Así que animaos y edificaos mutuamente, tal como venís haciéndolo. Instrucciones finales
Amaos los unos a los otros con verdadero amor fraternal, y que cada cual tenga a los demás como más dignos de alabanza.
¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre lleno de misericordia y Dios de todo consuelo! Él nos da siempre el aliento que necesitamos para superar toda tribulación y para que, de la misma manera que él nos anima y consuela, también nosotros seamos capaces de consolar a otros que se encuentren atribulados.
Puesto que Dios os escogió para formar parte de su amado pueblo, revestíos de profunda compasión y comportaos con toda benignidad, humildad, modestia y paciencia. Toleraos mutuamente y perdonaos las ofensas los unos a los otros. Puesto que el Señor os perdonó, también vosotros debéis perdonar a los demás. Sobre todo, que vuestra vida esté presidida por el amor, que es el vínculo que lo une todo en perfecta armonía.
De esto se desprende que quienes estamos más firmes en la fe, en vez de buscar nuestra personal satisfacción debemos ayudar a los más débiles a vencer sus dudas y temores. Esforcémonos en agradar al prójimo, haciendo cuanto contribuya al bien y a la edificación de su fe.
Compartid, pues, vuestras cargas y problemas, obedeciendo así el mandato de nuestro Señor.
Amados, ejercitémonos mutuamente en el amor fraternal, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, da pruebas con ello de ser hijo de Dios y conocer a Dios.
En cualquier caso, con la ayuda de Cristo, que me da fortaleza y poder, estoy preparado para hacer lo que sea necesario.
Tengámonos siempre presentes los unos a los otros, procurando estimularnos al amor y las buenas obras.
sino reconoced en vuestro corazón la santidad de Cristo el Señor, y estad siempre dispuestos a responder con amabilidad y respeto a cualquiera que os pida razón de la esperanza que albergáis en vuestro corazón.
Si alguien se muestra alegre, compartid con él su alegría; y si alguien está triste, uníos a él en su tristeza.
Tengámonos siempre presentes los unos a los otros, procurando estimularnos al amor y las buenas obras. No dejemos de congregarnos (como algunos tienen por costumbre), para animarnos y exhortarnos los hermanos mutuamente, en especial ahora, cuando ya podéis ver que se acerca el día del regreso del Señor.
Dios os ha concedido diversidad de dones, y cada uno de vosotros, actuando como buen administrador de la multiforme gracia de Dios, debe poner al servicio de los demás el don que haya recibido.
Dicho esto, os recuerdo también que vuestra fortaleza ha de emanar del gran poder del Señor, que está en vosotros.
Sabemos también que a quienes aman a Dios y responden a su llamamiento para entrar a formar parte de su plan, todo cuanto pueda sucederles redundará en su propio beneficio.
El amor es paciente y benigno; el amor no tiene celos ni envidia; el amor no es presumido ni vanidoso; no hace nada indebido, ni es egoísta, irritable o rencoroso; no se alegra de la injusticia, mas se alegra si triunfa la verdad. El amor sufre sin desánimo, no desconfía de nada, no pierde la esperanza y soporta toda adversidad.
Todo lo que hayáis de hacer, hacedlo lo mejor posible y con alegría, como si vuestro trabajo fuera para el Señor y no para los hombres. Así el Señor os dará la parte de herencia que os corresponde, porque en realidad es a Cristo el Señor a quien estáis sirviendo.
Pues bien, así es como debe alumbrar vuestra luz ante la gente, para que, al ver la bondad de vuestras obras, todos glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. El cumplimiento de la ley
En cambio, cuando el Espíritu Santo dirige nuestra vida, produce en nosotros frutos de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, manÍsedumbre y templanza, cosas contra las cuales no existe ninguna ley.
No os preocupéis por nada, pero orad sin cesar, suplicando a Dios por vuestras necesidades y no olvidando darle gracias por todo. Hacedlo así, y la paz de Dios, que supera toda capacidad humana de comprensión, guardará vuestros pensamientos y vuestro corazón unidos a Cristo Jesús.
Porque el Espíritu con que Dios nos ha dotado no es de cobardía, sino de fortaleza, amor y dominio de uno mismo.
Por lo tanto, gentiles, que el Dios que os ha dado la esperanza os colme de dicha y de paz por haber creído en él. Que reboséis de esperanza mediante el poder del Espíritu Santo que habita en vosotros. Pablo, ministro de los gentiles
Todo lo que recibimos de bueno y perfecto procede de Dios, creador de todas las luces del universo y en quien no hay cambio alguno ni sombra de variación.
