Existe una variedad de maneras de alabar y adorar a nuestro Dios, y la poesía hebrea es una de ellas. Dios conoce nuestros corazones y anhela que le rindamos adoración con sinceridad y verdad, sin importar la lengua o la forma en que lo hagamos. Una de las poesías hebreas que encontramos en la Biblia es Jeremías 9:23-24. En este pasaje, se nos enseña que la verdadera alabanza proviene del reconocimiento de las virtudes y cualidades de Dios.
Así dice el Señor: "Que no se alabe el sabio por su sabiduría o el valiente por su valentía, ni el rico por sus riquezas. Más bien, que se alabe al que quiera alabarse por entenderme y conocerme, porque yo soy el Señor, que actúo con amor, justicia y rectitud en la tierra, ¡porque es esto lo que me agrada!", declara el Señor.
Cuando reconocemos la grandeza y hermosura de Dios y comenzamos a conocerlo más profundamente, nuestras palabras se transforman en poesía. Cuanto más lo conocemos, más hermosas serán las alabanzas que podremos ofrecerle. Por tanto, busquémoslo con toda nuestra alma, mente y corazón, y él se revelará en nuestra vida. De este modo, la alabanza y la adoración resonarán constantemente en nuestros labios.
Te ruego, oh Jehová, que te sean agradables los sacrificios voluntarios de mi boca, Y me enseñes tus juicios.
Según su sabiduría es alabado el hombre; Mas el perverso de corazón será menospreciado.
Por tanto, alabé yo la alegría; que no tiene el hombre bien debajo del sol, sino que coma y beba y se alegre; y que esto le quede de su trabajo los días de su vida que Dios le concede debajo del sol.
Ni a los sacerdotes y levitas faltará varón que delante de mí ofrezca holocausto y encienda ofrenda, y que haga sacrificio todos los días.
Te ofreceré sacrificio de alabanza, E invocaré el nombre de Jehová.
A Jehová pagaré ahora mis votos Delante de todo su pueblo,
En los atrios de la casa de Jehová, En medio de ti, oh Jerusalén. Aleluya.
Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas.
Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.
Porque el Seol no te exaltará, ni te alabará la muerte; ni los que descienden al sepulcro esperarán tu verdad.
Llegaron luego los dos coros a la casa de Dios; y yo, y la mitad de los oficiales conmigo,
y los sacerdotes Eliacim, Maaseías, Miniamín, Micaías, Elioenai, Zacarías y Hananías, con trompetas;
y Maasías, Semaías, Eleazar, Uzi, Johanán, Malquías, Elam y Ezer. Y los cantores cantaban en alta voz, e Izrahías era el director.
Y sacrificaron aquel día numerosas víctimas, y se regocijaron, porque Dios los había recreado con grande contentamiento; se alegraron también las mujeres y los niños; y el alborozo de Jerusalén fue oído desde lejos.
Alabaré yo el nombre de Dios con cántico, Lo exaltaré con alabanza.
Y agradará a Jehová más que sacrificio de buey, O becerro que tiene cuernos y pezuñas;
Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová.
Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda;