Oh, Señor, ¡ningún dios puede compararse a ti! ¡Nadie es santo ni grande como tú! ¡Haces cosas maravillosas y terribles! ¡Eres digno de alabanza!
¡Tuyos son, Señor, la grandeza, el poder, la gloria, el dominio y la majestad! Porque todo lo que hay en el cielo y en la tierra es tuyo. Tuyo es también el reino, pues tú, Señor, eres superior a todos.
Y los que iban delante y los que iban detrás gritaban: –¡Hosana al Hijo del rey David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas!
‘Señor, tú has comenzado a mostrar a este siervo tuyo tu grandeza y tu poder. No hay otro Dios en el cielo ni en la tierra que pueda hacer las cosas tan maravillosas que tú haces.
Y al acercarse a la bajada del monte de los Olivos, todos sus seguidores comenzaron a gritar de alegría y a alabar a Dios por todos los milagros que habían visto.
Por eso debemos alabar siempre a Dios por medio de Jesucristo. Esta alabanza es el sacrificio que debemos ofrecer. ¡Alabémosle, pues, con nuestros labios!
Desde el trono se oyó entonces una voz, que decía: “¡Alabad a nuestro Dios todos vosotros, pequeños y grandes, todos los que le servís y le reverenciáis!”
Entonces David bendijo al Señor en presencia de toda la asamblea, diciendo: “¡Bendito seas para siempre, Señor, Dios de nuestro padre Israel!
¡Aleluya! ¡Alabad a Dios en su santuario! ¡Alabadle en su majestuosa bóveda celeste! ¡Alabadle por sus hechos poderosos! ¡Alabadle por su grandeza infinita! ¡Alabadle con toques de trompeta! ¡Alabadle con arpa y salterio! ¡Alabadle danzando al son de panderos! ¡Alabadle con flautas e instrumentos de cuerda! ¡Alabadle con platillos sonoros! ¡Alabadle con platillos vibrantes! ¡Que todo lo que respira alabe al Señor! ¡Aleluya!
Los pastores, por su parte, regresaron dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían visto y oído, pues todo sucedió como se les había dicho.
A ti, Dios de mis padres, te doy gracias y te alabo porque me has hecho sabio y fuerte, y ahora me has hecho saber lo que te pedimos: nos has dado a conocer lo que preocupaba al rey.”
¡Cantad al Señor, alabad al Señor!, pues él salva al afligido del poder de los malvados.
¡Nadie es santo como tú, Señor! ¡Nadie protege como tú, Dios nuestro! ¡Nadie hay fuera de ti!
Entonces Esdras alabó al Señor, el Dios todopoderoso, y todo el pueblo respondió con los brazos en alto: “Amén, amén.” Luego se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente y adoraron al Señor.
Lía tuvo aún otro hijo, al que llamó Judá, porque dijo: “Esta vez alabaré al Señor.” Después de esto, dejó de tener hijos.
por lo tanto, Señor mío, ¡qué grandeza la tuya! Porque no hay nadie como tú ni existe otro dios aparte de ti, según todo lo que nosotros mismos hemos oído.
Aquella noche el misterio le fue revelado a Daniel en una visión, por lo cual Daniel bendijo al Dios del cielo
Yo soy el Señor. Este es mi nombre, y no permitiré que deis mi gloria a otro ni que honréis a los ídolos en vez de a mí.
Simeón lo tomó en brazos, y alabó a Dios diciendo: “Ahora, Señor, tu promesa está cumplida: ya puedes dejar que tu siervo muera en paz. Todos tenían que ir a inscribirse a su propia ciudad. Porque he visto la salvación
luego dijeron los levitas Josué, Cadmiel, Binuy, Hasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petahías: “Levantaos, alabad al Señor vuestro Dios por siempre y para siempre. ¡Alabado sea con bendiciones y alabanzas su alto y glorioso nombre!”
Ellos, después de adorarle, volvieron muy contentos a Jerusalén. Y estaban siempre en el templo, alabando a Dios.
Adora al Señor tu Dios, y él bendecirá tu pan y tu agua. “Yo alejaré de ti la enfermedad,
Alrededor de la medianoche, mientras Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios, y los demás presos les estaban escuchando, hubo un repentino temblor de tierra, tan violento que sacudió los cimientos de la cárcel. Al momento se abrieron todas las puertas, y a todos los presos se les soltaron las cadenas.
Entonces me llenaré de alegría a causa del Señor mi salvador. Le alabaré, aunque no florezcan las higueras ni den fruto las viñas y los olivares; aunque los campos no den su cosecha, aunque se acaben los rebaños de ovejas y no haya reses en los establos.
a dar a los afligidos de Sión una corona en vez de ceniza, perfume de alegría en vez de llanto, cantos de alabanza en vez de desesperación. Los llamarán “robles victoriosos”, plantados por el Señor para mostrar su gloria.
Que el mensaje de Cristo esté siempre presente en vuestro corazón. Instruíos y animaos unos a otros con toda sabiduría. Con profunda gratitud cantad a Dios salmos, himnos y cánticos espirituales.
¡Aleluya! Cantad al Señor un canto nuevo; alabado sea en la comunidad de los fieles. Alégrense los israelitas, el pueblo de Sión, porque Dios es su creador y rey. Alaben su nombre con danzas, cántenle himnos al son de arpas y panderos.
“Cantad al Señor, habitantes de toda la tierra; anunciad día tras día su salvación. Hablad de su gloria y de sus maravillas ante todos los pueblos y naciones, porque el Señor es grande y muy digno de alabanza, más terrible que todos los dioses.
y dijeron a Jesús: –¿No oyes lo que están diciendo? Jesús les contestó: –Sí, lo oigo, ¿pero no habéis leído la Escritura que dice: ‘Con los cantos de los pequeños y de los niños de pecho has dispuesto tu alabanza’?
y decían con fuerte voz: “¡El Cordero que fue sacrificado es digno de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría y la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza!”
Señor, soberano nuestro, ¡tu nombre domina en toda la tierra! ¡Tu gloria se extiende más allá del cielo!
Señor, tú eres mi Dios. Yo te alabo y bendigo tu nombre porque has realizado tus planes admirables, fieles y seguros desde tiempos antiguos.
Pero vosotros sois una familia escogida, un sacerdocio al servicio del Rey, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios, destinado a anunciar las obras maravillosas de Dios, que os llamó a salir de la oscuridad y entrar en su luz maravillosa.
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