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Cantares 8:1 - Biblia Nacar-Colunga

1 Esposa. ¡Quién me diese que fueses hermano mío, amamantado a los pechos de mi madre, para que al encontrarte en la calle pudiera besarte sin que me despreciaran.

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Больше версий

Biblia Reina Valera 1960

1 ¡Oh, si tú fueras como un hermano mío Que mamó los pechos de mi madre! Entonces, hallándote fuera, te besaría, Y no me menospreciarían.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 ¡Cómo quisiera que fueras mi hermano, el que mamó de los pechos de mi madre! Así podría besarte sin pensar en quién nos mira, y nadie me criticaría.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 ¡Ah, si tú fueras hermano mío, alimentado con el pecho de mi madre! Te podría besar al encontrarte afuera sin que me despreciaran.

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 ¡Oh, si tú fueras como mi hermano, que mamó los pechos de mi propia madre! Al hallarte afuera yo te besaría, Y nadie me despreciaría por ello.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 ¡Ah, si fueras mi hermano, amamantado a los pechos de mi madre! Al encontrarte fuera podría yo besarte sin desprecio de nadie.

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Cantares 8:1
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Pero la Jerusalén de arriba es libre, ésa es nuestra madre;'


Alégrate sobremanera, hija de Sión, Grita exultante, hija de Jerusalén. He aquí que viene a ti tu Rey, justo y victorioso, humilde, montado en un asno, en un pollino hijo de asna.


Como viniese en aquella misma hora, alabó también a Dios, y hablaba de El a cuantos esperaban la redención de Jerusalén.


He aquí que voy a enviar a mi mensajero, que preparará el camino delante de mí, y luego enseguida vendrá a su templo el Señor a quien buscáis, y el Ángel de la alianza que deseáis. He aquí que llega, dice Yahvé de los ejércitos,


(6) Porque así dice Yahvé de los ejércitos: De aquí a poco haré aún temblar los cielos y la tierra, los mares y lo seco,


A ti vendrán humillados los hijos de tus tiranos, y se postrarán a tus pies cuantos te infamaron. Y te llamarán la ciudad de Yahvé, la Sión del Santo de Israel.


Porque nos ha nacido un niño, nos ha sido dado un hijo que tiene sobre los hombros la soberanía, y que se llamará maravilloso consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la paz,


El Señor mismo os dará por eso la señal: He aquí que la virgen grávida da a luz, y le llama Emmanuel.


Y sin duda que es grande el misterio de la piedad: “Que se ha manifestado en la carne, ha sido justificado por el Espíritu, ha sido mostrado a los ángeles, predicado a las naciones, creído en el mundo, ensalzado en la gloria.”


Porque la circuncisión somos nosotros, los que servimos en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús y no ponemos nuestra confianza en la carne.


Cuanto a mí, no quiera Dios que me gloríe sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo;'


y lo plebeyo, el desecho del mundo, lo que no es nada, lo eligió Dios para destruir lo que es,


Salí del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo y me voy al Padre.'


con saber que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y que había salido de Dios y a El se volvía...


Díjoles Jesús: Si Dios fuera vuestro padre, me amarías a mí; porque yo he salido y vengo de Dios, pues Yo no he venido de mí mismo, antes es El quien me ha enviado.'


Nadie subió al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo.


Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.


Dijo también esta parábola a algunos que confiaban mucho en sí mismos, teniéndose por justos, y despreciaban a los demás.


Yo os digo: A quien me confesare delante de los hombres, el Hijo del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios.


El que a vosotros oye, a mí me oye, y el que a vosotros desecha, a mí me desecha, y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.


Porque quien se avergonzare de mí y de mis palabras, de él se avergonzará el Hijo del hombre cuando venga en su gloria y en la del Padre y de los santos ángeles.


¡Béseme con besos de su boca!


Abre tú, Señor, mis labios, y cantará mi boca tus alabanzas.


No se aire y caigáis en la ruina, pues se inflama de pronto su ira. ¡Venturosos los que a él se confían!


madrugaremos para ir a las viñas; veremos si brota ya la vid, si se entreabren las flores, si florecen los granados, y allí te daré mis amores.'


Yo te llevaría y te introduciría en la casa de mi madre, (en la alcoba de la que) me engendró, y te daría a beber del vino adobado y del mosto de granados.


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