemos firme hasta el fin la confianza del principio, compartiremos la suerte de Cristo.
Yo soy la vid; ustedes, los sarmientos. El que permanece unido a mí, como yo estoy unido a él, produce mucho fruto, porque separados de mí ustedes nada pueden hacer.
Aunque camine por valles sombríos no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan.
Una esperanza que no decepciona, porque al darnos el Espíritu Santo, Dios nos ha inundado con su amor el corazón.
Ustedes son mis testigos —oráculo del Señor—, mi siervo, a quien he elegido, para que comprendan y crean en mí, para que entiendan que yo soy. Antes de mí no fue formado ningún dios, y ninguno habrá después de mí. Yo, yo soy el Señor; no hay salvador fuera de mí.
Únete al canal de BibliaTodo en tu app favorita: