Pasó delante de Moisés, diciendo en voz alta: –¡El Señor! ¡El Señor! ¡Dios tierno y compasivo, paciente y grande en amor y verdad! Por mil generaciones se mantiene fiel en su amor, y perdona la maldad, la rebeldía y el pecado; pero no deja sin castigo al culpable, sino que castiga la maldad de los padres en los hijos y en los nietos, en los bisnietos y en los tataranietos.
Y se decían el uno al otro: “Santo, santo, santo es el Señor todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria.”
“Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna.
Pero el Señor contestó: –Voy a hacer pasar toda mi bondad delante de ti, y delante de ti pronunciaré mi nombre. Tendré misericordia de quien yo quiera, y tendré compasión también de quien yo quiera.
Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud.
¡Qué profundas son las riquezas de Dios, y su sabiduría y entendimiento! Nadie puede explicar sus decisiones ni llegar a comprender sus caminos.
¿Acaso no lo sabes? ¿No lo has oído? El Señor, el Dios eterno, el creador del mundo entero, no se fatiga ni se cansa; su inteligencia es infinita.
No digáis palabras groseras, sino solo palabras buenas y oportunas que ayuden a crecer y traigan bendición a quienes las escuchen.
Al contrario, vivid de una manera completamente santa, porque Dios, que os llamó, es santo;
pero si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios, que es justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad.
El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo, para que, ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados.
No viváis conforme a los criterios del tiempo presente; por el contrario, cambiad vuestra manera de pensar, para que así cambie vuestra manera de vivir y lleguéis a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto.
En cambio, el Espíritu da frutos de amor, alegría y paz; de paciencia, amabilidad y bondad; de fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene cosas como estas.
Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros lleno de amor y de verdad. Y hemos visto su gloria, la gloria que como Hijo único recibió del Padre.
Dios hizo que Cristo, al derramar su sangre, fuera el instrumento del perdón. Este perdón se alcanza por la fe. Así quiso Dios demostrar su justicia, y mostrar que si pasó por alto los pecados de otro tiempo fue solo por su paciencia, y que él, siendo justo, también en el tiempo presente hace justos a quienes creen en Jesús.
Este es el mensaje que Jesucristo nos enseñó y que os anunciamos: Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad.
Pero el Señor le dijo: “No te fijes en su apariencia ni en su elevada estatura, pues yo lo he rechazado. No se trata de lo que el hombre ve, pues el hombre se fija en las apariencias. Yo me fijo en el corazón.”
Dios es Espíritu, y los que le adoran deben hacerlo conforme al Espíritu de Dios y a la verdad.
Siempre os he enseñado que así se debe trabajar y ayudar a los que se encuentran en necesidad, recordando aquellas palabras del Señor Jesús: ‘Hay más felicidad en dar que en recibir.’ ”
No es que el Señor se demore en cumplir su promesa, como algunos suponen. Lo que sucede es que tiene paciencia con vosotros, pues no quiere que nadie muera, sino que todos se vuelvan a Dios.
Pero de ti, Dios nuestro, es propio el ser compasivo y perdonar. Nosotros nos hemos rebelado contra ti
Porque el Señor ama la justicia y odia el robo y el crimen, les dará fielmente su recompensa y hará con ellos un pacto eterno.
¿Qué más podríamos decir? ¡Si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar contra nosotros!
De estas dos cosas que no pueden cambiarse y en las que Dios no puede mentir, recibimos un firme consuelo quienes hemos buscado la protección de Dios y hemos confiado en la esperanza que él nos ha dado.
A su debido tiempo, Dios llevará esto a cabo, porque él es el único y bienaventurado Soberano, Rey de reyes y Señor de señores. Es el único inmortal, que vive en una luz a la que nadie puede acercarse. Ningún hombre lo ha visto ni lo puede ver. ¡Suyos sean para siempre el honor y el poder! Amén.
