Mas nosotros no somos de los que se vuelven atrás, lo cual redundaría en nuestra perdición; sino, al contrario, somos de los que por su fe en Dios tienen garantizada la salvación del alma.
Ellos le respondieron: Cree en el Señor Jesucristo, y seréis salvos tú y toda tu familia.
En nadie sino en él hay salvación, pues fuera de su nombre no se ha dado debajo del cielo ningún otro que podamos invocar para ser salvos.
Y pensad esto: que solamente por gracia sois salvos mediante la fe en Cristo. No lo sois por vuestros propios merecimientos, sino tan sólo como un don de Dios, pues la salvación no se obtiene por la bondad de nuestras obras, para que nadie tenga de qué jactarse.
¿Qué diremos a esto? Pues que a los gentiles, que no se preocupaban de buscar la justicia de Dios, Dios les ha dado la oportunidad de alcanzar la justicia, esto es, de ser hechos justos por medio de la fe.
Por tanto, las bendiciones de Dios solamente pueden obtenerse por fe, gratuitamente; y así la promesa de Dios permanece firme para toda la descendencia de Abraham. No sólo para la que permanece sujeta a la ley de Moisés, sino también para los que tenemos una fe como la de Abraham, que es nuestro padre en cuanto a la fe se refiere.
Porque en el evangelio se revela la justicia de Dios, desde la fe y para unirnos por la fe a la vida que Dios ofrece. Como leemos en las Escrituras: 'El que es justo por la fe vivirá'. La ira de Dios contra la humanidad
Ahora que Dios nos ha declarado justos por haber creído en sus promesas, podemos disfrutar de verdadera paz con él merced a lo que nuestro Señor Jesucristo hizo en nuestro favor.
Pero Jesús, volviéndose, la miró y le dijo: Hija, ten ánimo, tu fe te ha salvado. Y la mujer quedó sanada desde aquel mismo instante.
La fe es la certidumbre de lo que se espera, la convicción de alcanzar lo que no se ve.
Jesús dijo entonces: Yo soy el camino, la verdad y la vida: nadie puede ir al Padre, si no es por mí.
Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que, por medio de él, alcance el mundo la salvación.
Porque la fe viene cuando se escucha con atención el mensaje que predicamos acerca de Jesucristo.
Por eso, no hay condena eterna para quienes han depositado en el Hijo su esperanza de salvación; en cambio, quienes no creen en él ya están condenados, por no creer en el Hijo único de Dios.
Si eso piensas, ten cuidado; y recuerda que tales ramas (los judíos) fueran desgajadas a causa de su incredulidad, y que tú ocupas su lugar porque tienes fe. No permitas, pues, que la soberbia crezca en ti, sino sé humilde y teme a Dios;
Cualquiera que ha nacido de Dios vence al mundo; pero esta victoria únicamente puede obtenerse por la fe,
Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplio el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; en cambio, estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que la encuentran. El árbol y sus frutos
Y pensad esto: que solamente por gracia sois salvos mediante la fe en Cristo. No lo sois por vuestros propios merecimientos, sino tan sólo como un don de Dios,
se trata de la justicia de Dios, que actúa para salvación por medio de la fe en Jesucristo, sin importar quiénes seamos nosotros ni cuál haya sido nuestra conducta en otro tiempo. Porque todos hemos pecado, 'y nadie puede tener parte por sí mismo en la gloria de Dios; pero Dios, por pura gracia, nos declara justos merced a la obra redentora de Jesucristo.
Con lo cual concluimos que Dios nos declara justos y nos salva mediante la fe en Cristo, sin que hayamos de alegar las obras realizadas de acuerdo con la ley.
y que precisamente el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido. Parábola del dinero
Cuando ese hijo nazca, tú le pondrás por nombre Jesús. Lo llamarás así porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
También de él testifican los profetas, afirmando que cualquiera que crea en él alcanzará por su nombre el perdón de los pecados.
Pero las que aquí se han narrado fueron escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida por medio de él.
Así pues, la voluntad de mi Padre es que todos los que ven al Hijo y creen en él tengan vida eterna, y que yo los resucite en el día último.
