Los profetas solo dicen mentiras, los sacerdotes enseñan lo que quieren, y mi pueblo parece estar feliz. Pero cuando llegue el desastre, nadie acudirá en su ayuda».
Jeremías 26:7 - Biblia Traducción en Lenguaje Actual Jeremías anunció este mensaje en el templo de Dios, y lo escucharon los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo. Pero tan pronto como terminó de anunciarlo, todos los que estaban allí se lanzaron contra él y lo apresaron, y amenazantes le dijeron: «¡Esto te va a costar la vida! ¿Cómo te atreves a hablar en el nombre de Dios, y decir que este templo será destruido como el santuario de Siló? ¿Cómo te atreves a decir que Jerusalén será destruida, y que se quedará sin habitantes?» Matoleo zaidiBiblia Reina Valera 1960 Y los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron a Jeremías hablar estas palabras en la casa de Jehová. Biblia Nueva Traducción Viviente Los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo escucharon a Jeremías mientras hablaba frente al templo del Señor; Biblia Católica (Latinoamericana) Los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron a Jeremías pronunciar estas palabras en la Casa de Yavé. La Biblia Textual 3a Edicion Y los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron a Jeremías hablar estas palabras en la Casa de YHVH. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron pronunciar a Jeremías estas palabras en el templo de Yahveh. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y los sacerdotes, los profetas, y todo el pueblo, oyeron a Jeremías hablar estas palabras en la casa de Jehová. |
Los profetas solo dicen mentiras, los sacerdotes enseñan lo que quieren, y mi pueblo parece estar feliz. Pero cuando llegue el desastre, nadie acudirá en su ayuda».
Los sacerdotes, profetas y jueces enseñan, predican o dictan sentencia solo a cambio de dinero. »Y para colmo se atreven a decir: “No tenemos nada que temer. ¡Dios está con nosotros!”
Tus profetas son orgullosos, y no se puede confiar en ellos; tus sacerdotes ofenden mi santuario y no obedecen mis mandamientos.
Los sacerdotes principales y los maestros de la Ley se enojaron mucho al ver los milagros que él hacía, y al oír que los niños le gritaban alabanzas a Jesús, el Mesías.
El jefe de los sacerdotes y todos los saduceos que lo acompañaban sintieron mucha envidia de los apóstoles.