¿Quién hay entre los fuertes a ti semejante, oh Señor? ¿Quién hay semejante a ti, tan grande en santidad, terrible y digno de alabanza, y obrador de prodigios?
Tuya es, Señor, la magnificencia, el poder, la gloria, y la victoria; y a ti se debe la alabanza, porque todas las cosas que hay en el cielo y en la tierra tuyas son; tuyo, oh Señor, es el reino, y tú eres sobre todos los reyes.
Y tanto las gentes que iban delante, como las que venían detrás, clamaban diciendo: ¡Hosanna, al Hijo de David! ¡Bendito sea el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en lo más alto de los cielos!
Señor Dios, tú has empezado a mostrar a tu siervo tu grandeza y el poder excelso de tu brazo; como que no hay otro Dios en el cielo ni en la tierra que pueda hacer lo que tú haces, ni compararse contigo en fortaleza.
Pero estando ya cercano a la bajada del monte de los Olivos, todos los discípulos en gran número, transportados de gozo, comenzaron a alabar a Dios en alta voz por todos los prodigios que habían visto,
Entretanto no echéis en olvido ejercer la beneficencia, y repartir con otros vuestros bienes; porque con tales ofrendas se gana la voluntad de Dios.
Y del solio salió una voz, que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, pequeños y grandes.
Y bendijo al Señor en presencia de toda la muchedumbre, y dijo: Bendito eres, Señor Dios de Israel nuestro padre, por los siglos de los siglos.
Alabad al Señor que reside en su celestial santuario; alabadle sentado en el firmamento o trono de su poder. Alabadle por sus prodigios a favor vuestro; alabadle por su inmensa grandeza. Alabadle al son de clarines; alabadle con el salterio y la cítara. Alabadle con panderos y armoniosos conciertos; alabadle con instrumentos músicos de cuerdas y de viento. Alabadle con sonoros címbalos; alabadle con címbalos de júbilo. Empléese todo espíritu en alabar a Dios. ¡Aleluya!
En fin, los pastores se volvieron, no cesando de alabar y glorificar a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, según se les había anunciado por el ángel.
A ti, ¡oh Dios de nuestros padres!, te tributo las gracias, y rindo alabanzas, porque me has concedido sabiduría y fortaleza, y me has hecho conocer ahora lo que te hemos pedido; puesto que nos has revelado lo que el rey pregunta.
Cantad himnos al Señor, alabad al Señor, porque él es el que ha librado el alma del pobre de las garras de los malvados; del pobre que, como fuera de sí, decía:
Nadie es santo, como lo es el Señor; no hay otro Dios fuera de ti; ninguno es fuerte como nuestro Dios.
Entonces Esdras bendijo al Señor, Dios grande, con una oración que hizo; y todo el pueblo, alzando las manos, respondió: ¡Amén!, ¡amén! Y se arrodillaron todos, y postrados rostro por tierra, adoraron a Dios.
Cuarta vez concibió, y parió un hijo, y dijo: Ahora sí que alabaré al Señor; y aludiendo a esto, le llamó Judá, y cesó de parir por algún tiempo.
En lo cual, ¡oh Señor Dios mío! has ostentado tu grandeza; que nadie hay semejante a ti, ni hay Dios fuera de ti, según todas las cosas que hemos oído con nuestros mismos oídos.
Entonces tuvo Daniel por la noche una visión, en la cual le fue revelado el secreto; y bendijo Daniel al Dios del cielo,
Las cosas anteriores que predije, ya véis que se han cumplido; ahora yo anuncio otras nuevas; y os las revelo a vosotros antes de que sucedan.
Cantad himnos al Señor que tiene su morada en el monte santo de Sión; anunciad entre las naciones sus proezas.
Porque el Señor saldrá afuera como un invencible campeón; como un fuerte guerrero excitará su celo; dará voces y calmará; prevalecerá contra sus enemigos.