A mí no me avergüenza en absoluto ser portador del evangelio de Cristo, porque es revelación del poder de Dios para salvar a todos los que creen, a los judíos en primer lugar, pero también a los que no lo son.
Por otro lado, si los judíos se volvieran de su falta de fe, Dios es poderoso para injertarlos nuevamente en el olivo del que fueron desgajados.
Por eso, quienes siguen sosteniendo que Dios bendice tan sólo a los que cumplen estrictamente la ley, están dando a entender que la fe de nada sirve, y que la promesa de Dios carece de valor.
Por eso os dije que moriréis por vuestros pecados, porque si no creéis que yo soy, por vuestros pecados moriréis.
Pero nosotros hemos de dar siempre gracias a Dios a causa vuestra, hermanos amados del Señor, porque Dios os escogió desde el principio para que tengáis salvación mediante la acción santificadora del Espíritu Santo y por la fe que habéis puesto en la verdad.
Le llevaron entonces un paralítico tendido en una camilla, y viendo Jesús la fe de sus portadores, le dijo: ¡Hijo, ten ánimo! Tus pecados te son perdonados.
Jesús respondió: Tened fe en Dios, porque ciertamente cualquiera que tenga fe y no albergue dudas en su corazón, sino que crea que ha de cumplirse lo que dice, podrá mandarle a este monte que se quite de donde está y se arroje al mar, y el monte le obedecerá. Por eso os aseguro que todo lo que pidáis en oración, si ponéis vuestra fe en que habéis de recibirlo, lo recibiréis.
Con Cristo estoy crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y esta vida verdadera que ahora vivo es el resultado de mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a muerte por mí.
Pero, eso sí, habéis de pedirla con fe, porque el que duda es semejante a las olas del mar, que se agitan de acá para allá según el punto de donde sopla el viento.
En cualquier caso, con la ayuda de Cristo, que me da fortaleza y poder, estoy preparado para hacer lo que sea necesario.
La fe es, pues, necesaria para agradar a Dios. Por eso, todo el que quiera acercarse a Dios debe creer que existe y que premia a los que sinceramente le buscan.
Porque tenéis poca fe les respondió Jesús . Os aseguro que, si tuvierais fe aunque solo fuera del tamaño de un grano de mostaza, podríais decirle a este monte: '¡Quítate de ahí y pásate allá!', y el monte se pasaría. Nada os sería imposible. [
Vosotros, aunque no le habéis visto, le amáis; y confiáis en él, aun cuando en el momento actual todavía no le veáis. Por eso, el gozo que sentís es indescriptible y glorioso, y por eso, como galardón de vuestra fe, vais a obtener la salvación de vuestras almas.
Mantengamos con firmeza, sin vacilar, el testimonio de la esperanza de nuestra salvación; pues Dios, que hizo la promesa, es absolutamente fiel y no dejará de cumplirla.
Todo lo que pidáis en oración, si de veras creéis, lo recibiréis. La autoridad de Jesús puesta en duda
Por lo tanto, de la misma manera que un día recibisteis a Cristo Jesús, el Señor, permaneced en él confiándole vuestra existencia. Vivid arraigados en él, y creced en él sin cesar. Que vuestra fe se afirme cada día más, y que todo lo que habéis aprendido redunde en continuas acciones de gracias al Señor.
Abraham no dudó jamás, sino que con una fe llena de fortaleza, con entera confianza, creyó la promesa de Dios, y lo glorificó, porque estaba persuadido de que Dios tiene pleno poder para cumplir lo que promete.
Vigilad con atención para permanecer siempre fieles al Señor. Portaos varonilmente y esforzaos en su obra.
Entonces les tocó los ojos, al tiempo que les decía: Que os sea hecho conforme a la fe que tenéis.
Por lo tanto, gentiles, que el Dios que os ha dado la esperanza os colme de dicha y de paz por haber creído en él. Que reboséis de esperanza mediante el poder del Espíritu Santo que habita en vosotros. Pablo, ministro de los gentiles
por todo lo cual padezco esta prisión. Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he creído y estoy seguro de que es poderoso para guardar hasta el día de su retorno lo que me ha encomendado.
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