Cuenta la historia de que «Yusuf, conocido como el terrible turco, era un luchador de 140 kilos que había salido de su Turquía natal y había emigrado a los Estados Unidos en busca de fama y fortuna. Pronto se convirtió en el luchador más popular.
Él era un forzudo, pero tenía una debilidad, el oro. Cada vez que Yusuf ganaba un partido, exigía que le pagasen en monedas de oro (en los tiempos en que él competía, las monedas de oro eran de curso legal en América). Tan pronto como le pagaban, metía las monedas en el cinturón monedero que llevaba a la cintura.
Un día, Yusuf anunció que su carrera como luchador se había acabado. Tenía todo el oro que necesitaba.
Mientras que Yusuf estaba a bordo de un gran vapor para regresar a su país natal, se desató una terrible tormenta en la segunda noche. El barco empezó a hundirse. La tripulación recibió la orden de arrojar los botes salvavidas al agua. Yusuf cruzó corriendo la cubierta y al ver un bote a la deriva a poca distancia del barco, se arrojó al océano. Pero cuando empezó a nadar hacia el bote, el peso de las monedas de oro lo arrastró hacia abajo; él y su fortuna nunca más fueron vistos. Yusuf hizo que el oro fuese su dios y este lo destruyó.»
Desde que el hombre desobedeció a Dios en el Edén, ha sido gobernado por los deseos de la naturaleza pecaminosa, quedando esclavo de esta.
Aunque éste pareciera tener la libertad para pensar y actuar bajo su propia voluntad, las obras de la carne (Gálatas 5:19-21) exponen la triste realidad de esclavitud en que vive (Juan 8:34); por tanto, si se continúa guiando por los patrones del mundo caído, le acarrean terribles consecuencias.
Por más que intente, el hombre no puede, ni podrá, ser libre del pecado por sí mismo, alguien tiene que abrirle las puertas de esa cárcel para que pueda salir; ese alguien es Cristo el Señor, es el único capaz de traer verdadera libertad y de romper todo yugo de pecado que asedia a la humanidad.
En relación a esto, Juan Calvino expresó: «Nuestra libertad es un beneficio conferido por Cristo, pero lo obtenemos por fe, por lo que también Cristo nos regenera por su Espíritu. Cuando (Jesús) dice que serán verdaderamente libres, hay un énfasis en la palabra verdaderamente; la mayor parte del mundo imagina que poseen un reino, mientras están en la esclavitud más miserable.»
«Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres» (Juan 8:36)
Señor, en este día te doy gracias por un día más donde me muestras tu fidelidad y tu misericordia. Gracias por el poder de tu amor que rompió toda cadena de condenación que había en mi contra. Te pido que me ayudes a permanecer en ti, en tu Palabra, a ser obediente a tus mandamientos y así poder experimentar cada día de mi vida las hermosas bendiciones que acompañan la maravillosa libertad que me has dado a través de Cristo. En el nombre de Jesús. Amén.
Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.
Ver CapítuloAsí que, si el Hijo los hace libres, ustedes son verdaderamente libres.
Ver CapítuloPor tanto, si el Hijo los hace libres, ustedes serán realmente libres.
Ver CapítuloAsí que, si el Hijo os liberta, seréis verdaderamente libres.
Ver CapítuloPues si el Hijo os hace libres, libres seréis realmente.
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