Moradores todos de la tierra, cantad con júbilo las alabanzas de Dios; servid al Señor con alegría. Venid llenos de alborozo a presentaros ante su acatamiento. Tened entendido que el Señor es el único Dios. El es el que nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos. ¡Oh tú, pueblo suyo!, vosotros ovejas a quien él apacienta, entrad por sus puertas cantando alabanzas, venid a sus atrios entonando himnos, y tributadle acciones de gracias. Bendecid su Nombre, porque es un Señor lleno de bondad, es eterna su misericordia, y su verdad resplandecerá de generación en generación.
tomándole Simeón en sus brazos, bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, ahora sí que sacas en paz de este mundo a tu siervo, según tu promesa. Porque ya mis ojos han visto al Salvador que nos has dado,
Alabaré al Señor en todo tiempo, no cesarán mis labios de pronunciar sus alabanzas. En el Señor se gloriará mi alma. Oiganlo los humildes, y se consuelen. Engrandeced conmigo al Señor, y todos a una ensalcemos su Nombre.
Y los levitas Josué y Cedmihel, Bonni, Hasebnía, Serebías, Odaía, Sebnía, Fatahía, dijeron: Levantaos, bendecid al Señor Dios vuestro que existe siempre y por toda la eternidad. Sea, oh Señor, bendito tu excelso y glorioso Nombre, con toda suerte de bendiciones y alabanzas.
Y habiéndole adorado, regresaron a Jerusalén con gran júbilo. Y estaban de continuo en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén.
Venid, pues, adorémosle; postrémonos, derramando lágrimas en la presencia del Señor que nos ha creado;
Te ensalzaré, ¡oh Dios y rey mío!, y bendeciré, y cantaré alabanzas a tu Nombre desde ahora, y por los siglos de los siglos. Todos los días te bendeciré, y cantaré alabanzas a tu Nombre desde ahora en este siglo, y después eternamente. Grande es el Señor, y digno de ser infinitamente loado; su grandeza no tiene límites.
Al Señor Dios tuyo servirás para que yo eche la bendición sobre tus panes y tus aguas, y destierre de ti las enfermedades.
Mas a eso de medianoche, puestos Pablo y Silas en oración, cantaban alabanzas a Dios, y los demás presos los estaban escuchando, cuando de repente se sintió un gran terremoto, tal que se meneaban los cimientos de la cárcel. Y al instante se abrieron de par en par todas las puertas, y se les soltaron a todos las prisiones.
Porque la higuera no florecerá, ni las viñas brotarán; faltará el fruto de la oliva; los campos no darán alimento. Arrebatadas serán del aprisco las ovejas, y quedarán sin ganados los pesebres. Yo me regocijaré en el Señor, y saltaré de gozo en Dios.
Cantad al Señor un cántico nuevo. Regiones todas de la tierra, cantad al Señor. Cantad al Señor, y bendecid su Nombre; anunciad todos los días la salvación que de él viene. Predicad entre las naciones su gloria y sus maravillas en todos los pueblos; porque grande es el Señor, y digno de infinita alabanza; terrible sobre todos los dioses.
Venid, regocijémonos en el Señor; cantemos con júbilo las alabanzas del Dios, salvador nuestro. Corramos a presentarnos ante su acatamiento, dándole gracias, y entonando himnos a su gloria.
¡Dios mío, oh mi Dios!, a ti aspiro, y me dirijo desde que apunta la aurora. De ti está sedienta el alma mía. ¡Y de cuántas maneras lo está también este mi cuerpo!
para cuidar a los de Sión que están llorando, y para darles una corona de gloria, en lugar de la ceniza que cubre sus cabezas; el óleo propio de los días solemnes y alegres en vez de luto; un ropaje de gloria en cambio de su espíritu de aflicción; y los que habitarán en ella serán llamados los valientes en la justicia, plantío del Señor para gloria suya.
Bendice, ¡oh alma mía!, al Señor, y bendigan todas mis entrañas su santo Nombre. Bendice al Señor, alma mía, y guárdate de olvidar ninguno de sus beneficios.
La palabra de Cristo o su doctrina en abundancia tenga su morada entre vosotros, con toda sabiduría, enseñándoos y animándoos unos a otros, con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando de corazón con gracia o edificación las alabanzas a Dios.
Alabad el nombre del Señor; tributadle alabanzas vosotros, siervos suyos que asistís en la casa del Señor, en los atrios del templo de nuestro Dios. Alabad al Señor, porque el Señor es infinitamente bueno; canta himnos a su excelso Nombre, que es amable.