Recordad que toda tentación o toda prueba que os sobrevenga es cosa humana; pero recordad también que Dios, en su fidelidad, no permitirá que seáis tentados más allá de lo que podáis soportar, sino que, al llegar las pruebas, él os dará la forma de salir de ellas. Las fiestas idólatras y la Cena del Señor
Que nadie se preocupe únicamente por sus propios intereses, sino también por los de los demás.
Y a él pedimos que os fortalezca con su grande y glorioso poder, para que en cualquier circunstancia en que os halléis permanezcáis firmes
Ante todo esto, ¿qué podríamos decir? Si Dios está con nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros?
A Dios, que es poderoso para hacer todas las cosas y actuar en nosotros mucho más eficazmente de lo que podemos pedir y entender,
Depositad en Dios todas vuestras ansiedades, porque él nunca dejará de cuidar de vosotros.
Porque vosotros, hermanos míos, habéis sido llamados a la libertad; no a la libertad de hacer lo malo, sino a la libertad de serviros unos a otros por amor.
Que el gozo de la esperanza en Cristo presida vuestra vida; que soportéis con paciencia los momentos de angustia, y que la oración esté siempre en vuestros labios y en vuestro corazón.
Y pensad esto: que solamente por gracia sois salvos mediante la fe en Cristo. No lo sois por vuestros propios merecimientos, sino tan sólo como un don de Dios, pues la salvación no se obtiene por la bondad de nuestras obras, para que nadie tenga de qué jactarse.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y de corazón humilde; así encontraréis descanso para vuestra alma, porque mi yugo es suave y leve mi carga.
Cada uno, pues, dé conforme a lo que se había propuesto dar; y no lo haga con tristeza ni como por obligación, porque Dios ama al que da con alegría.
No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque si lo hacemos sin desmayar, a su tiempo cosecharemos ricas bendiciones.
Que la alegría presida vuestra vida. Nunca dejéis de orar. Dad gracias en todo momento y circunstancia, porque esto quiere Dios de quienes pertenecen a Cristo Jesús.
Y estoy seguro de que Dios, que en vosotros comenzó la buena obra, la perfeccionará hasta el día en que regrese Jesucristo.
Por eso os digo: No os preocupéis por lo que habéis de comer o beber para sustentaros, o por la ropa con que habéis de vestir vuestro cuerpo. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que la ropa? Mirad las aves del cielo: ni siembran ni siegan ni almacenan comida en un granero; sin embargo, vuestro Padre celestial les da el alimento que necesitan. Pues bien, ¿no valéis vosotros más que ellas?
En cambio, cuando el Espíritu Santo dirige nuestra vida, produce en nosotros frutos de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
Por eso estoy convencido de que nada ni nadie: ni la muerte ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes y autoridades que gobiernan este mundo, ni el temor al presente o al futuro, ni lo más alto ni lo más profundo, ni ninguna de las cosas creadas, podrán apartarnos del amor de Dios revelado en Cristo Jesús Señor nuestro.
Mantengamos con firmeza, sin vacilar, el testimonio de la esperanza de nuestra salvación; pues Dios, que hizo la promesa, es absolutamente fiel y no dejará de cumplirla.
Y él, mi Dios, de las riquezas de su gloria y en virtud de la obra de Cristo Jesús, suplirá cualquier cosa que a vosotros os falte.
Porque todos hemos pecado, 'y nadie puede tener parte por sí mismo en la gloria de Dios;
Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada en lo alto de una montaña no puede esconderse;
La sabiduría que procede de Dios es fundamentalmente pura; además es pacífica, amable, benigna y plena de misericordia y buenos frutos, y no incurre en discriminaciones ni hipocresías.
Mirad qué grande es el amor del Padre, que nos llamamos hijos de Dios, ¡y lo somos! Sin embargo, el mundo no nos reconoce porque no conoce a Dios.
Así pues, hermanos míos, con el pensamiento puesto en la inagotable misericordia de Dios, os ruego que le presentéis vuestro cuerpo como un sacrificio vivo y santo, entregado por entero a su servicio. Esta será vuestra más auténtica manera de rendirle culto.
Todo esto que estamos padeciendo, lo padecemos porque os amamos, y porque cuantos más sean los que disfruten de la gracia de Dios, mayor será la acción de gracias y mayor la gloria que Dios reciba.
Os he dicho todas estas cosas para que en mí encontréis vuestra paz. Siempre tendréis en el mundo pruebas que os afligirán, pero confiad en mí, porque yo he vencido al mundo.
Porque Dios dice: 'Oí tu clamor en tiempo favorable;te socorrí en día propicio para salvarte'.Y mirad, este es el tiempo favorable, el día propicio de vuestra salvación. Privaciones de Pablo
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