Oh, Señor, ¡ningún dios puede compararse a ti! ¡Nadie es santo ni grande como tú! ¡Haces cosas maravillosas y terribles! ¡Eres digno de alabanza!
pues lo invisible de Dios puede llegar a conocerse si se reflexiona en sus hechos. En efecto, desde que el mundo fue creado, se ha podido ver claramente que él es Dios y que su poder nunca tendrá fin. Por eso los malvados no tienen disculpa,
Señor, soberano nuestro, ¡tu nombre domina en toda la tierra! ¡Tu gloria se extiende más allá del cielo!
Vosotros no habéis pasado por ninguna prueba que no sea humanamente soportable. Y podéis confiar en Dios, que no os dejará sufrir pruebas más duras de lo que podáis soportar. Por el contrario, cuando llegue la prueba, Dios os dará también el modo de salir de ella, para que podáis soportarla.
Pero Dios prueba que nos ama en que, cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.
Él es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma del ser de Dios; y es él quien sostiene todas las cosas con su palabra poderosa. Después de limpiarnos de nuestros pecados se ha sentado en el cielo, a la derecha del trono de Dios.
Mirad las aves que vuelan por el cielo: ni siembran ni siegan ni almacenan en graneros la cosecha; sin embargo, vuestro Padre que está en el cielo les da de comer. Pues bien, ¿acaso no valéis vosotros más que las aves?
Por lo tanto, mi Dios os dará todo lo que os falte, conforme a sus gloriosas riquezas en Cristo Jesús.
Pero ahora, Israel, pueblo de Jacob, el Señor que te creó te dice: “No temas, que yo te he liberado; yo te llamé por tu nombre, tú eres mío. El Señor afirma: “Vosotros sois mis testigos, mis siervos, que yo elegí para que me conozcáis y confiéis en mí y entendáis quién soy. Antes de mí no ha existido ningún dios, ni habrá ninguno después de mí. Solo yo soy el Señor; fuera de mí nadie puede salvar.” El Señor afirma: “Yo lo anuncié y lo proclamé: yo os he salvado; no lo hizo un dios extraño, y vosotros sois mis testigos. Desde siempre, yo soy Dios. Nadie puede librar de mi poder. Nadie puede deshacer lo que yo hago.” El Señor, el Dios Santo de Israel, el que os dio la libertad, dice: “Para salvaros mandaré gente a Babilonia y haré abrir todas las puertas, y la alegría de los caldeos se convertirá en dolor. Yo soy el Señor, el creador de Israel, el Dios Santo y vuestro rey.” El Señor abrió un camino a través del mar, un sendero por entre las aguas impetuosas; hizo salir todo un poderoso ejército, con sus carros y caballos, para destruirlo. Quedaron derribados y no pudieron levantarse; se acabaron como mecha que se apaga. Ahora dice el Señor a su pueblo: “Ya no recuerdes el ayer, no pienses más en cosas del pasado. Yo voy a hacer algo nuevo, y verás que ahora mismo va a aparecer. Voy a abrir un camino en el desierto y ríos en la tierra estéril. Si tienes que pasar por el agua, yo estaré contigo; si tienes que cruzar ríos, no te ahogarás; si tienes que pasar por el fuego, no te quemarás; las llamas no arderán en ti.
Aunque las montañas cambien de lugar y los cerros se vengan abajo, mi amor por ti no cambiará ni se vendrá abajo mi pacto de paz.” Lo dice el Señor, que se compadece de ti.
y enseñadles a cumplir todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes le aman, de quienes él ha llamado de acuerdo con su propósito.
No améis el dinero. Contentaos con lo que tenéis, porque Dios ha dicho: “Nunca te dejaré ni te abandonaré.”
Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en el cielo las dará a quienes se las pidan!
Así hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es amor, y el que vive en el amor vive en Dios y Dios en él.
Porque todas las cosas vienen de Dios, y existen por él y para él. ¡Gloria para siempre a Dios! Amén.
No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa.
Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino un espíritu de poder, amor y buen juicio.