Alabad al Señor; porque justa cosa es cantarle himnos. Cántese a nuestro Dios un grato y digno cántico.
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuenen sus loores en la reunión de los santos. Que se alegre Israel en el Señor que le creó, y se regocijen en su rey los hijos de Sión. Celebren su excelso Nombre con armoniosos conciertos, y publiquen sus alabanzas al son del pandero y salterio.
Cantad, pues, criaturas todas de la tierra, himnos, al Señor, anunciad todos los días la salvación que él nos envía. Publicad su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre todos los pueblos. Porque grande es el Señor, y digno de ser infinitamente alabado, es sobre todos los dioses formidable;
y le dijeron: ¡Oyes tú lo que dicen éstos? Jesús les respondió: Sí, por cierto; pues ¿no habéis leído jamás la profecía: De la boca de los infantes y niños de pecho es de donde sacaste la más perfecta alabanza?
Moradores todos de la tierra, dirigid a Dios voces de júbilo. Cantad salmos a su Nombre, tributadle gloriosas alabanzas.
A ti, ¡oh Señor!, tributaré gracias con todo mi corazón; contaré todas tus maravillas. Me alegraré en ti y saltaré de gozo; cantaré himnos a tu Nombre, ¡oh Dios altísimo!
Y a todas las criaturas que hay en el cielo y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y las que hay en el mar; a cuantas hay en todos estos lugares, a todas las oí decir: ¡Al que está sentado en el trono, y al Cordero, bendición, y honra, y gloria, y potestad por los siglos de los siglos!
Oh Señor, soberano dueño nuestro, ¡cuán admirable es tu santo Nombre en toda la tierra! Porque tu majestad se ve ensalzada sobre los cielos.
Cantad himnos a Dios; entonad salmos a su Nombre; allanad el camino al que sube sobre el occidente. El Señor o Yahvé es el nombre suyo. Saltad de gozo en su presencia. Se turbarán los impíos delante de él,
Yo cantaré toda mi vida las alabanzas del Señor; entonaré himnos a mi Dios mientras yo viviere.
Entonad himnos al Señor con acciones de gracias; cantad salmos a nuestro Dios al son de la cítara.
Te alabaré, Señor, con todo mi corazón; porque oíste las peticiones de mi boca. En presencia de los ángeles te cantaré himnos.
Más apreciable es que mil vidas tu misericordia; por tanto se ocuparán mis labios en tu alabanza. Por esto te bendeciré toda mi vida, y alzaré mis manos invocando tu Nombre.
Bendito seas, porque has convertido en escombros la ciudad: La ciudad poderosa, el alcázar de hombres extranjeros en un montón de ruinas, para que cese de ser ciudad, y nunca jamás será reedificada.
Bendecid, ¡oh naciones!, a nuestro Dios; y haced resonar las voces de su alabanza. El ha vuelto a mi alma la vida, y no ha dejado resbalar mis pies.
En ti me he apoyado desde el vientre de mi madre, desde cuando estaba en sus entrañas eres tú mi protector. Tú eres siempre el asunto de mis cánticos.
No las ocultaron éstos a sus hijos, ni a su posteridad; publicaron, sí, las glorias del Señor, y los prodigios y maravillas que había hecho.
Alabad ¡oh jóvenes! al Señor, dad loores al Nombre del Señor. Sea bendito el Nombre del Señor desde ahora mismo hasta el fin de los siglos. Desde oriente hasta poniente es digno de ser bendecido el Nombre del Señor.
Los cielos publican la gloria de Dios y el firmamento anuncia la grandeza de las obras de sus manos.
Vosotros que antes no erais tan siquiera pueblo, y ahora sois el pueblo de Dios; que no habíais alcanzado misericordia, y ahora la alcanzasteis.
Bendecid al Señor todos vosotros, ¡oh ángeles suyos!, vosotros de gran poder y virtud, ejecutores de sus órdenes, prontos a obedecer la voz de sus mandatos. Bendecid al Señor todos vosotros que componéis su celestial milicia, ministros suyos que hacéis su voluntad. Criaturas todas de Dios, en cualquier lugar de su universal imperio, bendecid al Señor. Bendice tú, ¡oh alma mía!, al Señor.
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