Por lo demás, hermanos míos, fortalezcanse en nuestro Señor y en la grandeza de su poder,
Por nada estén ansiosos, sino sean conocidas siempre sus peticiones delante de Dios en oración y súplicas y con acción de gracias,
Les he hablado estas cosas para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción, pero tengan ánimo, yo he vencido al mundo.
Hermanos míos, tengan pleno gozo cuando entre en muchas y variadas pruebas, porque ustedes saben que la prueba de la fe les hará obtener paciencia; y que la paciencia sea obra completa, para que sean maduros y plenos, sin que nada les falte.
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de su gracia para recibir misericordia y hallar gracia para ser auxiliados en tiempo de aflicción.
Contestando Jesús, les dijo: De cierto les digo que si tienen fe y no dudan, no solamente harán lo de la higuera, sino que incluso si dicen a este monte: 'Desarráigate y arrójate al mar', sucederá.
Bendito es Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en todas nuestras aflicciones para que nosotros seamos capaces también de consolar a los que están en cualquier aflicción con el consuelo con el cual somos consolados por Dios,
porque no nos ha dado Dios espíritu de temor, sino de poder, de amor y de exhortación[1].
Por nada estén ansiosos, sino sean conocidas siempre sus peticiones delante de Dios en oración y súplicas y con acción de gracias, y la paz de Dios, que excede a todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Jesucristo.
La paz les dejo, mi paz les doy; yo no se las doy como la da el mundo. No se turbe su corazón ni tengan miedo.
Hermanos míos, yo mismo no considero haberlo alcanzado; pero una cosa sé: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome hacia adelante, corro hacia la meta con el fin de obtener la victoria del supremo llamado de Dios por medio de Jesucristo.
porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada podrán apartarme del amor de Dios que es por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Y nosotros sabemos que a los que aman a Dios, Él los ayuda en todo para bien, a los que designó anticipadamente para que fueran llamados,
Vengan a mí todos los que están abatidos y cargados, y yo los haré descansar. Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí que soy manso[23] y humilde de corazón, y ENCONTRARÁN REPOSO PARA SUS ALMAS, porque mi yugo es placentero[24] y ligera mi carga.
Y cuando hagamos lo que es bueno, no nos cansemos, porque llegará el tiempo de cosechar, y ya no nos cansaremos.
Que su mente no se complazca en el dinero, sino que lo que tengan les sea suficiente, porque Yahweh mismo dice: 'NO TE DEJARÉ NI TE DESAMPARARÉ', de modo que podemos decir confiadamente: MI SEÑOR ES MI AYUDADOR, NO TENDRÉ TEMOR; ¿QUÉ PUEDE HACERME EL HOMBRE?
Que el Dios de la esperanza los colme de todo gozo y paz en la fe, para que crezcan en su esperanza por el poder del espíritu santo.
Estén siempre gozosos. Oren sin desistir. Den gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para ustedes en Jesucristo.
Por tanto, no nos fatigamos, porque aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, no obstante el interior se va renovando día a día, porque la aflicción del tiempo presente, aunque breve y leve, nos prepara una gran gloria, ilimitada, eternamente y para siempre, para que no nos gocemos en las cosas que se ven, sino en las que no se ven, porque las que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
Y a Aquel que es capaz por su gran poder de hacer por nosotros mucho más de lo que pedimos o pensamos, conforme a su poder que opera en nosotros,
Por lo cual, no estén preocupados por el futuro, porque el futuro se preocupará de sí mismo. Bástenle a cada día sus propios problemas.
asiéndonos firmemente de la confesión de nuestra esperanza, sin fluctuar, porque fiel es el que nos prometió.
pero no solamente en esto, sino que también nos gloriamos en nuestras aflicciones, porque comprendemos que la aflicción perfecciona la paciencia en nosotros, y la paciencia produce experiencia, y la experiencia, confianza; y la confianza no confunde, porque el amor de Dios es derramado en nuestros corazones por el espíritu santo que nos fue dado.
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