Confía de todo corazón en el Señor y no en tu propia inteligencia. Ten presente al Señor en todo lo que hagas y él te llevará por el camino recto.
Tú desprecias la inagotable bondad, tolerancia y paciencia de Dios, sin darte cuenta de que precisamente su bondad es la que te está llevando a convertirte a él.
Del mismo modo, procurad que vuestra luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que hacéis, alaben todos a vuestro Padre que está en el cielo.
Acerquémonos, pues, con confianza al trono de nuestro Dios lleno de amor, para que tenga misericordia de nosotros y en su bondad nos ayude en la hora de la necesidad.
El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha consagrado; me ha enviado a dar buenas noticias a los pobres, a aliviar a los afligidos, a anunciar libertad a los presos, puertas abiertas a los encarcelados;
Alabemos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues él es el Padre que tiene compasión de nosotros y el Dios que siempre nos consuela. Él nos consuela en todos nuestros sufrimientos, para que también nosotros podamos consolar a los que sufren, dándoles el mismo consuelo que él nos ha dado.
ni lo alto ni lo profundo ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios. ¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús, nuestro Señor!
No tengas miedo, no quedarás en ridículo; no te insultarán ni tendrás de qué avergonzarte. Olvidarás la vergüenza de tu juventud y no te acordarás más de la deshonra de tu viudez,
El nombre del Señor es una torre poderosa a la que acuden los justos en busca de protección.
Y Dios, que es quien da constancia y consuelo, os ayude a vivir en armonía unos con otros, conforme al ejemplo de Cristo Jesús,
Pero, como se dice en la Escritura: “Dios ha preparado para los que le aman cosas que nadie ha visto ni oído y ni siquiera pensado.”
Pero ¿acaso una madre olvida o deja de amar a su propio hijo? Pues aunque ella lo olvide, yo no te olvidaré.
A los ricos de este mundo mándales que no sean orgullosos ni pongan su esperanza en sus riquezas, porque las riquezas no son seguras. Antes bien, que pongan su esperanza en Dios, que nos da todas las cosas abundantemente y para nuestro provecho.
Pero fue traspasado a causa de nuestra rebeldía, fue atormentado a causa de nuestras maldades; el castigo que sufrió nos trajo la paz, y por sus heridas alcanzamos la salud.
pienso: ¿Qué es el hombre? ¿Qué es el ser humano? ¿Por qué le recuerdas y te preocupas por él? Pues le hiciste casi como un dios, le rodeaste de honor y dignidad, le diste autoridad sobre tus obras, le pusiste por encima de todo:
Alégrense los que buscan tu protección; canten siempre de alegría, porque tú los proteges. Los que te aman, se alegran por causa tuya,
Pues por la bondad de Dios habéis recibido la salvación por medio de la fe. No es esto algo que vosotros mismos hayáis conseguido, sino que os lo ha dado Dios. No es el resultado de las propias acciones, de modo que nadie puede jactarse de nada;
Pero el Señor os espera para tener compasión de vosotros; él está ansioso por mostraros su amor, porque el Señor es un Dios de justicia. ¡Dichosos todos los que esperan en él!
Mantengámonos firmes, sin dudar, en la esperanza de la fe que profesamos, porque Dios cumplirá la promesa que nos ha hecho.
Pero si vivimos en la luz, así como Dios está en la luz, entonces tenemos comunión entre nosotros y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.
Que Dios, que da esperanza, os llene de alegría y paz a vosotros que tenéis fe en él, y os dé abundante esperanza por el poder del Espíritu Santo.
“Vosotros sois la luz de este mundo. Una ciudad situada en lo alto de un monte no puede ocultarse;
Pero no es posible agradar a Dios sin tener fe, porque para acercarse a Dios es necesario creer que existe y que recompensa a quienes le buscan.
“Todo el que oye mis palabras y hace caso a lo que digo es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca.
No hay diferencia entre judíos y no judíos, pues el mismo que es Señor de todos da con abundancia a cuantos le invocan.
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